lunes, 10 de junio de 2013

Psicología del Testimonio. Aspectos básicos de la Memoria (Primera Parte)

La Psicología de la Memoria es uno de los grandes temas de la Psicología Experimental. El interés de los investigadores en psicología por su estudio se remonta a más de cien años. Ebbinghaus (1850-1909) fue el gran pionero en el estudio experimental de la memoria humana a finales del siglo XIX y principios del XX, sentando las bases de lo que ha llegado a significar esta área para la Psicología Experimental. Este psicólogo alemán trató de aplicar la metodología de los estudios psicofísicos de Fechner (1860) sobre la sensación al estudio de la memoria, realizando multitud de experimentos en condiciones estrictamente controladas, utilizando como material sílabas sin sentido y siendo él mismo el sujeto de los experimentos (Ebbinghaus, 1885).

Sin embargo, la principal crítica que se le ha hecho a Ebbinghaus es que centró su trabajo en el estudio de las relaciones funcionales entre variables independientes y variables dependientes, despreciando el estudio de la memoria en entornos más naturales.

Fue en la misma época cuando surgió un importante campo de estudio con claras connotaciones aplicadas: la Memoria de los Testigos, con las interesantes investigaciones realizadas por Binet (1857-1911), Münsterberg (1863-1916), Stern (1871-1938) o Whipple (1876-1941), quienes realizaron algunos de los que pueden considerarse como los primeros estudios experimentales modernos sobre la memoria en entornos naturales.

Sólo unos años después, Bartlett (1932) publicaría el libro Remembering que viene a recoger el testigo de los estudios anteriores sobre la memoria en la vida cotidiana, dando forma a un modelo de memoria basado en esquemas, donde los conocimientos previos y experiencias de los sujetos juegan un papel fundamental. Es probablemente la obra de Bartlett la precursora de los enfoques cognitivos que surgirán en los años sesenta.

No obstante, los trabajos de Bartlett no tuvieron continuación en las décadas de los cuarenta y cincuenta, en las cuales se produce un escaso desarrollo de la Psicología de la Memoria, y no será hasta finales de los sesenta y fundamentalmente durante todos los setenta, con la formulación del paradigma del Procesamiento de la Información, que lo sitúa como uno de los temas más relevantes en Psicología Cognitiva (Neisser, 1978), cuando el estudio de la Psicología de la Memoria sale de nuevo al encuentro de la vida cotidiana con todas sus consecuencias (Neisser, 1982).

De la mano de las nuevas tecnologías de la información se produce la gran revolución en el estudio de la memoria. Terminología, e intereses teóricos y prácticos son importados desde la ciencia de los ordenadores y la informática a la Psicología Cognitiva. La interacción entre ambas áreas perdura hasta nuestros días, y los modelos computacionales (SAM, CHARM, TODAM…) se presentan como una oportunidad más de estudiar la memoria desde perspectivas diferentes a las tradicionales.

Hoy en día el estudio de la memoria trata de integrar los enfoques de laboratorio con los enfoques ecológicos (en el entorno natural donde las personas se desenvuelven), intentando abordar el problema de la memoria de forma que los estudios de laboratorio permitan establecer las relaciones entre los fenómenos estudiados y los ecológicos, y poner a prueba su generalización a ámbitos cotidianos (Mata y Sánchez, 1999). De la interacción entre ambos surge la aplicabilidad del estudio de la memoria a contextos patológicos (diagnóstico y tratamiento de déficit de memoria) y normales (memoria autobiográfica y memoria de testigos).

Importancia de la Memoria
Todo lo que somos es memoria. Esta afirmación que inicialmente podría parecer exagerada, dada la multitud de procesos que intervienen en las capacidades humanas desde un punto de vista cognitivo, venía a reflejar la importancia de la memoria en todas las actividades del ser humano. Son los recuerdos acerca de nuestras experiencias pasadas los que nos proporcionan una biografía y definen quiénes somos; es el conocimiento, desde un punto de vista enciclopédico, el que nos permite desenvolvernos con soltura en el mundo en que vivimos, y son las habilidades que aprendimos en algún momento las que nos permiten sobrevivir. Sin memoria no sabría quién soy, no sabría dónde estoy y no sabría qué hacer o cómo actuar.


Este hecho se pone de manifiesto de forma dramática en las demencias, ya que los pacientes aquejados de estas enfermedades, en sus diferentes variantes, van perdiendo la capacidad de utilizar toda esa información que fueron acumulando a lo largo de la vida. O en los daños cerebrales, que provocan que algunas personas pierdan la capacidad de almacenar nueva información, de forma que se mantienen en un eterno presente, como nos describe la literatura de casos clínicos. Así por ejemplo, Oliver Sacks (2002) nos describe los casos de J.G. (el marinero perdido), a quien una amnesia retrógrada le mantiene “fosilizado en el pasado”; y de W.T. (una cuestión de identidad), que ante la incapacidad de recordar su pasado continuamente se inventa uno.

Los casos clínicos nos informan acerca de la gran variedad de funciones de la memoria y de su importancia. Su estudio representa una excelente oportunidad para comprender la memoria, y nos muestra lo difícil que es definirla y por tanto comprender su funcionamiento, ya que no podemos hablar de algo unitario, sino de una capacidad enormemente compleja configurada por diferentes sistemas y subsistemas, con diferentes funciones, que dan lugar a distintos fenómenos y con un substrato neurobiológico no del todo definido, debido a la deslocalización (o difusión) de la memoria. Muestra de ello son los casos clínicos de pacientes con déficit de memoria, de los que podemos decir que cada caso es un mundo: no hay dos iguales más que en lo general, y difícilmente podemos afirmar que todos los casos (de Alzheimer, Korsakoff, Huntington, encefalitis vírica, accidente cerebro-vascular…) se caracterizan por un déficit de memoria (semántica, episódica, procedimental) o presentan una amnesia (retrógrada, anterógrada), debido a un problema de codificación o recuperación de la información, que les afecta en su capacidad (de recuerdo, reconocimiento, discriminación del origen de sus recuerdos, planificación…) para procesar (caras, contextos, acontecimientos autobiográficos…).

Funcionamiento de la memoria
De igual forma que en una biblioteca, la memoria almacena información de forma estructurada sistemáticamente, de modo que la recuperación depende de cómo se “catalogó” o codificó la información. Así, mientras que la apariencia de los libros (tamaño y color de las cubiertas) puede ser una forma útil de catalogación, aún más útil suele ser la catalogación temática que facilitará la tarea si uno desea recuperar información basándose en su contenido. Un sistema eficiente de catalogación y recuperación de información debería ser aquel que permita acceder a la información desde muy diversas posiciones (autores, tema, año de edición...). Exactamente igual que en una biblioteca, la memoria humana necesita almacenar la información de tal forma que sea posible acceder a ella con propósitos muy variados (Baddeley, 1990). Si buscamos un libro catalogado como perteneciente al área de conocimiento de biología en la estantería de deportes es muy poco probable que lo encontremos; si tratamos de recordar qué hicimos ayer en el trabajo buscando entre nuestros recuerdos infantiles o en lo que solemos hacer cuando vamos a la playa, muy probablemente tampoco lo consigamos.

Esta idea clásica de la memoria como algo unitario, choca sin embargo con algunas de las teorías según las cuales sería más acertado hablar de memorias, dado que habría diferentes tipos de memoria que implican distintos sistemas y subsistemas, procesos, funciones y fenómenos, sustentados por diferentes substratos neurobiológicos.
 
Arquitectura funcional de la memoria
Los primeros modelos de memoria de los paradigmas del procesamiento de información pusieron el acento en la descripción de las estructuras que configurarían la memoria. Un ejemplo es la propuesta de Broadbent (1958) que relacionaba atención, percepción y memoria en un modelo que pretendía dar explicación a cómo atendemos a unos estímulos en detrimento de otros. Siguiendo esta propuesta, uno de los primeros modelos que recoge la multiplicidad de la memoria es el Modelo Modal de Atkinson y Shiffrin (1968) según el cual el mecanismo general de la memoria está compuesto por tres componentes básicos: una memoria sensorial por cada modalidad, una memoria a corto plazo para el mantenimiento de los datos en el presente y una memoria a largo plazo. Por ello, a estos modelos se los denomina de multialmacén.


Según el Modelo Modal la memoria está formada por estas estructuras o mecanismos dispuestos secuencialmente.

Según este modelo, el input se registra en la memoria sensorial hasta que se desvanece solo unas fracciones de segundo después y tras pasar temporalmente al almacén a corto plazo, donde únicamente se mantendrá durante unos segundos una cantidad limitada de información, para trasvasarse al almacén a largo plazo de capacidad y persistencia ilimitadas. En la memoria a largo plazo la información permanecerá inactiva, y solo se activará temporalmente en función de las demandas de una tarea, de nuevo en la memoria a corto plazo. Así pues, la memoria a corto plazo desempañaría las funciones de una central operativa que recibe inputs tanto del exterior como del almacén a largo plazo.

El Modelo Modal, sin embargo pronto se mostró insuficiente para explicar algunas evidencias. El artículo de Craik y Lockhart, publicado en 1972, sobre niveles de procesamiento vendría a ponerlo de manifiesto definitivamente. Este trabajo señalaba que cuanto más profundamente se procesa un ítem, mejor será recordado. Por lo tanto, la información procesada en el nivel sensorial dará lugar a huellas de memoria de vida relativamente corta, la procesada fonológicamente a huellas algo más duraderas, y la procesada conceptualmente a las huellas más perdurables. A partir de aquí el interés por los modelos estructurales decae, mientras que crece por los procesos, fundamentalmente de codificación.

Años más tarde Broadbent (1984) propone el Modelo de Cruz de Malta, que contempla cuatro estructuras de almacenamiento: un almacén sensorial, una memoria de trabajo abstracta, un almacén asociativo a largo plazo y un almacén de salidas motoras. Cada una de estas estructuras estaría interconectada mediante un sistema de procesamiento cuya función consistiría en transferir la información de un almacén a otro. Las principales diferencias de este modelo con el modelo modal son (Ruiz-Vargas, 1991): a) en el modelo cruz de malta de Broadbent el sistema no depende de un estímulo que inicie el procesamiento; b) el procesamiento de la información no solo se realiza de abajo-arriba guiado por los datos, sino que puede realizarse en cualquier dirección de unos almacenes a otros; c) se posiciona en contra de los modelos estrictamente procesuales; y d) propone una comunicación fluida entre las representaciones sin las limitaciones de los modelos lineales. Sin embargo, aun teniendo algunas ventajas respecto al modelo modal de Atkinson y Shiffrin (1968), el nuevo modelo de Broadbent (1984) no está exento de críticas, ya que por ejemplo no define con precisión la naturaleza y funciones del sistema de procesamiento, carece de restricciones sobre cómo una información puede ser transferida de un almacén a otro, y considera la memoria de trabajo abstracta como un almacén pasivo y totalmente separada del almacén a largo plazo.

Por ello, Cowan (1988) propondrá un modelo más que trate de resolver los problemas anteriores. La principal novedad del modelo de Cowan es la propuesta de un ejecutivo central que dirigirá la atención y controlará el procesamiento voluntario.

Como se puede apreciar, el modelo de Cowan incorpora algunos conceptos nuevos basados en las investigaciones de la época que distinguen entre distintos tipos de procesamiento (automáticos y controlados) donde la atención juega un papel fundamental y cada vez se postula con más fuerza la existencia de distintos sistemas de memoria, mientras que conserva las estructuras de los modelos multialmacén, aunque con la característica de que la dimensión temporal pierde peso en favor del tipo de procesamiento.

Memoria Sensorial y Memoria a Corto Plazo
Memoria Sensorial

Es obvio que la memoria y la percepción son procesos cognitivos muy cercanos y que difícilmente se puede entender el uno sin el otro. Las sensaciones son el punto de partida de la percepción, y la percepción es el primer paso hacia el recuerdo. Sin sensación no hay percepción (salvo en las alucinaciones), sin percepción no hay recuerdo. O dicho de otro modo, sólo llegará a formar parte de nuestros recuerdos aquello previamente percibido, aunque, como en las alucinaciones, también hay recuerdos que no proceden de la percepción, y entonces se habla de falsos recuerdos. Pero percepción y memoria tienen más cosas en común: la percepción va más allá de las sensaciones, habitualmente se define como el proceso mediante el cual dotamos de significado a las sensaciones; la memoria procesa y almacena la información significativa. Y aún más, entre los procesos básicos de la percepción están la detección, la discriminación, el reconocimiento y la identificación, procesos en los que interviene inevitablemente la memoria, en un ciclo continuo que se retroalimenta. No olvidemos que Ebbinghaus, Broadbent, o Neisser por citar sólo a algunos de los más relevantes, llegan al estudio de la memoria a través de la percepción.

Así, Broadbent (1958) propuso la existencia de un mecanismo de memoria inmediata que registraría la información del estímulo proximal durante un breve periodo de tiempo. Posteriormente Neisser (1967) lo denominó memoria sensorial y consistiría en un registro precategorial de la información de capacidad limitada y escasa duración. Inicialmente Neisser propuso dos tipos de memoria sensorial: memoria icónica, responsable del registro precategorial de la información visual, y memoria ecoica, que lo haría de la información auditiva. En su modelo, Atkinson y Shiffrin (1968) proponían la existencia de un registro sensorial para cada una de las modalidades sensoriales, aunque la mayoría de las investigaciones sobre memoria sensorial se centran en los dos inicialmente definidos por Neisser. Su función consistiría en la persistencia de los estímulos el tiempo suficiente para posibilitar su procesamiento.

Memoria icónica
Fue Sperling (1960) quien exploró más en detalle las propiedades de la memoria icónica mediante el uso del taquistoscopio y la técnica del informe parcial. Así estimó la capacidad de este registro sensorial visual presentando a los sujetos un estímulo compuesto por tres filas de cuatro letras durante cincuenta milisegundos, seguidas por un campo blanco y neutro, debiendo informar de las letras que figuraban en la línea señalada posteriormente por un sonido. Los resultados mostraron que los sujetos podían informar al menos de tres de las cuatro letras. Puesto que los sujetos no sabían previamente cuál era la línea objetivo se supone que debían tener disponibles tres letras de cada una de las líneas, por tanto un total de nueve ítems. Sperling interpretó que los resultados se debían a que los sujetos leerían las letras de la huella de memoria visual que les quedaba tras la presentación del estímulo, que decaería muy rápidamente. Variando el intervalo entre el final de la presentación de las letras y la presentación del tono que especificaba qué línea debían recordar estimó que la persistencia de la huella visual estaría en torno a los quinientos milisegundos.


Estas y otras investigaciones de Sperling (1963) sobre la persistencia de imágenes permiten inferir la existencia de algún almacén periférico bastante frágil desde donde posteriormente son transmitidas a un formato más duradero. Inicialmente hipotetizó que las letras serían leídas directamente de un código de respuestas motoras, aunque más adelante (Sperling, 1967) matizó la propuesta, a partir de los resultados que indican que los sujetos tienden a cometer más errores cuando el sonido del ítem que debían recordar era semejante al ítem correcto que cuando se asemejaban visualmente.

Estas evidencias de codificación fonológica llevarían más adelante a Baddeley y Hitch (1974) a proponer la existencia de un bucle fonológico, como una estructura de la memoria operativa. Por otro lado, investigaciones posteriores (Coltheart, 1983; Sakitt, 1976; Turvey, 1973) muestra que también parecen almacenarse atributos como el color, la forma o la dirección del movimiento en condiciones de improbable verbalización, lo que indicaría que la información icónica periférica se registra en un almacén visual adicional en lugar de superponerse directamente sobre un código lingüístico.

Mediante técnicas de enmascaramiento, Turvey (1973) demostró que la memoria icónica debía ser considerada como un almacenamiento que se produce en una serie de fases del proceso de percepción visual, y no tanto el producto de un simple almacén periférico pasivo. Estas distintas fases implicarían un almacenamiento periférico que registraría algo parecido a una post-imagen (Sakitt, 1976) y un segundo nivel menos periférico. Inicialmente se consideró que la información icónica se encontraría a un nivel de características físicas y por lo tanto podría considerársela como de naturaleza precategorial. Sin embargo, algunas investigaciones posteriores (Merikle, 1980; Duncan, 1983) parecen indicar que la memoria icónica incluye información categorial, lo que llevaría más a hablar de un registro perceptivo y no meramente sensorial.

Memoria ecoica
Como en el caso de la memoria icónica, hay evidencias que indican la existencia de un sistema de almacenamiento sensorial auditivo, que como la anterior duraría unos milisegundos, el tiempo suficiente para posibilitar el procesamiento de estímulos breves. El decaimiento de la memoria ecoica depende de las características físicas del estímulo: frecuencia y amplitud (tono e intensidad); y de su complejidad: tonos puros o compuestos. En el caso del habla la persistencia parece ser mayor que en otro tipo de sonidos. Guttman y Julesz (1963) encontraron que el sistema auditivo puede almacenar secuencias de al menos 250 milisegundos utilizando sonidos rítmicos. Darwin, Turvey y Crowder (1972) comprobaron mediante la técnica del informe parcial que los estímulos auditivos podrían permanecer hasta 2 segundos con estímulos verbales. Estas diferencias podrían indicar la naturaleza categorial de la información ecoica (Massaro, 1975), aunque como en el caso de la icónica todavía no está completamente establecido.

Las diferencias en el decaimiento, con tiempos de persistencia en algunos experimentos (Wingfield y Byrnes, 1981) de 2 hasta 6.4 segundos, llevan a pensar no en un almacén sensorial precategorial sino en una memoria perceptiva (a la que nos referiremos en el capítulo referente a la recuperación automática), tal y como propone Baddeley (1990) distinguiendo entre memoria perceptiva a corto y largo plazo, muy relacionada la primera con la memoria operativa.
 
Memoria a Corto Plazo
Los modelos generales de memoria plantean que la información procedente de los sentidos, tras pasar brevemente por el almacén sensorial y antes de almacenarse en la memoria a largo plazo (MLP) es transferida a la memoria a corto plazo (MCP). La MCP sería un almacén de retención a corto plazo, pero lo que es más importante, se la considera responsable de los procesos de codificación de la información, aunque también de la recuperación, pues es en ella donde se activa la información procedente de la MLP. La mayoría de los primeros estudios se centraron en analizar su capacidad, duración, codificación, recuperación y transferencia de información a la MLP. Así pues, junto a las funciones de mero almacenamiento se le atribuyen funciones ejecutivas y de control de la información. Son estas últimas funciones las que, en los ochenta (Baddeley, 1986) y a partir de la propuesta de Baddeley y Hitch (1974), cobran cada vez más importancia, hasta el punto de que hoy memoria a corto plazo es prácticamente sinónimo de memoria operativa (Santiago y Gómez, 2006). Este cambio paradigmático lleva a considerar la MCP ya no como un sistema unitario de almacenamiento sino como una memoria de trabajo de múltiples componentes, relacionados con otros procesos cognitivos como el razonamiento, la comprensión y el aprendizaje.
 
La memoria operativa
Baddeley y Hitch (1974) se plantearon la utilidad de la memoria a corto plazo tras los numerosos estudios de los años sesenta y setenta. Dado que las propuestas que hasta entonces se habían hecho no les satisfacían, plantearon su propio modelo: la memoria operativa, cuyo interés se mantiene hoy en día tanto en la psicología cognitiva como en la neurociencia cognitiva.

El modelo de memoria operativa supone una reconceptualización de la memoria a corto plazo. En la propuesta original de Baddeley y Hitch destacaban su arquitectura, sus procesos y sus funciones. La memoria operativa se diferencia de la memoria a corto plazo fundamentalmente en que implica un sistema multicomponente, en lugar de un sistema único; y cumple una función prioritaria en el aprendizaje, el razonamiento y la comprensión.
Podríamos definir la memoria operativa como “el conjunto de símbolos que, en un momento dado, se encuentran activos y están siendo utilizados voluntariamente por el sujeto” (Santiago y Gómez, 2006, pp. 74). La información con la que está trabajando la memoria operativa se mantiene activa en tanto se le dedica atención, decayendo rápidamente cuando la atención se centra en información distinta. Y como se ve en la figura 17, está compuesta por un ejecutivo central y tres sistemas subsidiarios: el bucle fonológico, la agenda viso-espacial y el almacén episódico. Estos cuatro sistemas estarían a su vez relacionados con el lenguaje, la memoria episódica a largo plazo y las representaciones visuales semánticas.
 
Componentes de la memoria operativa
Ejecutivo central

Su función es el control y la regulación de todo el sistema de memoria operativa. Inicialmente, esta función implicaba únicamente la coordinación de los sistemas subsidiarios, la focalización de la atención, el cambio atencional y la activación de representaciones en la memoria a largo plazo (Baddeley y Hitch, 1974). Posteriormente, se le fueron añadiendo funciones como la inhibición o supresión activa de las respuestas prepotentes o la información irrelevante, el control y actualización del contenido de la memoria operativa, la codificación contextual de la información entrante, y la planificación y secuenciación de las acciones deseadas (Miyake y Shah, 1999), mientras que ha ido perdiendo la función de almacenamiento temporal que tenía en la propuesta original.
Del ejecutivo central dependen tres sistemas subsidiarios (Baddeley, 2000, 2003), la agenda visoespacial, el bucle fonológico y el almacén episódico, especializados en el almacenamiento temporal y activo de huellas de memoria con características específicas, viso-espaciales, verbales y episódicas, directamente relacionados con los procesos perceptivos. No se descarta tampoco la posible existencia de otros sistemas especializados en información de otro tipo, como olfativa o musical (Santiago y Gómez, 2006).
 
Bucle fonológico
Tiene como función el mantenimiento activo de información verbal mediante mecanismos de repaso. Está formado por dos subcomponentes: un almacén fonológico pasivo cuya función es representar la información en un formato proposicional fonológico con una duración y capacidad limitada, y un subsistema de repaso fonológico activo cuya función es refrescar las representaciones del almacén fonológico para que no decaigan con el tiempo.


Así, sin la intervención del subsistema de repaso, la información en el almacén fonológico decaería espontáneamente con el tiempo, perdiéndose completamente en torno a los dos segundos. Y su capacidad vendría determinada por todo el material que puede pronunciarse en este intervalo. Considerando que el procesamiento de la información verbal se realiza de forma serial, su capacidad no es muy grande.

El bucle fonológico estaría implicado en la realización de cálculos matemáticos, en la adquisición de la lectura y del vocabulario, y en la comprensión lectora.

Agenda viso-espacial
Como el anterior, su función es el mantenimiento activo de información, pero en este caso con un formato de imágenes, viso-espacial. También estaría formado por dos subcomponentes: un almacén visual pasivo con la función de retener la información visual que todavía no ha sido codificada, y un subsistema de procesamiento visual activo cuya función es la codificación de la información visual, transformándola e integrándola.

La memoria operativa estaría estrechamente vinculada con los procesos perceptivos y de atención, de modo que trabaja con la información procedente de los diferentes sistemas sensoriales, posibilitando su procesamiento para dar lugar a las percepciones conscientes, activando la información necesaria para el sistema en función de los recursos atencionales dedicados y el tipo de percepción de que se trate (percepción del habla o percepción visual). Así ocurre, por ejemplo, con la percepción de objetos, en la que estaría involucrada la agenda viso-espacial, y que según la teoría de integración de características (Treisman, 1986, 1993) se lleva a cabo en varias etapas: una preatencional, consistente en identificar los primitivos que componen el objeto, y otra de atención localizada que posibilita la combinación de los primitivos, la percepción del objeto y compararlo con la memoria para su posible identificación.
 
Almacén episódico
Como los anteriores subsistemas, este almacén o agenda almacena información de manera temporal, y su capacidad es limitada. Su función sería la de integrar información procedente de una variedad de fuentes, mediante la codificación de la información en un código multi-modal (visual, espacial y verbal) en una secuencia temporal o cronológica (Baddeley, 2000).

El almacén episódico se encuentra controlado por el ejecutivo central, que accedería a la información episódica, mediante procesos de atención consciente. La información en él almacenada estaría relacionada con la memoria a largo plazo y con significados semánticos.
 
Capacidad de la MCP
La MCP tiene una capacidad limitada para almacenar información. Los estudios iniciales para determinarla mostraron que esta capacidad depende de varios factores, como la modalidad del estímulo. Así, la capacidad de retener estímulos auditivos es superior a la de los visuales. Pero además, la capacidad aumenta en la medida en que los ítems pueden ser agrupados (Ryan, 1969). Así, la capacidad de la MCP está determinada por el número de agrupaciones (chunks) y no por el número de ítems, como demostró Miller (1956) en su artículo “El mágico número siete, más menos dos”, y como indica el título estaría limitada por término medio a siete. Cada agrupación sería una pieza de información integrada, en la que recordar una parte ayudaría a recordar la siguiente. Por ejemplo, una fecha conocida es más que una sucesión de números, y una palabra es más que una sucesión de letras. La fecha y la palabra constituirían una única agrupación. Así, la amplitud de la MCP evaluada en función de los ítems puede aumentarse incrementando el número de ítems en cada agrupación. La amplitud de memoria para letras seleccionadas al azar (sin sentido unitario) sería de entorno a seis, unas nueve cuando son sílabas consonante-vocal-consonante, unas cincuenta o más si forman las palabras de una frase con sentido.

El uso de reglas mnemotécnicas que permitan dar sentido a la información y agruparla incrementaría la capacidad de la MCP, por ello las últimas propuestas acerca de la capacidad de la MCP en el marco de la memoria operativa ponen más énfasis en la cantidad de recursos disponibles para trabajar con la información (Baddeley, 1999).
 
El olvido a corto plazo
El paradigma más utilizado para estudiar el olvido en la MCP es sin duda la tarea de Brown-Peterson (Brown, 1958; Peterson y Peterson, 1959). Consiste en presentar tres ítems al sujeto (por ejemplo 3 consonantes, “LMP”), que a continuación realiza una tarea distractora de duración variable (se le presenta un número, por ejemplo 357, que debe repetir y desde el que debe contar hacia atrás de tres en tres hasta que se le indica), con el objetivo de impedir que repita los ítems presentados inicialmente, finalizada la tarea distractora debe tratar de recordarlos. Los resultados con esta tarea mostraron que los sujetos olvidaban los ítems en función de la duración de la tarea distractora, siendo prácticamente nulo el recuerdo tras una tarea distractora de 18 segundos.

Estos resultados permitieron postular la existencia de dos sistemas de memoria independientes: un sistema temporal a corto plazo en el que el olvido se debe al decaimiento de la huella y un sistema a largo plazo en el que el olvido es el resultado de la interferencia. El decaimiento se produciría de forma automática por el paso del tiempo y sería independiente de la naturaleza del material distractor. Sin embargo, posteriores trabajos (Keppel y Underwood, 1962, Waugh y Norman, 1965) pusieron en duda la hipótesis del decaimiento argumentando en favor de la interferencia también en la MCP. La controversia no ha quedado resuelta todavía.
 
La curva de posición serial
Los trabajos sobre la curva de posición serial (Postman y Phillips, 1965; Glanzer y Cunitz, 1966) proporcionaron datos adicionales sobre la dicotomía entre MCP/MLP.


La proporción de recuerdo de los ítems de una lista depende del lugar que ocupen, de modo que se recuerdan mejor los ítems que se presentaron al principio de la lista, efecto de primacía, y los que se presentaron al final, efecto de recencia. El efecto de primacía se explicaría porque los ítems iniciales estarían almacenados en la MLP, protegidos de posibles interferencias de los ítems posteriores. El efecto de recencia se explicaría debido a que los ítems presentados en último lugar se recuperarían directamente de la MCP.

La aparición de estos efectos depende de diferentes factores, que afectan de forma desigual a los dos efectos, y apoyarían la dicotomía MCP/MLP. La longitud de la lista, la frecuencia de las palabras, la tasa de presentación y el estatus mental de los sujetos (amnésicos vs. normales) afectan negativamente al efecto de primacía, pero no tienen ninguna consecuencia sobre el efecto de recencia (Baddeley, 1976; Crowder, 1976). Por el contrario, la introducción de una tarea que incremente el intervalo de recuerdo afecta al efecto de recencia pero no al de primacía.

Además, reforzaron la importancia de la repetición en la generación del efecto de primacía y en la transferencia de información desde la MCP a la MLP, distinguiendo dos tipos: repetición de mantenimiento y repetición elaborativa (Shiffrin, 1975). La repetición de mantenimiento implica un modo superficial y mecánico de repaso de la información, que se perdería en cuanto se interrumpe la repetición. La repetición elaborativa es un tipo más complejo de procesamiento que afecta al significado de la información a fin de analizarla y elaborarla más profundamente con el objetivo de asociarla a otros significados previamente almacenados en la memoria. Sólo esta última produciría una huella a largo plazo, aunque la repetición de mantenimiento también tendría efectos beneficiosos sobre el recuerdo de la información.

Procesos de memoria
Procesos automáticos y controlados de memoria: Modelo Asociativo (HAM) vs. Sistema de Procesamiento General Abstracto

En la década de los setenta, en pleno auge de los paradigmas de Procesamiento de la Información, se formulan dos modelos de memoria que se desarrollarán en décadas posteriores: el modelo Memoria Asociativa Humana (HAM) formulado por Anderson y Bower (1972, 1973, 1974; Anderson, 1976, 1983, 1984; Bower, 1981, 1987; Bower y Cohen, 1982) que propone que en el recuerdo intervienen dos fases (generación-reconocimiento); y el Sistema de Procesamiento General Abstracto (GAPS) formulado por Tulving (1972, 1979, 1983, 1984, 1985, 1986, 1987, 1989; Flexser y Tulving, 1978; Tulving y Thomson, 1973; Schacter y Tulving, 1994) que propone que el recuerdo consta de un proceso único.


El modelo de Memoria Asociativa Humana forma parte de los modelos de red semántica, cuyo primer exponente son las teorías de Quillian (Quillian, 1968; Collins y Quillian, 1969, 1972) sobre lenguaje y memoria semántica. Los modelos de red semántica son proposicionales y parten de dos supuestos: a) las representaciones mentales están ampliamente relacionadas entre sí y las estructuras de esas interrelaciones reproducen la estructura del mundo, y b) el significado de un concepto viene determinado por el conjunto de relaciones que éste tiene con otros conceptos (Quillian, 1968). En términos formales, una red semántica es un conjunto de nodos y una serie de conexiones entre ellos. Los nodos representan conceptos o características de esos conceptos y los trazos que las conectan representan las relaciones existentes entre ellos. Otros modelos de red son el TCL de Quillian y las propuestas de Rumelhart y el grupo LNR (Rumelhart, Lindsay y Norman, 1972; Norman, Rumelhart y el LNR Research group, 1975), que desembocan en los modelos conexionistas del PDP (Rumelhart, McClelland y el grupo PDP, 1986).

El GAPS propuesto por Tulving (1983) es un modelo de memoria episódica y se basa en la distinción entre memoria episódica y memoria semántica (Tulving, 1972). Tulving lo denomina Sistema de Procesamiento General Abstracto ya que es un sistema porque puede considerarse una colección ordenada y razonablemente comprensiva de componentes interactivos cuyo ensamblaje constituye un todo integrado, es de procesamiento porque sus componentes principales trabajan con la actividad y con el funcionamiento del sistema más que con su estructura, es general porque se aplica al recuerdo de hechos de todos los tipos, y es abstracto ya que la naturaleza específica de sus componentes no está especificada. De esta forma, el GAPS es descrito en términos de los componentes estructurales de un acto de recuerdo que comenzaría con la aparición de un hecho que es percibido por el sujeto y finalizaría con la experiencia de recuerdo.

Ambos modelos de memoria tienen hoy en día vigencia ya que la mayoría de las propuestas actuales se basan en mayor o menor medida en los postulados de ambos, por lo que en los próximos apartados realizaremos un análisis en profundidad de las estructuras básicas de las que parten, y de los procesos de memoria que proponen.

Estructuras básicas
Tres aspectos fundamentales conforman la estructura básica del modelo HAM y del modelo GAPS: la información que maneja el sistema de memoria, las representaciones a las que dan lugar, y la organización de los contenidos almacenados en la memoria.
 
Información
A.- HAM

El modelo de memoria de Anderson y Bower (1973) propone un sistema de memoria que maneja información conceptual. La unidad básica de procesamiento son conceptos con significado. Anderson y Bower (1972, 1973, 1974) consideran que existen dos tipos de información: conceptual y contextual. La información conceptual comprende palabras, conceptos y referentes. Y la información contextual comprende las características físicas de la presentación de un ítem, las asociaciones implícitas con ese ítem y algunos elementos cognitivos como son el estado mental, la postura física y el estado fisiológico del sujeto, además incluye cualquier indicio externo concurrente con la aparición del estímulo. Cada clase de información tendrá un tipo específico de representación en el sistema de memoria.
Posteriormente Anderson (1976), en la formulación del modelo de representación ACT, considera que el sistema maneja dos tipos de información: conocimiento declarativo y conocimiento procedimental. Esta clasificación hace referencia al formato de expresión de la información. El conocimiento declarativo es descriptivo y factual (sobre hechos y eventos), es cuestión de todo-o-nada, se puede comunicar verbalmente y se adquiere repentinamente. El conocimiento procedimental hace referencia a las habilidades o procedimientos ejecutivos, depende continuamente de la práctica y es difícil expresarlo verbalmente. El conocimiento procedimental incluye conceptos motores, y se expresa en forma de reglas y producciones.
 
B.- GAPS
Cada uno de los dos sistemas de memoria propuestos por Tulving (1972) maneja un tipo específico de información. La unidad básica de información que maneja el sistema de memoria episódica es el episodio o la información episódica y la unidad básica del sistema de memoria semántica es el concepto o la información conceptual.

La información episódica es la información perceptiva con referencias autobiográficas sobre hechos. Es información única e irrepetible. Tulving distingue entre dos tipos de información episódica: la información central y la información contextual. Esta última puede ser espacial y temporal.


La información semántica tiene referencias cognitivas sobre hechos o sucesos genéricos y sobre conocimiento general. Por definición la información semántica es acontextual o no autobiográfica.

Como en el modelo anterior, Tulving (1983) distingue también entre información declarativa e información procedimental. La información declarativa incluye tanto la episódica como la semántica. Mientras que la información procedimental incluye las habilidades perceptivas, motoras y cognitivas.

Representación
A.- HAM

El modelo HAM (Anderson y Bower, 1973) propone que la información almacenada en la memoria se encuentra representada en una red asociativa semántica regida por las leyes de asociación. Esta red asociativa está formada por nodos conceptuales y nodos contextuales, siendo estos últimos lo que denominan marcadores de lista, conectados asociativamente y formando una red proposicional.

Los nodos y las proposiciones son la base de este sistema representacional. Anderson y Bower (1974) definen las proposiciones como especificaciones de las relaciones semánticas entre conceptos. Se encuentran estructuradas por reglas de formación, que siguen las leyes de la asociación, tienen un valor de verdad y son abstractas. Cada proposición define el contexto en términos autobiográficos de la información de la lista (es decir, la palabra x ocurrió en la lista n, mientras yo me sentía de tal forma, y fue seguida/precedida por las palabras v/z). Inicialmente Anderson y Bower (1972) proponen que la información contextual está representada por una red de conceptos interasociados con el ítem, formando representaciones únicas. La activación de su representación implica su modificación mediante la asociación de un marcador de lista o etiqueta de aparición. Sin embargo, más adelante Anderson y Bower (1974) afirman que debe tener una representación proposicional que variaría dependiendo del número de significados.

Una característica del modelo HAM, en comparación con el modelo GAPS, es que no distingue entre diferentes sistemas de memoria, sino que un mismo sistema es el responsable de la manipulación de los distintos tipos de información. Anderson y Ross (1980) explícitamente argumentan en contra de la distinción episódico-semántico. No obstante, podrían considerarse aparte las representaciones propias de la información procedimental. A este respecto el tipo de representación que corresponde a la información procedimental son las producciones, muy diferentes de la representación proposicional, basadas en reglas de tipo condicional, donde distinguen dos componentes: acción y condición (Anderson, 1976).

B.- GAPS
El sistema episódico y el sistema semántico (Tulving, 1972) manejan información representada proposicionalmente. Aunque tienen un tipo de representación específica para cada sistema.
En el sistema semántico la información se encuentra representada por conceptos relacionados conceptualmente y con un referente cognitivo (Tulving, 1972). Tulving no profundiza en el tipo de representación del sistema semántico, adoptando las propuestas de Quillian (Quillian, 1968; Collins y Quillian, 1969, 1972) sobre redes proposicionales y memoria semántica.

El sistema episódico tiene como elemento representacional el engrama. Se trata de una huella de memoria compuesta por la información central y los elementos contextuales que la acompañan. El engrama tiene dos características que lo diferencian de otro tipo de representaciones ajenas al sistema episódico. Por un lado, representa las propiedades o atributos perceptivos de los estímulos. Por otro, tiene un referente autobiográfico, esto es, la información representada por el engrama está fechada temporalmente y localizada espacialmente respecto al propio sujeto y a otros sucesos. Así, el engrama es un registro más o menos fiel de las experiencias de una persona. Las relaciones espaciales y temporales vienen determinadas por la parte de información contextual del engrama.

De esta forma, un engrama es un conjunto de rasgos, o una colección de algún tipo de elementos más primitivos, que se define en términos de sus condiciones antecedentes ¾hechos particulares codificados particularmente en un ambiente cognitivo particular¾ y sus condiciones subsecuentes, incluyendo las circunstancias que rodearon sus subsecuentes recuperaciones (Tulving, 1984). Un engrama difiere de otro cualitativamente, desde el momento en que cada engrama posee rasgos compartidos y distintivos.

Las huellas episódicas en el modelo GAPS, al contrario que en el modelo de Anderson y Bower (1972), son circunstanciales y específicas de cada situación (codificación), de forma que podrían existir tantas huellas de memoria como codificaciones diferentes se realicen. Una de las características más distintivas de los engramas es su mutabilidad, ya que las características funcionales de los engramas cambian a lo largo del tiempo.

Además, Tulving considera otro tipo de representaciones que son las del sistema procedimental. Sin embargo, no se detiene en el tipo de representación que sería propio de este sistema, baste decir que menciona las habilidades y reglas como específicas de él. Aparentemente, no se alejaría de las concepciones mantenidas por Anderson y Bower y otros teóricos como Schacter (1989) de cuyas teorías nos ocuparemos más adelante. En este sentido, tanto Tulving como Anderson y Bower no se ocupan de la información procedimental limitándose a afirmar su existencia, por este motivo en el siguiente apartado nos centraremos en la organización de los contenidos declarativos ya que no hacen ninguna mención a los contenidos procedimentales cuando se refieren a la organización de los contenidos de la memoria.

Organización de los contenidos declarativos
A.- HAM

Anderson y Bower (1973) proponen que la información almacenada en la memoria se organiza semánticamente, y por tanto por categorías. Además, se trata de una organización jerárquica donde distinguen como primer elemento jerárquico los primitivos semánticos que serían las ideas simples, el siguiente paso serían las ideas complejas formadas por ideas simples. Estas formarían asociaciones donde varias ideas complejas estarían conectadas entre sí, creando estructuras proposicionales.


Todo esto se articularía en un sistema reticular binario donde cada nodo se bifurcaría en otros dos, formando una compleja red asociativa, donde distinguen entre 8 tipos de conexiones posibles: contexto-hecho, tiempo-lugar, sujeto-predicado y relación-objeto.
 
B.- GAPS
En el modelo de Tulving la información almacenada en la memoria episódica tiene una organización autobiográfica. En este sistema de memoria considera tres ejes en torno a los cuales se organiza la información: un eje temporal, un eje espacial y un eje autobiográfico. Siendo este último algo más que la suma de los anteriores y donde es característico el engarce de la información en la historia vital del sujeto, en el que el significado emocional (Craik, 1989) juega un papel importante.


La información semántica se organiza mediante reglas conceptuales y, como en el apartado anterior, Tulving no dedica demasiado tiempo a la organización de este tipo de información adoptando las propuestas de Quillian (Collins y Quillian, 1969, 1972; Quillian, 1968). En general, hemos de decir que el Sistema de Procesamiento General Abstracto propuesto por Tulving (1983) hace referencia a la memoria episódica, aunque a lo largo de su propuesta desarrolla algunos puntos referentes a la memoria semántica como opuestos al sistema de memoria episódica.

Tulving establece una relación muy estrecha entre ambos sistemas. Esta relación varía a lo largo de la historia (Tulving, 1972, 1983, 1985). Si en un principio se plantean como dos sistemas independientes (Tulving, 1972). En 1983 Tulving distingue entre memoria procedimental y memoria declarativa, que incluiría la memoria episódica y la memoria semántica como dos sistemas que actuarían en paralelo aunque relacionados entre sí (hipótesis del paralelismo, que han mantenido otros autores, p.e. Squire, 1986).

Más adelante, Tulving (1984) propone que la memoria episódica podría entenderse como un subsistema de la memoria semántica. De cualquier modo, ambos sistemas estarán estrechamente relacionados, hasta tal punto que el sistema de memoria episódica dependería del conocimiento semántico, siendo imposible su existencia sin éste, de igual forma que la memoria semántica depende del conocimiento procedimental, como sistemas especializados incluidos cada uno en el jerárquicamente superior (hipótesis de la inclusión, Tulving, 1985, 1987).

Procesos de memoria
En este apartado analizaremos cómo los dos modelos en los que nos centramos explican los tres principales procesos de memoria: codificación, retención y recuperación.
 
Codificación
A.- HAM

El modelo de Memoria Asociativa Humana (Anderson y Bower, 1972, 1973) propone que la codificación sigue un proceso de asociación de estímulos. La información se estructura en proposiciones que especifican las relaciones semánticas entre conceptos (Anderson y Bower, 1974) formando redes asociativas.


En una primera fase se asocian a los items unos marcadores de lista que constituyen el contexto en que se presenta la información. La asociación de ambos elementos forman las huellas de memoria, que activan a través de la red de conocimientos dos tipos de nodos: los relacionados sensorialmente con la huella de memoria y los relacionados conceptualmente, que a su vez activan otros nodos relacionados de acuerdo con ambas categorías (propagación de la activación). Los nodos activados que tienen una relación sensorial y conceptual con los items que se presentan al sujeto, afectan también a la composición de la huella de memoria a través de los marcadores de lista, ya que influirán en el significado de la huella de memoria.

Cuando se presenta al sujeto una lista de palabras para ser memorizada el sistema la trata como una unidad simple donde los items que la forman están sujetos a una asociación todo-o-nada. La información sobre el contexto donde se presentó la lista es para el sistema de aprendizaje un conjunto de elementos independientes de la lista pero que servirán para identificarla. Esta información sobre el contexto constituye los marcadores de lista, únicos para cada elemento. La información contextual incluye las características físicas de la presentación del ítem, asociaciones implícitas con el ítem y algunos elementos cognitivos representados en la lista de palabras, como el estado general o la actitud del sujeto, su postura física, su estado fisiológico, y cualquier indicio externo que hubiera aparecido durante la presentación de la lista (Anderson y Bower, 1972).

B.- GAPS
Los procesos de codificación en el modelo de Tulving (1983) implican la formación de una huella de memoria que denomina engrama y que está compuesto por la suma de la información central y de la información contextual. Cada engrama es específico y está influido por otra información almacenada en la memoria y relacionada con él. Esta información es de dos tipos: otros episodios relacionados autobiográfica y/o espacio-temporalmente con el episodio que es objeto de codificación, y conceptos relacionados de la memoria semántica. Esta información se hace accesible por la presentación de la información al sistema y a su vez afecta a su interpretación.

La codificación hace a cada engrama circunstancial y específico, de forma que pueden existir tantas huellas de memoria como codificaciones diferentes se realicen. Esta especificidad viene determinada por la información contextual. Tulving y Thomson (1973) plantean el Principio de Codificación Específica para explicar este aspecto. Según este principio “las operaciones específicas de codificación realizadas sobre lo que se percibe determinan lo que se almacena, y lo almacenado determina qué indicios de recuperación son eficaces para acceder a lo que está almacenado” (Tulving y Thomson, 1973, pág. 359).
Como podemos apreciar existen algunas diferencias entre las explicaciones dadas por el modelo HAM y el modelo GAPS a los procesos de codificación. Aunque analizándolas con detenimiento podemos intuir que las diferencias fundamentales residen en la terminología empleada. Tulving se opone a los procesos asociativos, sin embargo, sin emplear el término asociación plantea que los engramas están compuestos por dos tipos de información que se unen para dar como resultado ese tipo específico de representación. De igual forma las huellas de memoria en ambos modelos activan o hacen accesible otra información almacenada en la memoria y relacionada perceptiva (según Tulving la información episódica es información perceptiva) y conceptualmente, que a su vez, según los dos modelos, afecta a la información que se presenta y se incorpora a la huella de memoria resultante variando su significado.

Si observamos los gráficos descriptivos de las propuestas de los dos modelos podemos observar su similitud. Así pues, podemos afirmar que difieren en cuanto a sus estructuras básicas pero al menos en cuanto a los procesos de codificación las diferencias no son importantes.

Retención
Cuando se habla de retención normalmente se hace referencia no tanto a los procesos implicados en esta fase de memoria sino a qué le ocurre a la información almacenada en la memoria hasta que es recuperada. En términos generales los procesos implicados en esta fase son los mismos que los implicados en los procesos de codificación, porque en la fase de retención se producen sucesivas recodificaciones de la información almacenada. Así, la atención se centra en qué provoca las recodificaciones y cuál es su resultado.

Tanto el modelo HAM como el modelo GAPS consideran que hay dos variables que provocan la modificación de las huellas de memoria: el paso del tiempo y nuevas entradas de información.
 
A.- HAM
El paso del tiempo provoca un debilitamiento de las huellas de memoria que según el modelo de Anderson y Bower (1973) se debe a que la fuerza de las asociaciones entre nodos que forman la red proposicional se debilitan. Pero no es éste el único fenómeno que explicaría el olvido, además interviene un proceso de generalización y de interferencia.

La presentación al sistema de nuevas entradas de información afecta más a la información almacenada durante la fase de retención que el paso del tiempo. Los efectos varían dependiendo de si las nuevas entradas están relacionadas con las huellas de memoria existentes o no. En el caso de entradas relacionadas podemos distinguir entre entradas relacionadas conceptualmente y entradas relacionadas contextualmente.

En el primer caso (relacionadas conceptualmente) se encuentra la aparición múltiple de un mismo concepto en contextos diferentes, dándose un efecto de generalización. Según Anderson y Bower (1973) cuando un concepto aparece en varias estructuras proposicionales se producirá una pérdida de los marcadores de lista correspondientes, aun cuando el concepto permanezca. Al producirse esa representación múltiple se produce una propagación de la activación entre todas las proposiciones en que aparece el concepto, de forma que cuanto más tiempo pasa más posibilidades existen de que un mismo concepto se presente al sistema en contextos diferentes.

Cuando se producen entradas relacionadas contextualmente puede hablarse de interferencia producida de unas estructuras proposicionales sobre otras similares.

La interferencia puede darse de forma retroactiva, del material viejo sobre el que se está aprendiendo; o proactiva, del material nuevo sobre el que ya estaba almacenado.

También se produce interferencia cuando las nuevas entradas no están relacionadas. En términos generales, Anderson y Bower (1973) afirman que la adquisición de nuevas asociaciones tienden a “enterrar” las viejas asociaciones haciéndolas inaccesibles, aunque la interferencia será mayor cuando los estímulos sean similares. Explican la interferencia que se produce cuando se utilizan paradigmas de ensayos interpolados argumentando que aumenta el olvido debido a que los sujetos tienden a repetir patrones asociativos más que a construir nuevos. Aunque este hecho podría llevar a una resistencia a la interferencia si los patrones estimulares se repiten.

B.- GAPS
También el paso del tiempo es uno de los elementos importantes en la fase de retención para el modelo GAPS. Cuanto mayor es el periodo de retención mayor será el deterioro del engrama.
Pero como en el modelo anterior, más importante aun es qué ocurre con la información almacenada durante ese tiempo. El proceso más importante para Tulving en la fase de retención es sin duda alguna la recodificación, que define como los procesos u operaciones que tienen lugar después de la codificación de un suceso original y que provocan cambios en el engrama (Tulving, 1983).

La condición esencial para que se produzca la recodificación de un engrama es que la información nueva que se presenta al sistema tenga alguna similitud con la representada en el engrama. Además, Tulving advierte que las propiedades funcionales de un engrama pueden modificarse debido a todo tipo de actividad mental. Pero, las circunstancias que provocan una mayor recodificación son aquellas en las que se repiten los mismos sucesos, o aquellas en las que se producen sucesos muy similares. El efecto de la repetición puede provocar la confusión entre los diversos sucesos o bien una mayor accesibilidad al engrama original, dependiendo de las características de los hechos interpolados y de las particularidades de la propia codificación.

También aquí podemos distinguir entre nuevas entradas de información relacionadas y no relacionadas con la ya almacenada. Cuando al sistema se presenta información relacionada se producen dos hechos que afectan a las huellas de memoria: la difusión de elementos de la huella y el solapamiento de indicios. La presentación múltiple de un mismo ítem en contextos diferentes dará lugar a la difusión de los elementos de la huella ya que se encontrarán representados en diferentes engramas. Cuando lo que se repite es el contexto de presentación nos encontramos con que unos mismos indicios contextuales pueden servir para acceder a más de un engrama produciéndose un solapamiento.

La entrada de información no relacionada producirá un efecto de integración o de interferencia. Si la nueva información se asimila a los engramas existentes hablaremos de integración de la información nueva en la antigua. Aunque también puede ocurrir que la información nueva no se integre pero interfiera en la accesibilidad de la almacenada previamente.

Recuperación
Tanto en el modelo HAM como en el modelo GAPS podemos distinguir varios apartados respecto a la fase de recuperación: condiciones previas necesarias para que se dé la recuperación, y tareas y/o procesos que intervienen.
 
A.- HAM
Según el modelo de Memoria Asociativa Humana (Anderson y Bower, 1973) para que pueda haber recuperación deben darse unas condiciones previas: a) que exista en el sistema un prototipo del contexto asociado con la presentación de los estímulos (ENTRYSET) con el cual el sistema haya construido una representación del estímulo original y que será el desencadenante del recuerdo, y b) que se presenten en el momento de la recuperación los indicios adecuados que servirán de activadores de los nodos que representan la información. Un conjunto de elementos contextuales puede servir para identificar con éxito cada ítem de una lista de palabras, aunque los elementos aparezcan por separado o conjuntamente.

El elemento más importante de la propuesta de Anderson y Bower (1972, 1973) es que las diferentes tareas de recuperación implican procesos distintos. Distinguen entre tareas de reconocimiento y tareas de recuerdo.
 
Reconocimiento
Cuando se presenta una palabra a un sujeto para ser reconocida, el nodo que la representa se conectaría con otros nodos mediante “marcadores” que contienen información del contexto donde se presentó la palabra, llevándose entonces a cabo dos procesos: el proceso de emparejamiento y el proceso de identificación.


Mediante el proceso de emparejamiento se distingue la información nueva de la ya almacenada, enlazando la información de entrada con las estructuras asociativas. El emparejamiento se produce tanto en la codificación como en la decodificación, mediante la conexión de nodos de memoria y estableciendo correspondencias entre patrones en los procesos de codificación.

El proceso de identificación analiza qué información de la emparejada es útil para codificar, distinguiendo qué información debe ser etiquetada como nueva. Un patrón de entrada y un patrón de memoria son juzgados como equivalentes si tienen un mismo número de conexiones y la misma secuencia de relaciones etiquetando las conexiones.

Ante todo, para Anderson y Bower el reconocimiento implica la recuperación de rasgos contextuales. A este respecto, el modelo presupone dos supuestos específicos para explicar cómo el nodo que corresponde a la palabra se conecta con el nodo contextual. El primer supuesto considera que cuando se presenta la lista de palabras, simultáneamente se activa un elemento o nodo único en la memoria (el marcador de lista) cuyo propósito es codificar el contexto existente durante la presentación de la palabra mediante la interconexión del conjunto de nodos contextuales activos en ese momento. Este marcador actuará como una etiqueta de ese conjunto de elementos contextuales. Sólo un particular conjunto de elementos actuará como marcador de un ítem determinado y no habrá dos marcadores iguales.

El segundo supuesto hace referencia a la probabilidad de que el sujeto forme una asociación entre el nodo de memoria correspondiente a la palabra y el nodo de memoria correspondiente al marcador de lista. Esta asociación tendrá como cometido proporcionar la información de que una determinada palabra ocurrió en un contexto experimental concreto como un hecho particular. Cada proposición facilita en mayor o menor medida la accesibilidad de la palabra y su reconocimiento, dependiendo del grado de asociación existente entre los nodos conceptuales y los contextuales, y de la ambigüedad de las proposiciones. Este grado de asociación explicaría los diferentes grados de confianza, en función de los niveles de familiaridad que supone cada proposición contextual.

Cuantas más evidencias pueda encontrar el sujeto en su memoria acerca de la ocurrencia de la palabra en la lista de estudio mayor será la confianza en su decisión, y más fácilmente se superará el umbral del criterio de decisión. Anderson y Bower (1974) hacen hincapié en la naturaleza inferencial de los procesos de reconocimiento, ya que, según ellos, puede reconocerse una palabra en ocasiones por el mero hecho de que la información proposicional de que disponemos en una prueba determinada nos lleva a inferir su ocurrencia. Sin embargo, también existe un componente automático en el reconocimiento, ya que se produce el acceso automático a las representaciones al presentar el ítem de nuevo al sistema y estar marcado por los elementos contextuales específicos.

Además, tal y como ya habían postulado en 1973 en el modelo HAM, remarcan que la representación de una palabra consiste en una representación sobre el significado de esa palabra. Significado que viene determinado por el contexto en que ésta se presentó (las proposiciones contextuales asociadas). De esta forma explican el efecto que el contexto tiene sobre los procesos de reconocimiento: como una palabra puede tener varios significados, presentar la palabra para su reconocimiento en ausencia del contexto de codificación llevará a fallos de reconocimiento o accesibilidad, porque por esta vía contextual puede accederse a otro significado diferente del aparecido en la lista estudiada.

Recuerdo
Las propuestas sobre el funcionamiento de la memoria ante tareas de recuerdo fueron implementadas por Anderson (1972) en un programa de simulación por ordenador que denominó FRAN (Free Recall in Associative Network). En este marco se postula que cuando un sujeto realiza una prueba de recuerdo pone en funcionamiento un proceso de memoria que tiene dos fases: generación y reconocimiento.


La primera fase genera un conjunto de posibles candidatos para ser recordados. Ya que en las tareas de recuerdo los posibles candidatos no están presentes, debe darse antes un proceso de búsqueda y recuperación de los mismos. Este proceso de búsqueda estará guiado por principios de organización y asociación del material almacenado. Es decir, la búsqueda no se producirá al azar, sino que en ella tendrán un papel destacado los indicios contextuales que servirán de activadores de los nodos que representan la lista de palabras. Los elementos contextuales activan los nodos correspondientes, que están enlazados con conceptos por marcadores, generando los posibles candidatos a través de toda la red asociativa.

Una vez generados los candidatos posibles para ser recordados es necesario decidir si los items generados son los correctos. Esta segunda fase corresponde al segundo subproceso de recuperación, el reconocimiento, del que ya hemos tratado. Según este modelo la diferencia entre recuerdo y reconocimiento se encuentra en que para realizar las tareas de reconocimiento un sujeto necesita emplear únicamente el proceso de discriminación de items correctos (segunda fase), porque se presentan al sujeto los candidatos posibles. Para llevar a cabo las tareas de recuerdo el sujeto necesita poner en funcionamiento ambos procesos, generación y reconocimiento, y los fallos pueden producirse en cualquiera de los dos.

Según Anderson y Bower (1974) pueden distinguirse cuatro fases diferentes de “recuperación”, que explicitan en el marco de los paradigmas de listas de palabras: a) el encadenado asociativo a través de la memoria a largo plazo durante el recuerdo libre, idea tras idea, buscando los significados de las palabras que aparecieron en la lista; b) el examen de los marcadores de lista o las proposiciones contextuales de un significado o idea en el intento de determinar si ese significado ocurrió en la lista; c) la generación de un producto léxico del significado en el recuerdo; y d) el acceso a un significado desde una palabra. El recuerdo implicaría las recuperaciones a), después la b) y finalmente la c), mientras que el reconocimiento implicaría las recuperaciones d) después de b). De esta forma, aunque recuerdo y reconocimiento implican algunos aspectos comunes de recuperación, existen distinciones en términos de otros subprocesos de recuperación.

B.- GAPS
Como en el modelo anterior, también el GAPS explicita que deben darse unas determinadas condiciones como paso previo para que pueda haber recuperación: el sistema debe estar en posición de recuperación y debe presentarse un indicio de recuperación adecuado. La recuperación depende de lo completa que sea la reinstauración de la situación de codificación en el momento de la recuperación. Según el principio de codificación específica (Tulving y Thomson, 1973) únicamente se puede recuperar aquella información que previamente ha sido almacenada, y la forma en que puede ser recuperada dependerá de cómo fue almacenada. Así, para acceder a la información almacenada en la memoria se necesitan los indicios adecuados que se utilizaron en su codificación y que servirán como “pistas” para localizarla.


Este modelo se distingue del anterior en que diferencia entre tareas y procesos. Los procesos de recuperación son comunes a las distintas tareas de recuperación, la diferencia consiste en qué los guía.

Tareas de memoriaTulving (1983) distingue entre tres tipos de tareas: reconocimiento, recuerdo libre y recuerdo con indicios. Cada una de estas tareas se define por el tipo de indicio que se proporciona al sujeto para resolverla. En las tareas de reconocimiento se presentan como indicios de recuperación una copia de los items estudiados, en el recuerdo libre no se proporcionan indicios, mientras que en el recuerdo con indicios se facilitan indicios relacionados contextual y/o conceptualmente con el ítem original.
Aparte de la diferencia entre tareas, Tulving (1983) no considera que haya diferencias respecto a los procesos que intervienen en cada una de ellas. No obstante llega a proponer que el responsable de la ejecución de tareas de recuerdo y reconocimiento pueden ser subsistemas de memoria diferentes, dependientes del sistema de recuperación episódica, aunque reconoce que no existen evidencias claras para poder afirmarlo con rotundidad (Tulving, 1987).
 
Procesos de recuperación
El modelo GAPS distingue entre dos procesos diferentes que intervendrían en distintas fases de la recuperación: el proceso de ecforía y el proceso de conversión. Se denomina proceso de ecforía a aquel que combina la información del indicio de recuperación y el engrama en la información ecfórica. En la memoria episódica, el proceso de ecforía es una actividad constructiva, un proceso “sinergístico” que combina la información (episódica) del engrama y la información (semántica) del indicio. Lo que una persona recuerda de un hecho depende directamente de la cantidad y calidad de información ecfórica relevante.

La segunda fase de recuperación consiste en que la información se hace accesible a la conciencia dando lugar a una experiencia de recuperación que puede ser interna simplemente haciéndose consciente la información, o externa dando lugar a una conducta como una respuesta manifiesta mediante el proceso de conversión. Tulving (1983) denomina experiencia de recuperación a la conciencia subjetiva de la información ecfórica de la persona que recuerda. La experiencia mental de recuerdo son imágenes mentales y conciencia: cuando una persona recuerda un hecho pasado tiene una imagen mental de él y es consciente de que se trata de una réplica de lo que ocurrió en cierta ocasión. De esta forma, el acto de recuperar un determinado episodio puede concluir con la experiencia de recuperación, pero en ocasiones la experiencia de recordar, o la información ecfórica de un recuerdo que no es consciente directamente se convierte en conducta.
 
2.- PROCESOS DE RECUPERACION
Hasta ahora hemos visto dos modelos de memoria que explican la recuperación explícita. Los procesos contemplados implican que el sujeto es consciente de que lleva a cabo una tarea de recuperación. Se trata, por tanto, de procesos de recuperación aparentemente controlados.


Las propuestas sobre memoria que se han visto hasta ahora se centran en procesos activos de búsqueda y recuperación de información. Williams James (1890) ya consideraba la memoria como un mecanismo de dos fases. El reconocimiento, basado en la familiaridad o fuerza de respuesta del ítem, y el recuerdo donde además existe un proceso previo de búsqueda o recuperación. James definió la memoria como el conocimiento de un hecho o acto en el que no hemos estado pensando, con la conciencia adicional de que lo hemos pensado o experimentado previamente. Así, un elemento importante en la memoria es la conciencia de que la información recuperada ha sido experimentada previamente. Cuando tratamos de recuperar un hecho pasado, según James, somos conscientes de dos elementos: a) una imagen o proposición y b) el conocimiento de que ese hecho, objeto o acto reflejado en la imagen o proposición ocurrió o fue adquirido en el pasado personal.

Más adelante, Bartlett (1932) en su libro Remembering planteó en términos modernos el papel activo del sujeto en la memoria, desde entonces todas las actuales teorías de memoria lo recogen. No obstante, diversas investigaciones (p.e., Warrington y Weiskrantz, 1970, 1978) proporcionaron datos que mostraban que las tareas de recuperación pueden llevarse a cabo por vías distintas, que requieren demandas cognitivas diferentes. Utilizando medidas indirectas de memoria se encuentran datos que parecen mostrar que puede haber recuerdo sin un papel tan activo por parte del sujeto. Otras investigaciones (Cohen y Squire, 1980; Graf, Shimamura y Squire, 1985; Graf, Squire y Mandler, 1984; Squire, Shimamura y Graf, 1985) han estudiado las amnesias como déficits de memoria y han mostrado que en ocasiones la información que parecía haberse “perdido”, o al menos era inaccesible a la conciencia, “aparece” cuando se pide a los sujetos respuestas que implican tareas no deliberadas de memoria.

A partir de estas investigaciones surgen nuevos enfoques cuyo eje fundamental consiste en la automaticidad del procesamiento. En este sentido, son interesantes los argumentos de Tulving (1985) sobre diferentes tipos de conciencia asociados a cada uno de los tres sistemas de memoria que propone, así como las matizaciones de Anderson y Bower (1974) sobre la automaticidad e inferencialidad de los procesos implicados en las tareas de reconocimiento.

Durante la década de los ochenta, comienza a hablarse de reconocimiento por familiaridad, que implica la automaticidad de la recuperación, y de reconocimiento por identificación, más cercano a la resolución de problemas, que implica la puesta en marcha de procesos controlados, y que por tanto consumen recursos. De igual forma, aunque más tímidamente, se postula la diferencia entre recuerdo automático y recuerdo controlado.

Procesamiento controlado vs. procesamiento automático
El procesamiento controlado se caracteriza fundamentalmente por demandar recursos atencionales. Esto significa que están influidos por la cantidad de recursos disponibles, por ejemplo las situaciones de doble tarea en las que se observan efectos de interferencia. Las tareas controladas se realizan de forma serial, y no es posible llevarlas a cabo en paralelo. Además, no constituyen rutinas aprendidas, son por el contrario procesos flexibles que se adaptan a situaciones novedosas. El procesamiento controlado es consciente, y debido a la demanda de recursos va acompañado de una impresión subjetiva de esfuerzo.

Los procesos automáticos a diferencia de los controlados, no requieren apenas recursos atencionales, y se realizan sin esfuerzo consciente. Debido a esta característica, son inmunes a la disminución de recursos. No les afectan situaciones de doble tarea ni niveles extremos de activación. Las tareas que se realizan de forma automática pueden hacerse en paralelo, y al no necesitar recursos atencionales nos llevan a hablar de economía cognitiva. La adquisición de estos procesos automáticos se realiza mediante el aprendizaje continuado y una vez adquiridos son difíciles de modificar. Además, se ha encontrado que su puesta en marcha interfiere con nuevos aprendizajes, lo que no ocurre con las tareas controladas (p.e. efecto Stroop).
 
Procesos controlados de recuperación
Los dos modelos de memoria analizados anteriormente, HAM y GAPS, pueden ser considerados fundamentalmente modelos de recuperación controlada. Aún así, entre sus propuestas tratan de explicar algunos fenómenos de la memoria producto del procesamiento automático.
 
A.- HAM
El modelo Memoria Asociativa Humana propuesto por Anderson y Bower (1973) hipotetiza la existencia de varios procesos intervinientes en la recuperación controlada. Como vimos al describir el modelo, propone dos fases en el recuerdo: a) generación de candidatos mediante una búsqueda guiada por los indicios de recuperación a través de las redes proposicionales, y b) reconocimiento de los items generados como pertenecientes a un determinado contexto. En el reconocimiento, proponen a su vez otros dos procesos: identificación y emparejamiento.


Para Anderson y Bower (1972, 1973) la recuperación es un proceso activo en el que el sujeto debe llevar a cabo una serie de pasos que le conducirán a la recuperación de la información almacenada en la memoria. Los procesos descritos cumplen los criterios que definen el procesamiento controlado de la información. Es decir, son procesos que consumen recursos, son flexibles, se adaptan a los requerimientos de las tareas, y se ven afectados por situaciones que implican disminución de recursos. Además, se ven afectados por procesos de interferencia que modifican la información ya almacenada.

Aunque en general el modelo HAM (Anderson y Bower, 1973) es una propuesta de recuperación controlada, trata de explicar algunos fenómenos que implican la recuperación automática de la información, en los que el papel del sujeto es menos activo. Consideran la posibilidad de que bajo determinadas circunstancias, las tareas de reconocimiento se realicen de forma automática, ya que postulan que cuando una palabra se presenta de nuevo al sistema de memoria el acceso a la representación interna de esa palabra se producirá de forma automática.

Este postulado es matizado más adelante (Anderson y Bower, 1974) tras las investigaciones que mostraban que en algunas circunstancias el rendimiento en tareas de recuerdo con indicios podría ser superior al rendimiento en tareas de reconocimiento, y tras los datos que muestran efectos del contexto sobre tareas de reconocimiento (Tulving y Thomson, 1973). Estas evidencias indican que en la resolución de tareas de reconocimiento se dan procesos de búsqueda activa y por tanto la accesibilidad al ítem no se produce de forma automática, aunque la presentación de la palabra sí podría dar lugar al acceso automático de su significado que fue activado y marcado previamente (Anderson y Bower, 1974).

El reconocimiento es por naturaleza inferencial (Anderson y Bower, 1974). Sin embargo, pueden resolverse las tareas de reconocimiento mediante juicios de familiaridad, sin necesidad de recuperar la información ni realizar juicios inferenciales en torno al contexto.

El proceso mediante el cual Anderson y Bower (1972) explican la posibilidad de que la información se haga accesible sin la intención del sujeto es la activación. Cuando se presenta por segunda vez un ítem al sistema, su activación anterior se suma a la nueva activación provocada por su nueva presentación, dando como resultado un aumento de activación que facilitaría su recuperación (Bower, 1981). La fuerza de las asociaciones y un cierto grado de activación es suficiente para juzgar un ítem como viejo.

Anderson (1984) diferencia entre activación automática y atención consciente, que derivan de la memoria procedimental y de la memoria declarativa respectivamente. En los fenómenos de facilitación la activación automática provoca la mayor accesibilidad de la información facilitando la ejecución de la tarea.

Por otro lado, Anderson y Bower (1973) consideran que algunos de los procesos se llevan a cabo de forma automática, aunque el resultado final de la ejecución completa de los procesos de memoria es la recuperación controlada de la información. El proceso de emparejamiento, que conecta las entradas de información con las estructuras asociativas de la memoria, como paso previo al proceso de identificación, se produciría de forma simultánea a través de la estructura asociativa, propagándose la activación en forma de abanico y dando como resultado un ahorro en coste cognitivo (Anderson y Bower, 1973).

B.- GAPS
Tulving plantea un modelo en el que, como en el anterior, los procesos de memoria se llevan a cabo de forma controlada. El modelo de recuperación incluido en el GAPS y denominado por Tulving (1983) ecforía sinergística asume que la memoria consiste en un proceso donde las huellas de memoria (los engramas) se combinan con los indicios de recuperación, formando una memoria consciente de algunos aspectos del hecho original (Tulving, 1976).


No obstante, considera también otras formas de recuperación no consciente. Como ya se ha comentado, Tulving (1983) denomina experiencia de recuperación a la conciencia subjetiva de la información ecfórica de la persona que recuerda. Cuando una persona recuerda un hecho pasado tiene una imagen mental de la representación de ese hecho y es consciente de que se trata de una réplica de lo que ocurrió en cierta ocasión. Tulving (1985) es uno de los primeros autores que plantea el papel de la conciencia en los procesos de recuperación, distinguiendo entre tres tipos diferentes de conciencia.

En 1985 Tulving modifica su concepción de la memoria que pasa de dos sistemas independientes semántico y episódico (Tulving, 1972, 1983) a considerar la memoria compuesta por tres planos jerárquicos, procedimental, semántico y episódico, correspondiendo a cada uno de ellos un tipo diferente de conciencia. Distingue entre conciencia anoética (no conocer), conciencia noética (conocer) y conciencia autonoética (autoconocer). La conciencia autonoética es propia de la memoria episódica y la que permite “conocer” los acontecimientos personales.

El tipo de conciencia que caracteriza cada sistema de memoria es la diferencia fundamental entre los distintos sistemas. Recientemente Tulving y cols. (Wheeler, Stass y Tulving, 1997) afirman que la memoria episódica y semántica son muy similares en tanto que ambas son sistemas cognitivos, ambas modelan el mundo en el sentido de que una persona puede organizar sus contenidos y hacer juicios sobre su verdad o falsedad, la información se registraría de forma similar en el sistema episódico y semántico, ambos permiten adquirir información mediante diferentes modalidades sensoriales, registran información sobre diversos estados del mundo entre los que incluyen el estado interno del sujeto, ambos tiene una accesibilidad flexible vía diversos tipos de demandas, indicios y pistas, y tanto la memoria episódica como la memoria semántica obedecen a los principios de codificación específica y a procesos apropiados de transferencia. No en vano ambos tipos de memoria pertenecerían a las denominadas memorias declarativas. Pero ante todas estas similitudes la diferencia reside en que la memoria episódica depende de la conciencia autonoética. Según Tulving y cols. este tipo de conciencia permite un tipo específico de experiencia que aflora cuando uno piensa retrospectivamente en un momento específico del propio pasado, y conscientemente recupera algún episodio o estado anterior que ha sido experimentado previamente. De esta forma, la memoria episódica y la memoria semántica representan no sólo dos hipotéticos sistemas de memoria sino también dos experiencias conscientes diferentes: autonoética y noética respectivamente (Wheeler, Stass y Tulving, 1997).

Según el modelo de Tulving (1985) el efecto de facilitación que se da en las tareas no deliberadas de memoria se puede explicar desde la memoria de procedimientos, caracterizada por la conciencia anoética, que el sujeto no es consciente de tener. Así, hay organismos que sólo poseen conciencia anoética, carecen de conciencia pero son capaces de registrar perceptivamente y responder conductualmente a aspectos del ambiente presente, sea interno o externo. Sin embargo, las tareas deliberadas o explícitas relacionadas con la memoria semántica y episódica necesitan la conciencia noética y autonoética respectivamente.

La recuperación consciente requiere una serie de procesos que implican búsqueda de información y toma de decisiones similares a las que se llevan a cabo ante una tarea de resolución de problemas. La probabilidad de que un ítem se juzgue como recordado puede servir como índice de la implicación de la conciencia autonoética en la recuperación del mismo (Tulving, 1985). En este sentido, Tulving distingue entre juicios de saber y juicios de recordar, en relación con los distintos tipos de conciencia que acompañan a la experiencia de memoria. Un ítem es juzgado como recordado cuando el sujeto es capaz de establecer los componentes episódicos que lo rodean (conciencia autonoética), es decir en qué circunstancias se presentó el ítem a la memoria. Mientras que será juzgado como sabido cuando la experiencia que se establece implica a la conciencia noética, como experiencia de conocimiento.

Procesos automáticos de recuperación
Otras propuestas ponen más énfasis en explicar la recuperación automática como opuesta a la recuperación controlada. Entre las que podemos distinguir tres tipos: a) aquellas que se basan en los diferentes sistemas de memoria como responsables de uno u otro tipo de recuperación, b) propuestas basadas en diferentes procesos de memoria implicados en la recuperación controlada y la recuperación automática, y c) las propuestas que plantean que la recuperación dependería de la codificación y por tanto la codificación automática implicaría también la recuperación automática.

 
A.- Propuestas basadas en sistemas de memoria
La distinción entre memoria explícita y memoria implícita ha sido utilizada para explicar la recuperación automática (v.g. Bowers y Schacter, 1990; Graf y Schacter, 1985; Schacter, 1985, 1987, 1989, 1992; Schacter, Delaney y Merikle, 1990). La memoria explícita fue definida por Schacter (1987) como la recuperación intencional o consciente de un episodio previamente aprendido, mientras que por memoria implícita hace referencia a aquellos cambios en la ejecución de una tarea o conductas producidas por experiencias previas en pruebas que no requieren la recuperación intencional o consciente de dichas experiencias. Las tareas de recuperación explícita necesitan el procesamiento consciente de la información (Merikle y Reingold, 1991; Parkin, Reid y Russo, 1990), la recuperación consciente del material presentado previamente (Bowers y Schacter, 1990).


Frecuentemente los términos explícito e implícito se asocian más con tareas que con sistemas de memoria, siendo el propio Schacter (1987; Schacter y Tulving, 1994) quien reconoce que no puede hablarse de sistemas de memoria implícitos y explícitos aunque es frecuente encontrar en la literatura esta mención a los sistemas. Los términos explícito e implícito son conceptos descriptivos que se refieren a las diferentes formas en que una memoria puede expresarse (Schacter y Tulving, 1994). Schacter (1992, 1994) propone además una serie de sistemas de procesamiento relacionados con la memoria implícita. Un sistema de representación perceptiva (PRS) es el responsable de los efectos de facilitación. El sistema PRS actúa independientemente del sistema de memoria episódico o declarativo y es el encargado de procesar y representar la información sobre formas y estructuras dejando de lado significados y otras propiedades asociativas de palabras y objetos. Este sistema está compuesto a su vez por otros tres subsistemas: sistema de la forma visual de las palabras, sistema de la descripción estructural y sistema de la forma auditiva de las palabras (Schacter, 1994).

Por otro lado, Hayman y Tulving (1989 a y b) sugieren que los efectos de facilitación se producen por la mediación de un sistema de memoria que denominan cuasimemoria sin huella (QM), de propiedades muy diferentes a las del sistema de memoria episódico. En este sistema QM cuando se produce una presentación sensorial el aprendizaje ocurre por cambios en los procedimientos que operan con los estímulos, y no por el establecimiento de huellas que representen los estímulos originales necesarios para la recuperación consciente. Los cambios en el sistema QM incrementan la probabilidad o rapidez de respuesta ante un determinado estímulo, pero no suponen el conocimiento de que un estímulo se haya presentado en un momento dado.

Propuestas similares son las planteadas por Squire (v.g., Squire, 1986; Squire y Cohen, 1984; Squire, Knowlton y Musen, 1993; Haist, Shimamura y Squire, 1992). Estos autores distinguen dos sistemas de memoria, basados en el conocimiento declarativo y en el conocimiento procedimental (ACT; Anderson, 1976). O más recientemente, entre memoria declarativa y memoria no-declarativa (Squire, 1994).

El conocimiento declarativo es definido por Anderson como el conocimiento de los hechos sobre el mundo, “el saber qué” ; mientras que el conocimiento procedimental es aquel que se refiere a cómo se hacen las cosas, “el saber cómo”. Anderson (1976) los hace análogos a los datos y a los programas en inteligencia artificial, respectivamente; planteando que el conocimiento declarativo se representaba en términos de redes proposicionales y el procedimental en términos de producciones. Según Ryle (1949) ambos tipos de conocimiento se diferencian, en cuanto a su adquisición, en que el declarativo se adquiere como un todo-o-nada y puede obtenerse repentinamente a través de la palabra; el conocimiento procedimental, sin embargo, se adquiere de forma gradual a través de estrategias. Anderson (1976) añade a la distinción que el conocimiento declarativo puede comunicarse verbalmente, cosa que es extremadamente difícil en el caso del procedimental.

Squire y Cohen (1984) recogen la distinción y la plantean en términos de sistemas de memoria; la memoria declarativa y la memoria procedimental son propuestas como dos sistemas diferentes. Squire (1990) les atribuye las siguientes características: a) la memoria declarativa está modelada por el mundo exterior, es explícita, es una memoria para hechos, es flexible y está basada en el aprendizaje con una única presentación; y b) la memoria procedimental es una colección heterogénea de capacidades o habilidades motoras, perceptivas y cognitivas, está basada en los cambios en comportamientos específicos, es responsable de la capacidad para responder a estímulos en situaciones de condicionamiento clásico, recoge los cambios temporales en el proceso de facilitación, es la responsable de los cambios de comportamiento a través de la experiencia, y es implícita. La memoria declarativa es responsable de la recuperación controlada y la memoria procedimental de la recuperación automática.

Posteriormente, Squire (1994) abandona el término memoria procedimental en favor de memoria no-declarativa para referirse a las habilidades de memoria no conscientes, en contraste con la recuperación consciente de hechos y sucesos que define como memoria declarativa, y afirma la similitud de significado entre los términos memoria no-declarativa y memoria implícita.

Entre este tipo de propuestas se encuentra la realizada por Tulving en el marco del modelo GAPS. Según Tulving (1983) el sistema de memoria episódico es el responsable de la recuperación controlada. La recuperación episódica requiere un alto grado de control que permite adaptarse a las demandas situacionales (Wheeler, Stass y Tulving, 1997). Mientras que la recuperación automática de información se lleva a cabo por la mediación del sistema de memoria procedimental, como ocurre en los casos de las tareas de facilitación en las que interviene la conciencia anoética (Tulving, 1985). Sin embargo, existe un aspecto poco claro en esta propuesta, el sistema de memoria semántica también puede dar lugar a la recuperación automática de la información. Las respuestas de saber se realizarían mediante procedimientos más automáticos en los que interviene la conciencia noética. No obstante, la mayoría de las veces la recuperación de material semántico se lleva a cabo de forma controlada. Tulving se ocupa poco de dar explicación a la memoria semántica y esto da lugar a que el papel de la memoria semántica en los procesos automáticos de recuperación no quede suficientemente aclarado.

Más propuestas en favor de un sistema de representación perceptiva han sido expuestos por Gardiner y Parkin (1990). Realizaron un estudio para analizar la relación entre el rendimiento en reconocimiento y la experiencia de recuerdo. Utilizaron el procedimiento de Tulving (1985) para evaluar los dos tipos de experiencia consciente mediante juicios de conocer y juicios de recordar. Los datos encontrados mostraron que la atención dividida afectaba al rendimiento de los items “recordados” pero no tenían efecto sobre las respuestas correctas de items “conocidos”. Gardiner y Parkin interpretan estos resultados como prueba de que las respuestas de recuerdo indican un procesamiento elaborado de memoria episódica, mientras que las respuestas de conocer reflejan un procesamiento de abajo-arriba, una sensación sin huella, que procede de un sistema de representación perceptiva diferente de los sistemas episódico y semántico, como ya lo afirman un año antes Hayman y Tulving (1989 a y b).

Gardiner (1988, Gardiner y Java, 1990) identifica la memoria episódica con el procesamiento conceptual, controlado y consciente, mientras que la memoria procedimental es la responsable del procesamiento perceptivo, más automático. El primer tipo de procesamiento es necesario para que se den repuestas de recuerdo, mientras que el segundo únicamente puede dar lugar a respuestas de saber.

Rajaram (1993) coincide con Gardiner en la identificación de la memoria episódica con la experiencia de recuerdo pero además de un procesamiento conceptual añade el procesamiento perceptivo (los detalles episódicos serían fundamentalmente perceptivos). Roediger, Wheeler y Rajaram (1993) proponen que los juicios de recuerdo reflejan el procesamiento perceptivo o elaborativo, mientras que los juicios de conocer pueden indicar respuestas basadas en la familiaridad o la fluidez perceptiva.

La experiencia de conocer es para la mayoría de los autores (Gardiner, 1988; Gardiner y Java, 1990; Rajaram, 1993; Roediger, Wheeler y Rajaram, 1993) resultado de la ejecución de procesos en la memoria procedimental. Gardiner y Java (1990) relacionan la experiencia de conocer únicamente con la memoria procedimental y el procesamiento perceptivo. Roediger, Wheeler y Rajaram (1993) afirman que las respuestas de conocer están dirigidas por los mismos factores perceptivos que producen la facilitación en las pruebas perceptivas implícitas de memoria. Para Roediger et al. recordar y conocer son dos estados mentales producidos por dos formas independientes de acceder al pasado. El conocimiento parece permitir el acceso a algunos rasgos automáticos de la memoria, quizás parecido a las pruebas implícitas o de facilitación (Roediger, Wheeler y Rajaram, 1993).

También Tulving (1985) propone la independencia entre facilitación y memoria episódica. Además, relaciona la experiencia de conocer, por un lado con la memoria semántica (conciencia noética), aunque por otro lado afirma que los juicios de familiaridad y el efecto de facilitación implican a la memoria procedimental (conciencia anoética). Rajaram (1993) relaciona la memoria semántica y la memoria procedimental con la experiencia de conocer, proponiendo que serían responsables fundamentalmente de los componentes perceptivos, aunque también ciertos componentes episódicos (conceptuales) aflorarían a la conciencia como experiencia de conocer. Rajaram resuelve el conflicto que puede establecerse al identificar la memoria semántica con el procesamiento controlado al tiempo que con las respuestas de conocer aparentemente automáticas, y a la memoria procedimental como responsable de la ejecución de tareas de facilitación propuesto por Tulving (1985), afirmando que pueden distinguirse tres tipos de respuestas: de “recordar”, de “conocer” y “respuestas implícitas”, que formarían parte de un continuo desde lo más consciente hasta lo menos consciente. Estos tres tipos de respuestas, con tres niveles distintos de conciencia, podrían estar asociados a los tres diferentes sistemas de memoria con tres niveles distintos de conciencia propuestos por Tulving. Según Rajaram (1993) los tres tipos de respuesta incluirían componentes perceptivos y conceptuales de memoria en varios grados.

Así pues, pueden distinguirse tres diferentes hipótesis sobre las experiencias de recordar y conocer: de la redundancia, de la exclusividad y de la independencia, cuyas diferencias aún no están resueltas.
- Hipótesis de la redundancia: defendida por Tulving (1985), Jones (1987) y Knowlton y Squire (1995), y según la cual las respuestas de conocer y recordar reflejan la distinción entre memoria episódica y memoria semántica en el sistema declarativo. Son redundantes porque cualquier ítem capaz de provocar una respuesta de recordar podría provocar también una respuesta de conocer.
- Hipótesis de exclusividad: defendida por Gardiner et al. (Gardiner y Java, 1990; Gardiner y Parkin, 1990) y según la cual los items pueden hacerse accesibles mediante la recuperación consciente dando lugar a una respuesta de recordar, o mediante la sensación de familiaridad dirigida perceptivamente dando lugar a una respuesta de conocer.
- Hipótesis de independencia: una alternativa (Jones, 1987; Knowlton y Squire, 1995) consiste en considerar que las respuestas de recordar y conocer proceden de aspectos individuales de la memoria, por ejemplo de procesos independientes responsables de la memoria contextual y de la memoria semántica respectivamente. Esta hipótesis contempla además la hipótesis de la redundancia, ya que considera la posibilidad de que los items que son susceptibles de provocar una respuesta de recordar puedan provocar también una respuesta de conocer, sin embargo, postula que de igual forma los items que dan lugar inicialmente a un respuesta de recordar pueden llegar a ser respuestas únicamente contextuales y en ausencia del contexto adecuado ser inaccesibles, por la pérdida de sus características semánticas.

En resumen, las propuestas basadas en sistemas de memoria argumentan que habría distintos sistemas responsables de la recuperación automática y de la recuperación controlada. Varias propuestas parten de este supuesto, diferenciándose entre sí respecto al nivel de explicación. Mientras las distinciones episódico-semántico y declarativo-procedimental se centran en la naturaleza del conocimiento adquirido, la distinción implícito-explícito se centra en el grado de conciencia con el que se lleva a cabo la recuperación (Hirst, 1989). No obstante, estas propuestas de divisiones y subdivisiones de la memoria en innumerables sistemas quizá no sea más que una forma de complicar la explicación de los procesos de memoria, fundamentalmente teniendo en cuenta que las estructuras del sistema nervioso que soportarían tales sistemas no están perfectamente definidas y que frecuentemente se encuentran problemas de interpretación de las tareas disociativas, tal y como argumentan en contra algunos autores (v.g. Roediger, Weldon y Challis, 1989; Jacoby, 1991).

B.- Propuestas basadas en procesos de memoria
La mayoría de las propuestas elaboradas para explicar la recuperación automática se centran en el tipo de procesos que intervienen en cada forma de recuperación, sin discutir si corresponden a sistemas de memoria distintos. El argumento general en contra de las propuestas basadas en sistemas de memoria suele consistir en indicar la dificultad que existe al establecer las estructuras fisiológicas que soporta cada sistema y los problemas de interpretación de los datos de las tareas que tratan de encontrar disociaciones funcionales entre los distintos tipos de memoria. Profundizar en esta controversia escapa de nuestros objetivos, por eso en el apartado anterior hemos analizando más los aspectos funcionales que plantea cada hipótesis explicativa sobre sistemas de memoria.

El tipo de tareas o las instrucciones (Merikle y Reingold, 1991), el contexto y las metas (Jacoby, Kelley y Dywan, 1989) son algunos de los aspectos esenciales en las propuestas basadas en procesos de memoria.


Las explicaciones de los procesos que intervienen en la recuperación automática y controlada se basan fundamentalmente en la distinción entre la facilitación como paradigma de procesamiento automático y en el reconocimiento por identificación como paradigma de procesamiento controlado, opuesto al reconocimiento por familiaridad en el que no es necesaria la recuperación consciente del estímulo original.

En estas explicaciones existen propuestas basadas en tareas de reconocimiento y propuestas basadas en tareas de recuerdo. En las tareas de recuerdo intervienen procesos inferenciales similares a los de resolución de problemas como paradigma de procesamiento controlado, opuesto a la recuperación de la información mediante el acceso directo a la representación de los estímulos originales.

Reconocimiento
La importancia del reconocimiento al explicar los procesos que intervienen en la recuperación tiene su punto de partida en las propuestas sobre recuperación automática realizadas por Mandler (1980). Mandler define el reconocimiento como un proceso de decisión sobre la ocurrencia previa de un hecho. Esto puede llevarse a cabo mediante dos procesos diferentes: a) por valoración de familiaridad y b) por identificación como resultado de recuperación. El primero de ellos es un camino directo que no precisa de procesamiento consciente, mientras que la identificación es indirecta y requiere de un proceso de elaboración consciente.


Según plantea Mandler (1979) la familiaridad puede deberse a un proceso de integración intraitem, que se fija en los aspectos perceptivos y estructurales del objeto sin tener en cuenta sus relaciones ni propiedades respecto a otros objetos. Esta integración que puede entenderse como una activación de las relaciones intraitem, cuando se trata de un objeto muy conocido puede definirse como una reactivación general de esas relaciones. Este proceso de integración, responsable de la familiaridad de un ítem se da normalmente en ausencia de un proceso de elaboración.

Para Mandler (1980), la identificación necesita emplear el contexto para dirigir la búsqueda y la localización del objeto o suceso en la memoria a largo plazo. Las pruebas de recuerdo y reconocimiento (en el sentido de identificación) necesitan un procesamiento elaborador, una recuperación que puede variar en función de los requisitos particulares de la tarea, que dependen de la naturaleza organizada y estructurada de la memoria a largo plazo.

Sin embargo, las tareas no deliberadas de memoria no necesitan un proceso de elaboración, pueden realizarse mediante integración debido a que la presentación de parte de una palabra activa los componentes del esquema de representación de las palabras relevantes, y a que la activación mutua entre los componentes se difunde más rápido (se ve facilitada) en el caso de la palabra presentada previamente, lo que provoca familiaridad y fluidez perceptiva. Estos dos procesos, el de activación y el de integración, son para Mandler procesos automáticos; es decir, no requieren control ni gasto de recursos cognitivos para ser ejecutados. Mientras que el de elaboración es un proceso controlado.

Estas propuestas parecen ser confirmadas por Graf y Mandler (1984) en una serie de experimentos en los que encuentran que el procesamiento en profundidad de la información (procesamiento semántico vs. no-semántico) afecta a las tareas que implican la reconstrucción de las huellas de memoria como el recuerdo y el reconocimiento, mientras que no parece afectar a las tareas que implican la recuperación directa de la información por un efecto de facilitación, como por ejemplo en las tareas de completar palabras. A lo largo de tres experimentos encuentran disociaciones entre las tareas explícitas de recuerdo libre, recuerdo con indicios y reconocimiento, y la tarea implícita de recuperación consistente en completar palabras.

Graf y Mandler concluyen que para resolver tareas de memoria se pueden emplear dos tipos de procesos: a) la activación de una representación mental que facilita la accesibilidad de la información almacenada, y b) la elaboración que establece relaciones entre los diferentes componentes mentales de los contenidos e incrementa su probabilidad de recuperación. Estos autores argumentan que para resolver las tareas explícitas de recuperación es preciso llevar a cabo procesos de toma de decisión, como por ejemplo si una determinada palabra se presentó en un contexto determinado de estudio. Esta decisión posibilitará que los procesos de búsqueda concluyan satisfactoriamente. Esto es, las tareas explícitas de recuperación necesitan procesos conscientes. Mientras que en las tareas implícitas de recuperación la información “viene a la mente” sin la intervención de procesos conscientes (Graf y Mandler, 1984).

Cuestiones similares plantean Jacoby y Dallas (1981) en una serie de experimentos en los que analizan dos tipos de reconocimiento, reconocimiento perceptivo y memoria de reconocimiento, teniendo en cuenta distintas variables. El reconocimiento perceptivo se lleva a cabo mediante juicios de familiaridad que implican procesos automáticos; mientras que la memoria de reconocimiento coincide con el reconocimiento por identificación como resultado de procesos de elaboración planteado por Mandler (1980). Los datos encontrados muestran que ambos tipos de reconocimiento se ven afectados por variables como la repetición o el intervalo de presentación, aunque al reconocimiento por identificación además le afectan variables que implican diferentes niveles de procesamiento de la información (como la elaboración) y que no afectan al reconocimiento perceptivo. El reconocimiento perceptivo se lleva a cabo teniendo en cuenta información física o grafémica. Ante estos resultados Jacoby y Dallas proponen dos formas de reconocimiento diferentes, en términos semejantes a los propuestos por Mandler (1980). Una tarea de reconocimiento puede realizarse mediante juicios sobre la fluidez perceptiva o mediante procesos de toma de decisión que implican la recuperación del contexto en que se codificó la información. El reconocimiento perceptivo se lleva a cabo sólo mediante juicios de fluidez perceptiva, mientras que para realizar un reconocimiento por identificación es imprescindible la recuperación del contexto. Jacoby y Dallas proponen que los procesos basados en la fluidez perceptiva son automáticos y se producen normalmente cuando se realizan reconocimientos por adivinación. Mientras que los procesos que se llevan a cabo cuando el sujeto necesita recuperar el contexto para responder de forma analítica a las tareas (procesos de toma de decisión) son conscientes y controlados.

No obstante, Jacoby (1989) y, más posteriormente, Whittlesea y Williams (2000) afirman que la fluidez de procesamiento no tiene porqué estar asociada a sentimientos de familiaridad, siendo ésta el resultado de la discrepancia entre la fluidez esperada y la real. Por los datos encontrados por estos autores podría afirmarse que las demandas de la tarea y el contexto podrían jugar un papel importante, ya que sus datos indican que un ítem considerado familiar en una presentación aislada podría considerarse nuevo en una presentación contextual.

Jacoby y Dallas relacionan su distinción con la propuesta de Tulving (1972) que distingue entre memoria episódica y memoria semántica. El reconocimiento por identificación es una tarea de memoria episódica, ya que depende de que se haya formado una huella episódica; mientras que el reconocimiento perceptivo es una tarea de memoria semántica que depende solamente del nivel de activación de la representación semántica del ítem evaluado. Este hecho explica por qué variables como el nivel de procesamiento del material afectan al reconocimiento por identificación y no al reconocimiento perceptivo, puesto que el nivel de procesamiento influye en la probabilidad de que se forme una huella episódica. En esta dirección, Jacoby (1982) señala que el escaso rendimiento en tareas de reconocimiento que presentan los sujetos amnésicos se explica porque no son capaces de utilizar espontáneamente procesos de elaboración durante la fase de estudio de la información y tienden a basarse en una identificación perceptiva para resolver las tareas de reconocimiento.

En este sentido, es importante el tipo de procesos implicados en las memorias semánticas y en las episódicas. En la recuperación de información semántica el sujeto no es consciente del contexto en que se adquirió ese conocimiento. Sin embargo, una de las características principales de la memoria episódica es precisamente que el sujeto es consciente de estar recordando una experiencia previa (Tulving, 1983). En el primer caso se habla de experiencia de conocimiento y en el segundo caso de experiencia de recuerdo. De esta forma, el reconocimiento perceptivo (tarea de memoria semántica) no requiere que el sujeto sea consciente de que está recuperando para que aparezcan efectos del estudio previo. En cuanto al papel de la conciencia en el reconocimiento, Jacoby y Dallas (1981) proponen que cuando se produce un reconocimiento basado en la fluidez perceptiva el sujeto no tiene conciencia de estar recuperando información, mientras que cuando se basa en procesos de elaboración dicha conciencia existe.

Más adelante (Jacoby, 1991, 1994) enfatiza en su propuesta el componente intencional de la recuperación controlada para diferenciarla de la recuperación automática. La facilitación que se produce en una tarea indirecta de memoria no necesita ir acompañada por ningún tipo de intención de recordar o conciencia de hacerlo, mientras que la ejecución de una tarea directa de memoria requiere que los sujetos recuperen intencionalmente un episodio pasado. Sin embargo, Jacoby (1991) argumenta que la distinción entre tareas directas e indirectas de memoria únicamente es una distinción entre tareas y no entre procesos. Ante los problemas que aparecen en la interpretación de los datos de tareas indirectas (ya que la ejecución de estas tareas puede verse “contaminada” por el uso intencional de la memoria) propone un paradigma de disociación de procesos. Este paradigma se basa en que en la ejecución de una tarea intervienen tanto la recuperación intencional (controlada) como la no intencional (automática), y que la manipulación de ambos tipos de procesamiento debería mostrar efectos diferenciales que permitirían detectar constantes en el procesamiento.

Jacoby (1989, 1991, 1994) propone la hipótesis de la atribución de discrepancia para explicar el origen del sentimiento de familiaridad en las tareas de reconocimiento (a la que se suman otros autores, como por ejemplo Whittlesea y Williams, 1998, 2000, 2001 aportando datos que la confirman). Según esta hipótesis ante una tarea de reconocimiento se evalúa la coherencia de su procesamiento. Cuando las características cualitativas del procesamiento son percibidas como discrepantes con lo esperado, los sujetos se embarcan en procesos atribucionales. El sentimiento de familiaridad aparece cuando la discrepancia percibida es atribuida a una experiencia previa. Los procesos de atribución de discrepancia no serían automáticos y dependerían de la actitud que los sujetos adoptan hacia su procesamiento definida por la tarea y el contexto.

Recuerdo
Otro tipo de propuestas son las que tratan de explicar la recuperación automática en tareas de recuerdo y que se basan en que en estas tareas intervienen procesos inferenciales similares a los de resolución de problemas como paradigma de procesamiento controlado, opuesto a la recuperación de la información mediante el acceso directo a la representación de los estímulos originales, de forma que puede diferenciarse entre recuerdo intencional y recuerdo incidental.


Jacoby (1991) propone que la ejecución de tareas de recuerdo refleja una mezcla entre recuperación intencional e influencias automáticas de memoria, igual que ocurre en tareas de reconocimiento. Además, las adivinaciones correctas en una tarea de recuerdo con indicios reflejan los mismos procesos automáticos que los que intervienen en la ejecución de una tarea indirecta de memoria (Jacoby y Hollingshead, 1990).

Jones (1982,1987) propone que el acceso directo a la huella de memoria tiene un alto componente de procesamiento automático. El acceso indirecto implica la búsqueda y generación de la información, y procesos de toma de decisión acerca del origen de los recuerdos, cercanos a las tareas de resolución de problemas y en los que están implicados procesos controlados. Según Jones, la recuperación que implica procesos automáticos se explicaría mediante el principio de codificación específica (Tulving y Thomson, 1973) mientras que la recuperación indirecta se explicaría mediante los modelos de generación-reconocimiento (Anderson y Bower, 1973). La ruta directa (más automática) tiene en común con el principio de codificación específica que el grado de solapamiento entre la información que proporciona la recuperación y la información de la huella de memoria es lo que permite que el acto de recuperación sea un éxito o un fracaso. Sin embargo, la ruta indirecta, a través de toda la red, implica esfuerzo y gasto de recursos cognitivos y sería similar al proceso de generación de candidatos en los modelos de generación-reconocimiento (Jones, 1987).

Baddeley (1982, 1990) distingue también entre dos tipos de recuperación: recollection y evocación automática de la información por los indicios de recuperación adecuados. Recollection hace referencia al aspecto de solución de problemas activo de la recuperación que juega un importante papel en el recuerdo. Es, pues, un proceso activo que incluye la búsqueda mediante indicios de recuperación, la evaluación de los candidatos y la construcción sistemática de la representación de una experiencia pasada que pueda ser aceptable. La elaboración y el nivel de procesamiento afectan de forma importante a este tipo de recuperación. La recuperación automática por la vía directa de la accesibilidad que producen los indicios se explica según Baddeley mediante el principio de codificación específica (Tulving y Thomson, 1973), como también propone Jones (1982). Un aspecto interesante de esta propuesta es la distinción que Baddeley hace del tipo de contexto que interviene en los distintos tipos de recuperación. Dependiendo del papel que este contexto juega en el procesamiento de la información en la memoria puede ser independiente o interactivo. El contexto independiente se procesa automáticamente y facilita la accesibilidad de la información, y el contexto interactivo se procesa de forma consciente y controlada y juega un papel fundamental en los procesos de búsqueda y recuperación proporcionando datos que permiten, empleando estrategias de solución de problemas, tomar decisiones sobre la recuperación. En este sentido, Jacoby (1994) ha propuesto que el contexto asociativo, que sería del tipo definido por Baddeley como independiente, tiene efectos tanto sobre la recuperación intencional (controlada) como sobre la recuperación automática, de forma similar al efecto que tendría el contexto independiente.

No obstante, en los argumentos anteriores se encuentran algunas contradicciones tanto con tareas de recuerdo como de reconocimiento. Por un lado existen dos tipos de reconocimiento, uno basado en la familiaridad que no requiere la recuperación consciente ya que se da de forma automática, y otro basado en procesos de elaboración que requiere la recuperación consciente de la información y donde el significado o distintividad de la codificación es importante. El primer tipo de reconocimiento (basado en familiaridad) es el que se lleva a cabo cuando se ejecutan tareas implícitas de memoria, que Jacoby y Dallas (1981) relacionan con la memoria semántica. El segundo tipo de reconocimiento (basado en procesos de elaboración) se da cuando se ejecutan tareas explícitas de memoria que están relacionadas con la memoria episódica. De acuerdo con esto se espera que las tareas implícitas no estén influidas por variables que implican diferentes grados de elaboración ni por variables contextuales, mientras se espera que las tareas explícitas sí estén influidas por estas variables (Tulving, 1983). Sin embargo, Jacoby (1994; Jacoby y Dallas, 1981) afirma que tanto el reconocimiento perceptivo como el reconocimiento por identificación están influidos por el contexto.

Concretamente, el efecto de la manipulación del contexto sobre tareas implícitas se ha puesto de manifiesto en numerosos experimentos. Un amplio estudio donde aparecen efectos del contexto sobre tareas implícitas de decisión léxica y de completar palabras fue realizado por Lewandowsky, Kirsner y Bainbridge (1989). A partir de los datos encontrados a lo largo de cinco experimentos y de otros estudios de diferentes autores (Graf y Schacter, 1985, 1987), Lewandowsky et al. afirman que la manipulación del contexto que afecta al significado del material afecta también a las tareas implícitas, mientras que la manipulación del contexto que no juega un papel importante en el significado del material será indiferente. Incluso se ha planteado recientemente la posibilidad de que contextos internos (emocionales) afecten más a las tareas implícitas que a las explícitas (Tobías, Kihlstrom y Schacter, 1992).

Al menos, se pueden encontrar dos posibles explicaciones a esta contradicción. Una explicación procede de las propuestas que acabamos de ver (Baddeley, 1982, 1990; Jones, 1982), que argumentan que el recuerdo puede realizarse por la intervención de procesos inferenciales o por el acceso directo a la información, donde la codificación tiene una gran importancia. Además, Baddeley (1982) ha propuesto otra explicación según la cual existe un tipo de contexto que afecta a la recuperación automática facilitando la accesibilidad y otro tipo de contexto que afecta a la recuperación elaborada que juega un papel importante en los procesos de búsqueda, argumento compartido por otros investigadores (Jacoby, 1994).

Jacoby (1991) expone algunos argumentos en contra de la propuesta que considera que la familiaridad refleja únicamente la memoria para características perceptivas de los items y que por tanto está libre de efectos contextuales. En algunas tareas indirectas de memoria el procesamiento semántico juega un papel importante, ya que necesita el contexto para proporcionar el significado oportuno, mientras que para otras tareas indirectas no es preciso poner en marcha procesos de naturaleza semántica. Podemos, por tanto, distinguir varios tipos de tareas de facilitación en función del tipo de procesamiento que se lleva a cabo. Mandler (1980) propuso que la familiaridad puede ser producto tanto de la activación de relaciones intraitem como de la activación de una representación de las características perceptivas de un ítem, de lo que se deduce la independencia contextual. Aunque las características perceptivas de un ítem pueden permanecer constantes a través de las situaciones, lo que se almacena en la memoria son las operaciones utilizadas para ocuparse de un ítem en el contexto de una tarea determinada, lo que hace necesario hacer referencia a la familiaridad en términos de la tarea que está realizando el sujeto. Según Jacoby (1991), la familiaridad no es un simple correlato entre algunas características de una huella de memoria con una determinada fuerza, sino que debe entenderse más bien como un aumento de las relaciones entre items. En este sentido, la familiaridad es dependiente de contexto como un resultado de los cambios en la tarea y en las situaciones.
De forma similar, Hirst (1989) replantea la distinción entre tareas de memoria implícitas y explícitas, y postula una alternativa que denomina Modelo de Coherencia. Según este modelo, cuando se codifica un determinado hecho se codifica al tiempo todo aquello relacionado con él, porque los hechos no se presentan aislados sino ricamente interconectados en una secuencia de hechos que tienen lugar en un contexto espacio-temporal. La dificultad de los amnésicos en resolver tareas explícitas no está en la codificación del contenido de los hechos, sino en la localización en la memoria del contexto adecuado. Hirst (1989) propone la existencia de sistemas independientes de memoria, unos implicados en la codificación del contenido y otros implicados en la codificación del contexto. Mientras que en el recuerdo y en el reconocimiento por identificación es necesaria la reconstrucción de los hechos, para el reconocimiento perceptivo es innecesaria la reconstrucción, y es posible acceder a la memoria “directamente”.


C.- Propuestas basadas en una recuperación dependiente de la codificación
El tipo de procesamiento seguido en los procesos de codificación puede llevar a un tipo u otro de recuperación. El nivel de procesamiento (Craik y Lockhart, 1972; Craik y Tulving, 1975) y la integración contextual (Craik, 1989) están en la base de las hipótesis que proponen que la distinción entre recuperación automática y recuperación controlada depende de cómo se codificó la información, de qué tipo de información fue codificada y de a qué profundidad. Es decir, depende de la información que está disponible y de las exigencias de procesamiento. Según el principio de codificación específica (Tulving y Thomson, 1973) las operaciones seguidas en el proceso de codificación determinan qué información se almacena, y esto define qué indicios son eficaces para acceder a la información almacenada. El contexto (los indicios) juega un papel importante en los procesos de codificación, integrándose con los estímulos originales formando el engrama. También es importante el contexto en los procesos de recuperación, ya que para acceder a la información almacenada en la memoria se necesitan los indicios adecuados que se utilizaron en su codificación y que servirán como pistas para localizarla (Tulving y Thomson, 1973). Por este motivo, el tipo de tareas o las instrucciones (Merikle y Reingold, 1991) y las características de la información (Johnson, 1983; Roediger, 1990) son algunos de los aspectos esenciales en este tipo de propuestas.

Según una propuesta formulada por Roediger (1990; Roediger y Blaxton, 1987; Roediger, Weldon y Challis, 1989; Roediger, Wheeler y Rajaram, 1993), se puede distinguir entre tareas dirigidas por los datos que precisan una recuperación perceptiva y tareas dirigidas conceptualmente en las que es necesaria una recuperación elaborada (Roediger y Blaxton, 1987). El tipo de datos que guía el procesamiento que se lleva a cabo es la característica que diferencia las tareas directas o explícitas de memoria (que requieren la recuperación consciente), de las tareas indirectas o implícitas (como el reconocimiento perceptivo que se da en tareas de facilitación). La diferencia en el rendimiento entre uno y otro tipo de tareas puede ser debida a que el procesamiento que se lleva a cabo esté dirigido perceptivamente en unos casos y conceptualmente en otros. Roediger y Blaxton (1987) consideran que el procesamiento en las pruebas implícitas de memoria puede ser dirigido perceptiva y/o conceptualmente, mientras que en las tareas explícitas el procesamiento está dirigido sólo conceptualmente (Roediger, 1990). Teniendo esto en cuenta, pueden distinguirse dos tipos de tareas de facilitación. La ausencia de efecto del contexto sobre las tareas de facilitación puede ser debida a la utilización de pruebas dirigidas por los datos (perceptivamente), como por ejemplo emplear pruebas de completar palabras. En este caso para realizar la tarea se requiere un procesamiento superficial. Sin embargo, hay otras pruebas de facilitación que están dirigidas conceptualmente, por ejemplo las tareas de facilitación semántica en las que se pide al sujeto que proporcione elementos de una categoría determinada. Los datos encontrados por Lewandowsky et al. (1989) confirman esta hipótesis porque muestran los efectos del contexto significativo sobre las tareas implícitas. El tipo de tareas que utilizan requieren el procesamiento semántico del material y la realización de procesos de elaboración (formar frases) durante la codificación, que implican juicios gramaticales y de decisión léxica, como paso previo a tareas de completar palabras.
Esto también se confirma en algunos datos obtenidos con sujetos que presentan problemas de memoria. Se ha encontrado (Beato y Fernández, 1995) que sujetos depresivos con déficits de memoria cuyo rendimiento en tareas explícitas es muy bajo rinden normalmente en tareas implícitas dirigidas perceptivamente, sin embargo muestran un déficit importante en tareas implícitas dirigidas conceptualmente.

El tipo de información que dirige el procesamiento y las demandas de la tarea determinan que la recuperación sea automática o controlada. Podemos decir que las tareas dirigidas por los datos implican un procesamiento perceptivo y que las tareas conceptuales requieren un procesamiento semántico. Para resolver las tareas dirigidas por los datos se lleva a cabo un procesamiento automático y para resolver las tareas dirigidas conceptualmente se requiere un procesamiento controlado y consciente. Estos postulados que hacen referencia principalmente a procesos de recuperación, tienen su análogo en los procesos de codificación.

En este sentido, se ha propuesto que cierto tipo de información puede ser procesada de forma automática. A finales de los años setenta, Hasher y Zacks (1979) proponen la existencia de procesos automáticos y controlados en la memoria. A lo largo de una serie de experimentos analizan algunos aspectos de la información que, para ser codificados, requieren recursos atencionales mínimos, y que denominan automáticos. Estas operaciones automáticas de la memoria funcionan a un nivel constante bajo circunstancias muy diversas que implican grados distintos de recursos disponibles y no se benefician de la práctica. Estos procesos automáticos procesan información de los sucesos como su frecuencia de ocurrencia, su localización espacial y temporal, y el etiquetado. Más adelante, Hasher y Zacks (1984) confirman estos resultados respecto a la frecuencia de ocurrencia de un suceso. No obstante, estos datos han sido refutados en experimentos llevados a cabo por otros investigadores que con medidas diferentes de memoria han mostrando que la frecuencia de ocurrencia es sensible a variables como la intención, las tareas de atención dividida o a las estrategias de codificación que afectan a los niveles de procesamiento (Greene, 1984, 1986; Naveh-Benjamin y Jonides, 1986); de igual forma, se han encontrado evidencias opuestas a la automaticidad del procesamiento de aspectos como la localización espacial (Naveh-Benjamin, 1987, 1988) y la información de orden temporal (Naveh-Benjamin, 1990, Troyer y Craik, 2000). Sin embargo, Ellis (1990) encontró, con una tarea distinta a la utilizada por Naveh-Benjamin, que la codificación espacial cumplía con los criterios de automaticidad.

Una explicación a la contradicción entre los datos obtenidos por unos y otros experimentadores se encuentra en los trabajos de Bargh (1982, 1988; Bargh y Pietromonaco, 1982), que teniendo en cuenta las propuestas de Hasher y Zacks (1979), muestran que algunos aspectos relacionados con información relevante para el sujeto y relativos a la percepción social y a la interpretación de situaciones se procesan de forma automática. Algunos aspectos del suceso pueden ser procesados automáticamente siempre y cuando tengan relevancia para el sujeto respecto a unas metas específicas (Bargh, 1988) o se vean afectados por constructos crónicamente accesibles (Bargh y Pietromonaco, 1982; Diges, 1995) que facilitarán su procesamiento incrementando la automaticidad de codificación para poder dirigir los recursos disponibles a la codificación consciente de otro tipo de información del suceso.

Un último modelo que tiene muy en cuenta cómo se codificó la información, cuál es su origen, qué información se encuentra asociada con la información original, y qué procesos intervienen en la recuperación dependiendo de esa codificación y de las demandas de la tarea es el planteado por Johnson (1983, 1992), que distingue entre dos tipos de procesamiento: procesamiento reflexivo y procesamiento perceptivo. Johnson (1983) propone un modelo de memoria, multiple-entry modular system (MEM), según el cual el sistema de memoria como un todo implica un conjunto de subsistemas separados: el sensorial, el perceptivo y el reflexivo. El subsistema de memoria sensorial contiene información sobre aspectos elementales de la percepción como luminosidad de los objetos, dirección del movimiento o el tamaño, y es la base de algunas habilidades motoras (memoria procedimental). El subsistema perceptivo representa información perceptiva de alto nivel como la experiencia consciente de un conjunto de objetos. El subsistema reflexivo representa información sobre hechos generados internamente como pensamientos, imaginaciones o planes. Todas las huellas de memoria se encuentran representadas en los tres subsistemas, sin embargo la extensión de la representación de una huella en un subsistema único varía en función de la naturaleza del hecho que originó la huella de memoria. Es decir, la recuperación está determinada por la codificación.

El procesamiento elaborado de la información incluye juicios acerca del origen de los recuerdos. Los procesos de control de la realidad (Johnson y Raye, 1981; Johnson, Hashtroudi y Lindsay, 1993) permiten diferenciar las huellas de memoria respecto a su origen. Mediante los atributos de las memorias podemos discriminar si reflejan un hecho ocurrido en la realidad o sólo en la imaginación. Johnson y Raye proponen que las memorias perceptivas contienen más detalles sensoriales y contextuales y más información semántica, mientras que las memorias autogeneradas contienen más alusiones a procesos cognitivos. Mediante procesos de razonamiento se comparan estos atributos característicos de cada tipo de memoria con los de la huella objeto de recuperación, con otras huellas relacionadas y con los conocimientos sobre el funcionamiento de memoria.

Pero también puede darse un procesamiento automático de algunos rasgos. Johnson (1992; Johnson, Hashtroudi y Lindsay, 1993) adopta las propuestas de Hasher y Zacks (1979) sobre el procesamiento automático y propone que éste se produce por la mediación del sistema de procesamiento sensorial que en 1992 incluye en el sistema de procesamiento perceptivo.

El sistema perceptivo está compuesto por dos subsistemas: P-1 encargado de localizar, resolver la configuración, rastrear y extraer invariantes de los estímulos (estos procesos se producen de forma no consciente); y P-2 encargado de emplazar espacialmente los objetos en su relación con otros, identificar, examinar perceptivamente y estructurar o abstraer los estímulos como un conjunto organizado.

El sistema reflexivo está compuesto por el subsistema R-1 encargado de observar relaciones, fijar la atención, refrescar la información que permanece activa y reactivar la que está fuera de la conciencia; y el subsistema R-2 es el encargado de descubrir, iniciar, repetir, y recuperar información. Este subsistema R-2 actúa de forma análoga al anterior subsistema R-1, pero de forma más deliberada. La actuación del subsistema R-1 produce la recuperación incidental de la información, mientras que la actuación del R-2 produce la recuperación intencional. El control y seguimiento de los procesos activos en R-1 se realiza mediante procesos de supervisión y el de los procesos activos en R-2 mediante procesos ejecutivos.

En resumen, la principal característica del modelo MEM es que los rasgos de las huellas de memoria y las demandas de la tarea pueden implicar un tipo u otro de recuperación según los mecanismos de memoria que se pongan en marcha. Este modelo comparte algunos aspectos con las propuestas basadas en sistemas de memoria, aunque Johnson (1992) no utiliza el término sistema según su definición estándar.

CONCLUSIONES
Hasta aquí se han analizado algunas de las principales propuestas que tratan de explicar los procesos de recuperación. Estas propuestas giran en torno a un eje fundamental: la distinción entre la recuperación controlada y la recuperación automática.


Los modelos HAM de Anderson y Bower (1972, 1793, 1974) y GAPS de Tulving (1983) constituyen la base de las propuestas sobre recuperación controlada (Baddeley, 1982; Jones, 1982). Las teorías sobre niveles de procesamiento (que no se han contemplado aquí por tratarse más de propuestas sobre los procesos de codificación que sobre los de recuperación) constituyen la base de algunas de las propuestas explicativas sobre la recuperación automática dependiente de los procesos de codificación (Roediger, 1990; Roediger, Weldon y Challis, 1989), fundadas en el principio de codificación específica (Tulving y Thomson, 1973). Además existen otras dos propuestas que distinguen entre recuperación automática y controlada, una se basa en sistemas diferentes de memoria responsables de cada tipo de recuperación, y la otra se basa en que en la recuperación controlada y en la automática están implicados procesos de memoria distintos.

Analizando globalmente todas las propuestas se pueden destacar varios puntos que distinguen entre recuperación controlada y automática: el tipo de información objeto de la recuperación, el objetivo de la recuperación, el tipo de tareas utilizado, los procesos implicados y el tipo de experiencia a que dan lugar. En todos ellos ocupa un lugar destacado el contexto.
 

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Fuente: Manzanero, A.L. (2008): Aspectos básicos de la memoria. En A.L. Manzanero, Psicología del Testimonio (pág. 27-45). Madrid: Ed. Pirámide.http://www.psicologiadeltestimonio.com/
Psicología de la Memoria: psicologiadelamemoria.blogspot.com.ar
Antonio L. Manzanero, profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid. España
 
Libro: Memoria de Testigos: Obtención y valoración de la prueba testifical. Ed. Pirámide (2010)*


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