viernes, 1 de marzo de 2013

Nuevos problemas y desafíos para enfrentar la criminalidad económica

Las primeras décadas de desarrollo de nuestra democracia nos han demostrado que no es sencillo enfrentar el fenómeno de la criminalidad. No lo es por diversas razones: una de ellas tiene que ver con el doble problema de la rápida evolución de las formas de criminalidad y, por el contrario, la lenta, morosa y errática actualización de las instituciones que deben prevenirla o reaccionar contra ella. Es este contexto el que realza la creación de la nueva Procuraduría especializada en Criminalidad Económica y lavado de activos. Compartimos el análisis de Alberto Binder, vicepresidente del Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales. INECIP.
 
El problema de la Criminalidad Económica también ha tenido un desarrollo exponencial, acompañando las nuevas formas de Capitalismo Financiero, que tanto desorden, crisis y locura está generando en la actualidad. La facilidad con la que la actividad especulativa deriva en una francamente criminal, con una capacidad de daño sobre la economía real antes vista, nos obliga a nuevas e inteligentes formas de prevención y castigo de quienes pasan esos límites. ¿Queremos expandir el mercado de capitales? Inmediatamente allí se instalarán formas ilícitas de especulación ¿Queremos bancarizar hasta la vida económica de los más sencillos? En esos flujos financieros se entreverará formas ilegales. ¿Queremos expandir el gasto público? Allí la cartelización, la corrupción y el fraude harán su nido rápidamente. ¿Qué nos enseña esto? Que la necesidad de tener una economía diversificada, seria, autónoma, que no quede expuesta a las más simples y generalizadas maniobras de especulación, nos obliga a una vigilancia permanente, cotidiana, inteligente y firme como antes no era imaginada. Si una economía desregulada se desliza con prontitud a una plagada de formas criminales, una economía regulada que no se toma en serio el control, permite la misma instalación de esa delincuencia, introduciendo los costos que toda regulación tiene por su propia naturaleza. Regulación sin control efectivo es un pésimo negocio.

Claro está que no le corresponde a la nueva institución (Procelac, por sus siglas) concentrar ese control, pero si le corresponde desarrollar un nuevo liderazgo para cambiar las formas actuales de control, prevención y castigo de la criminalidad económica, generando nuevas formas de cooperación, desarrollando nuevas estrategias, construyendo una nueva capacidad de investigación, en fin, reorganizando el actual sistema, que no se caracteriza por falta de recursos, sino por falta de orientación, dinamismo y efectividad.

Por otra parte, existe otra dimensión de gran importancia: hoy muchas formas de criminalidad común se expanden como mercados ilícitos, que generan violencia y se aprovechan de las situaciones de marginalidad para ofrecer oportunidades de trabajo a sectores jóvenes que luego son víctimas de la violencia social como de la selectividad del sistema penal que se encarga solo de ellos, dejando intacta la expansión de mercado y su capacidad de reclutar. Investigar, obstaculizar, castigar el flujo de dinero de esos mercados es hoy una de las herramientas principales para enfrentar a esos mercados en el corazón de dinámica.

La nueva institución del Ministerio Público Fiscal, que debe enfrentar estos desafíos, se enfrenta a otros más domésticos pero no menos importantes. Se trata de superar el trabajo burocrático de los fiscales, acostumbrados a pasar largas horas leyendo un expediente, incapaces de comprender las estrategias político-criminales, sin costumbre de trabajar en equipo y de enfrentarse a la realidad y no a las hojas del sumario. La Procelac nace con la intención de superar esa forma de trabajar y perfiles el ministerio público fiscal que esta época de nuestro país necesita. Es el germen de una nueva forma de trabajo que hoy se entiende ya como indispensable. Creo, en consecuencia, que es hora de brindar todo el apoyo a esta nueva forma de trabajo. Como sucede en todas las cosas, el tiempo tendrá la última palabra; pero el tiempo no es mero transcurso, sino esfuerzo decidido de todos los que aspiramos a una democracia que no quede en manos de las mafias.

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