lunes, 14 de enero de 2013

Medios y miedos... de la comunicación.

Por: R. Omar Rincón
Investigador y profesor de Comunicación y Televisión de la Universidad Javeriana (Colombia), periodista y realizador de televisión. Magíster en Educación, estudió dirección de cine en la Universidad de Nueva York y es coordinador del posgrado en periodismo de la Universidad de los Andes, analista del diario El Tiempo y Director del C3 -Centro de Competencia en Comunicación para América Latina de la Fundación Friedrich Ebert Stiftung.

¿Cómo pensar comunicativamente el asunto de la seguridad ciudadana? Este es el tema que abordaremos y del que se desprenderán otros aspectos que, seguramente, serán de utilidad e interés para ustedes. Partimos del hecho de que es un problema que se observa en el mundo contemporáneo y que permite diferentes análisis. Intentaré concentrarme, específicamente, en lo que investigamos, y mostrarles algunos pequeños resultados que obtuvimos para imaginar con ustedes posibles soluciones.

Inseguridad ciudadana ¿invento mediático o realidad?

El primer taller que hicimos se llamaba “El cuerpo del delito” y entonces nos preguntamos si la inseguridad ciudadana era un invento mediático o una realidad. Esa es parte de la pelea con los periodistas. La gente que está en el mundo de la seguridad dice que es un invento de los medios, y quienes estamos en los medios decimos que es una realidad; por lo tanto, no nos ponemos de acuerdo.

Pero hay una segunda pregunta que es clave y que es difícil de contestar: qué es lo que construye la noticia del delito, qué es lo que hace que sea noticia; y por otro lado, qué tipo de tratamiento se les da a estos hechos. Para abordar estas cuestiones hicimos un estudio breve en nueve países de América latina —incluida la Argentina—, en catorce periódicos, y en un período de quince días durante 2004, que si bien es de hace unos años los resultados siguen siendo útiles.

¿Qué fue lo que encontramos? En la primera gráfica (ver cuadro 1) se ve lo que nos parece lo más importante para contar. Por lo que podemos observar, el campeón de América latina en noticias de inseguridad es El Salvador que tiene el primero y el segundo lugar con “El diario de hoy” y “La prensa gráfica”. Pero en segundo lugar aparece la Argentina, empatada con Perú. Se concluiría que Argentina es un país con bastantes problemas de inseguridad, porque el promedio de información está por encima del promedio de los otros países. Sin embargo, si miramos los datos de lugares que uno supondría con mayores problemas de seguridad, nos encontramos con que en Brasil, “La folha” de San Pablo tiene únicamente 3.9; en Colombia, “El tiempo”, tiene 3.9; y en México, “El Universal” figura con 3.5. Los países en los que, aparentemente, tenemos mayor número de problemas de inseguridad ciudadana no son los campeones en noticias de inseguridad. ¿Por qué ocurre esto? Una explicación periodística sería que en Colombia, México y Brasil ya nos acostumbramos a eso y, por lo tanto, ya no es noticia. Como el caso de la Argentina no es tan grave, cualquier hecho que aparezca de inseguridad ciudadana requiere mucho más tratamiento. 




Con respecto a esto, tengo un ejemplo que siempre cuento: una vez fui a Costa Rica, y allí los periodistas me presentaron un noticiero que hacían, y durante media hora presentaban una noticia de un robo a un banco. Entonces, yo les pregunté, muy irónicamente, por qué hacían eso, porque en Colombia un robo a un banco da para un minuto, para un minuto y medio, pero treinta minutos no es tan normal. Al finalizar el curso, después de quince días, me tocó pedir disculpas porque me di cuenta de que en Costa Rica no pasa nada, y como no pasa nada, el robo de un banco era una gran noticia. Por eso creo que la mayor predominancia de la Argentina tiene que ver con que no era costumbre que pasaran tantas cosas. Hay otro elemento para tener en cuenta. Si bien las noticias de inseguridad aparecen, en un 44% de los casos estudiados, en las secciones de justicia, judiciales, o lo que aquí llaman policiales, hay una tendencia cada vez mayor a que aparezcan en la primera página o en la página de nación; lo cual es complicado, porque se está llevando el problema de seguridad ciudadana a un problema de la Nación, de la gobernabilidad. Muchas veces se ven los titulares alarmantes en la primera página; y cuando se ve el noticiario o se lee la nota en cuestión se descubre que no es tan alarmante. Sin embargo, el titular en primera página afecta mucho más y cambia la percepción. Entre los campeones de inseguridad en primera página, según los periódicos de cada país, otra vez el primer lugar es para El Salvador; El comercio de Lima va al segundo lugar, y el Universal de México, al tercero junto con El Nacional de Venezuela. A partir de esto podemos analizar en los distintos casos cómo y por qué se busca llamar la atención más allá del contenido interno de las notas. Aquí, por ejemplo, Clarín y La Nación ponen un poquito en primera página, lo cual indica que, básicamente, el énfasis es distinto al de estos otros países. ¿Por qué aparece en primera página en El Comercio de Perú? Porque Perú es un país donde el periodismo es realmente sensacionalista. 
 
En Lima hay más de treinta periódicos sensacionalistas, diarios donde el discurso popular melodramático abunda. En Venezuela, en cambio, ocurre que la seguridad ciudadana se volvió el tema de la oposición. Es el principal argumento que se utiliza en contra de Chávez. En Venezuela, el tema de seguridad ciudadana en Caracas es un tema muy fuerte. En los edificios de Altamira, que es un barrio de ricos en Caracas, hay cuatro bloqueros de seguridad con llaves. O sea, el ascensor tiene llave, en la portería hay una llave, para subir al edificio donde uno vive hay un control de huella digital. En fin, hay toda una construcción sobre el concepto de seguridad rarísimo que hay que tener en cuenta para interpretar qué es lo que sucede ahí. Con respecto a la temática de las notas de primera página, y ahí surge lo que es realmente el concepto de noticia, lo que más aparece es el homicidio, la muerte. Pero en segundo lugar aparece el robo de autos, a personas, y en tercer lugar, las políticas de seguridad. Y sobre esto hay que decir que suena interesante, por el lado positivo, que ya se esté discutiendo de políticas de seguridad en la prensa. Después aparecen dos hechos que siempre llaman la atención, que son violaciones y abuso a menores. Según esto se podría decir que la sociedad actual tiene mayor cantidad de abuso infantil y de abuso sexual que las sociedades anteriores, porque antes esto no aparecía mucho en las noticias. Se podría decir que las sociedades actuales son más enfermas. Si yo fuera periodista diría que este cuadro me indica que en América latina cada vez hay más violaciones y más abusos a menores. Eso puede ser una conclusión. La segunda deducción posible es que el movimiento de mujeres ha puesto en presencia cosas que antes no se consideraban delito o que tendían a permanecer más ocultas. Y lo mismo pasa con los niños, situaciones que antes no se veían, como maltrato infantil, hoy sí se comienzan a ver. O sea que, en el fondo, no es negativo sino que es positivo porque se ha ganado conciencia sobre algunos problemas. Pero visto desde la perspectiva de la seguridad ciudadana, el ganar conciencia en algún problema se puede convertir en un problema de seguridad ciudadana. Es como una contradicción. Sería bueno, pero se vuelve malo. Es lo mismo que pasa en la Argentina. En Colombia, una de las cifras que más crece es el robo de celulares. Pero esto ocurre porque las empresas de telefonía celular reponen el celular robado si se hace la denuncia. Entonces, las personas pueden decir siempre que le robaron el celular, a pesar de que lo hayan perdido. Si uno dijera la verdad: “se me perdió”, no le repondrían uno nuevo. De esa manera, ese delito queda contabilizado como altísimo, pero eso no corresponde realmente a un delito sino a una práctica de las empresas.
 
 
Otro problema que podemos observar, de tipo periodístico, es que todo se informa solamente por medio de la noticia, es decir, que hemos perdido otros géneros periodísticos: no hay análisis especial, no hay informe especial, no hay crónica, no hay perfiles, no hay reportajes. Siempre se presenta el dato descontextualizado: tal cosa pasó. Nunca contamos la historia completa, nunca contamos qué fue lo que hizo la policía, qué fue lo que hizo el gobierno. Nos quedamos con una parte del asunto nada más. Con respecto a las fuentes de la información también surgen problemas. Cuando las fuentes son la policía y el Gobierno, muchas veces ocurre que la información que se transmite no es la adecuada. Y por otra parte, están las víctimas como fuente de información, se enfatiza mucho en las víctimas. El periodista le pregunta al Gobierno y a la policía qué versión existe del hecho, pero después, cuando relata, lo hace desde el punto de vista de las víctimas. Mientras que el Gobierno dice no saber quién cometió el delito, las víctimas afirman saber claramente quién fue. Hay una confrontación entre fuerzas públicas y víctimas como fuentes de la información.

Al plantear políticas de seguridad vemos que los medios informan más sobre políticas de prevención que de represión, supuestamente. Lo cual diría que está bien, porque las políticas de seguridad son para que vayan por el buen camino; por el lado de la prevención y no por el lado de la represión. Pero cuando hay un cambio de política se observa que quienes promueven políticas de seguridad casi todo el tiempo son la policía, las secretarías y los ministerios de seguridad. Son los que hacen las políticas y los que las proponen. Muy poco viene de otra parte de la sociedad. En general, es la policía la que tiene las propuestas. Eso es interesante, porque lo que el periodismo espera de las fuerzas es que presente propuestas, que siempre haya propuestas.

Sin embargo, cuando vemos las temáticas de las políticas, aparece el problema de que todo el mundo habla mucho más de llevar a la cárcel a los delincuentes y aumentar la seguridad. Aunque se pretendía que hubiera prevención, cuando llegan las propuestas concretas, todas están dadas nada más que en el ámbito puramente punitivo, y no en el ámbito de la prevención.


Conclusiones
En primer lugar, podemos observar qué es lo que constituye una noticia sobre seguridad para el periodismo. Noticia puede ser el cambio de una política de seguridad, pero también los delitos, tales como hurtos a personas, homicidios, violaciones, abusos y secuestros. Otros aspectos de la seguridad no suelen funcionar como noticia.

En segundo lugar, está el hecho de que la noticia de seguridad ciudadana ya no es tema de las páginas de policiales solamente sino que tiene que ver con la gobernabilidad. Si una sociedad tiene mucho delito es ingobernable, si una sociedad controla el delito es gobernable. Se ha vuelto un eje de debate muy fuerte, es un sitio en el cual se juega el futuro de la sociedad y donde estamos mirando qué es lo que puede llegar a funcionar como país.

En tercer lugar, estrechamente vinculado con lo anterior, podemos ver que ya no se cubre el delito como algo excepcional, sino como algo cotidiano. Se habla de la inseguridad ciudadana como un elemento de todos los días, en todas partes, en todo momento, como algo que tiene que ver con la vida diaria. Antes existía cierto aire mítico alrededor del delito. El delincuente muchas veces era visto como un Robin Hood. El mal era un relato supermítico, porque era rarísimo que apareciera un sujeto que fuera tan malo siempre. Ahora eso es parte de la vida cotidiana. Se tiene la sensación de estar en una escena del crimen continua y extensa. Sabemos que el crimen no paga. Realmente sabemos que el crimen no paga porque se hace todos los días, en todas partes, en todo momento.

Ante esto, lo grave es que la sociedad se siente totalmente amenazada. Es lo que llamamos una sociedad del miedo, nos sentimos totalmente vulnerables. Lo cual contribuye a que se comience a imaginar quién y cómo es ese “otro” que es el delincuente. Y esto está muy relacionado con la acción del periodismo. Si yo les pidiera que me describan quién es peligroso, creo que entre todos armaríamos un perfil bastante fácilmente. Diríamos que es un hombre, de menos de treinta años, que viene de una villa, que tiene tatuajes, etc. Y así iríamos armando el prototipo del criminal.

En el imaginario se trabaja mucho con el concepto de una sociedad cercada, que es limitada en sus reacciones por los delincuentes y, de esa forma, se promueve la idea de la mano dura y la persecución de los criminales.


Los discursos de la (in)seguridad
Un segundo estudio que hicimos estuvo enfocado en el tema de los discursos que se manejan alrededor del delito o de la inseguridad. Cómo es el discurso de la seguridad ciudadana en la prensa escrita, qué actores aparecen, qué temas, qué modalidades, qué valoraciones, qué metáforas; en fin, cómo se construye esta realidad en seguridad ciudadana. Lo primero que tenemos que señalar sobre este tema es que hoy en día las retóricas sensacionalistas forman parte de todos los medios. Es más, hasta podemos decir que los únicos periódicos que crecen en ventas en el mundo entero son los que tienen sensacionalismo. Y esto no se da solamente en los temas policiales sino que, muchas veces, abarca todo el periódico y va más allá. Si obsevan, por ejemplo, alguien como Chávez es sensacionalista, llama la atención con todo lo que dice siempre; el estilo de Uribe también lo es y lo mismo, el de Berlusconi. Esto se ha vuelto parte del núcleo central del periodismo contemporáneo, porque parece que no hay forma de llamar la atención por los cánones normales: siempre hay que exaltarse para llamar la atención.


La noticia policial

La noticia policial nos es vendida como una realidad posible para todos nosotros, una realidad que, de alguna forma, el periodismo nos reordena como una ficción. Nos vende que es algo que está pasando, pero que tiene mucho de fantasía y de ficción. Es decir, que es una realidad imposible porque los medios de comunicación la trabajan como una cuestión narrativa, pero también es una realidad posible porque nos puede ocurrir en cualquier momento. Esto hace que la noticia policial ocupe un lugar muy particular en el imaginario colectivo, surge como algo de lo que todos podemos opinar.

Hablar de crimen, hablar de robo es algo que provoca misterio y emoción, genera, de alguna forma, participación en la vida social. Por ejemplo, si yo llegara aquí y dijera: “me acaban de robar”, inmediatamente todo el mundo contaría una historia de cuando lo robaron, o cuando robaron a un amigo, o cuando robaron a alguien. Y así comienza a armarse una mitología para poder participar, es como un tema de conversación bien visto. Nadie te va a decir que eres machista, ni vulgar, ni nada. Esto hace que la vida policial sea muy productiva para el periodismo. Uno puede escribir en forma de ficción, tiene un culpable a quien acusar, que es el Estado, y tiene una historia popular que a todo el mundo le gusta. Es perfecto. Como periodista yo puedo desarrollar ese tipo de discurso y me va a funcionar bastante bien. 
 



A lo largo de la última década podemos apreciar algunos fenómenos que se están dando con la noticia policial:
› En primer lugar, esto se ve mucho en Argentina, cada vez hay más geografía del crimen. Antes el crimen aparecía vinculado a algunos sectores de la ciudad, por ejemplo, isla Maciel y dos o tres partes más. En cambio, ahora también aparece en Barrio Norte o en Palermo. La geografía del crimen se ha ampliado a toda la ciudad.
 
› En segundo lugar, vemos que hoy en día hay muchas modalidades delictivas con mayor grado de violencia. Aparentemente, antes robaban, pero no pegaban; en cambio ahora sí. Es como que la violencia ha aumentado. Por ejemplo, en Madrid, un amigo español me decía que él sabía cuando un colombiano era quien robaba: “Si te roba un magrebí o un ecuatoriano, te quita lo que tiene que quitarte y empieza a correr y tú lo corres, por lo menos, tres cuadras y luego desaparece. Pero el colombiano no corre; una vez que te robó, se te queda mirando y después te pega y te dice: te vi, recuerdo tu cara, si me buscas ya verás lo que te pasa”. No basta con que solamente te robe sino que, además, te pega y te amenaza. Reconozco que eso es lo que pensaba en Bogotá; allí lo malo no es que te roben sino que te peguen. Uno se pregunta por qué hacen esto si otros me han podido robar sin pegarme. Pero es que ahora tiene que dejar una marca de violencia. Y después eso es muy utilizado por la prensa. Se enfatiza en ese tipo de cuestiones.

› Un tercer fenómeno, que se está dando actualmente, es que no aumenta la cantidad de noticias, pero sí aumenta el énfasis. Si contáramos el número de noticias de inseguridad ciudadana en la Argentina en este año, más el del año pasado, veríamos que no hay más en número, pero sí hay mucho más en énfasis y en llamado de atención.


El relato
Si nos fijamos más en las formas de construcción del relato periodístico también podemos ver varias cuestiones. En primer lugar, ocurre que el periodismo tiene la tendencia a ver escaladas u olas de determinado delito con mucha facilidad. Si mañana roban a unos niños y pasado roban a otros, ya se comienza a hablar de la ola de robos de niños. A la siguiente semana aparecen las masacres, y surge una ola de masacres. Los periodistas caemos en eso con mucha facilidad, sin tener argumentos para afirmarlo con certeza. Por otra parte, hay un uso habitual en el relato de llamadas temporales y espaciales que instalan el clima siniestro, la proximidad del delito y la sensación de inseguridad. El discurso periodístico promueve eso: el crimen está llegando a tu casa, ya está cerquita, ya viene, te va a acompañar, ya está llegando. No es una cosa que pase por fuera. Muchas veces se cuenta una noticia terrible, por ejemplo: “la mató y le sacó un ojo para venderlo en una joyería”. Pero nunca dicen: “eso fue en Rumania”. Lo enfatizan como suceso y uno termina por pensar que pasó en su barrio. En tercer lugar, se puede ver cómo la serialización permanente construye la extraña idea de que los delincuentes no descansan. Todo el mundo descansa, pero el crimen no. Es como la película de Batman, donde el Joker o Guasón está todo el día pensando, tramando cómo hacer para destruirlo. Y esa es la idea que vende el periodismo, que de alguna forma el criminal está trabajando permanentemente.

Otro elemento que también contribuye a esta sensación de la inseguridad es la televisión. Antes habíamos hablado de las víctimas como fuentes de información, pero lo que también ocurre en televisión, por ejemplo, es que preguntan muchas veces a gente que no ha visto y que no ha sido testigo, pero que igual opina. “¿Y usted qué piensa? No, es gravísimo”. Los periodistas podrían preguntarle a gente mucho más capacitada, pero no lo hacen. Uno puede estar en la calle y no vio el crimen, el robo, no vio nada, pero opina. Es una prueba que los invito a hacer: uno le pregunta a cualquier persona y no dice que no sabe, todos opinan. Llegan aquí y uno les dice: “¿qué opinan de que los zombis han llegado a Buenos Aires?”. Y les juro que comentan al final: “No, interesante, es un buen encuentro”. Esta construcción del rol del testigo y del testimonio, genera la idea de que el relato no se puede impugnar. Como todo es testimonial, la gente lo dice y no hay nada que hacer.

En quinto lugar, está el uso del lenguaje, principalmente de la hipérbole, como recurso que permite la instalación del gran relato sobre la amenaza criminal, la inoperancia de las instituciones y la indefensión de la sociedad. El lenguaje que usa el periodismo todo el tiempo hace creer que algo extrañísimo está pasando y que no podemos llegar a defendernos. Se emplean términos como brutal, espeluznante, terrible, fatídico, sorpresivo, sangriento. Sobre esto siempre digo que el periodismo tiene un problema de clase social. Porque casi siempre que usan estos términos es para referirse a noticias que tienen que ver con los pobres. Se dice brutal asesinato, pero nadie diría brutal robo de bancos por congresista, brutal hecho de corrupción o espeluznante inoperancia del ministro. Estos adjetivos se usan para calificar a los pobres; del rico se dice que se investiga presunto fraude que mueve millones y millones de dólares. Pero del delincuente de clase baja se dice que es absolutamente despiadado o que creó pánico, miedo, desesperación, terror, humillación. Eso no se hace con la economía ni con la crisis alimenticia, ni con la política. En eso se usan unos términos más normales. Hay una anécdota del periodismo argentino que cuenta que un día llega un periodista a la redacción y el editor le pregunta: “–¿Cómo estuvo la cosa en la Cámara de Diputados? –Eso estuvo fatal. Un senador le iba a pegar a otro y le gritó ‘inmundo’. El otro le respondió tal cosa. Al final no se pusieron de acuerdo. Casi termina todo a los puños” Entonces el editor le dice: “vaya y escriba eso”. Y cuando llega la crónica sobre el Congreso dice: “los diputados en una mañana un poco acalorada… un senador se manifestó indispuesto”. Lo que el periodista contaba era una cosa y lo que después escribió fue otra, porque con la política a uno le daría vergüenza escribir así. Pero no le daría vergüenza con una noticia policial. En ese caso buscaría encantado cuál es el adjetivo que mejor funciona. Pondría brutal en el diccionario para ver qué sinónimo sale, a ver si hay uno que sea mucho más elaborado y permita la construcción del relato.

En sexto lugar, podemos notar cómo se suele trabajar con fuentes escasamente verificables. Lo cual da lugar al relato surgido del rumor: “en una versión trascendió un comentario de fuentes policiales de destinos cercanos al lugar de la víctima o amigos de la víctima”. Todo el tiempo es una cosa sugerida, más parecida al chisme que a una noticia verdadera. Por eso también es bonito, porque con el chisme funciona la seducción del discurso. Por último, se puede ver cómo las noticias siempre tratan de referirse a lo tortuoso. Se enfatiza en lo violento: “murió, pero además le pegaron tres golpes, y además le quitaron el pelo y después...”. Sobre este punto, en defensa del periodismo, tengo que decir que a la sociedad le gusta mucho esto. Siempre que hay un accidente, los autos paran a mirar lo que ocurrió. Algo pasa con eso. Por ejemplo, me pasó en la autopista que entra a Ezeiza, un embrollón impresionante porque hubo un choque. Todo el mundo pasaba lentamente para mirar, entre la neblina, lo que había ocurrido. Si la gente no miraba y seguía derecho, se hubiera hecho todo más rápido. Sucede que hay una especie de placer, algo catártico, como si se dijera: “le pasó a ese, pero menos mal que no me pasó a mí”. Hay como una posibilidad de decir: “me salvé”. Casi una proyección pornográfica.


Perspectivas para enfrentar el problema
Dicho esto, ¿qué perspectivas son las que quedan planteadas para este tema? Porque, por lo que vimos hasta el momento, el periodismo no lo está haciendo bien. ¿Qué perspectivas posibles hay? Pues habría que ponerse más a trabajar sobre el eje de cómo fomentar la calidad periodística. Y para eso hay varias cosas que se pueden ir pensando.


Calidad informativa
La primera herramienta para trabajar sobre el tema de la calidad informativa podría ser la realización de un manual de estilo, con capítulos específicos de cobertura de información de seguridad. Eso se ha hecho, por ejemplo, en El Salvador para cubrir el tema de pandillas juveniles. La idea es trabajar sobre los conceptos: concepto de violencia, concepto de dignidad humana, información, fuentes oficiales, contextos, seguimiento, etc. Y para cada una de esas situaciones hacer una regla. En El Salvador, entre los mismos periódicos, hicieron un acuerdo y pusieron la frase: todos contra la violencia. Era como crear conciencia de que a nadie le conviene generar violencia en la sociedad y ahí está el concepto violencia, que se la considera como un proceso completo de carácter integral con raíces históricas, causas y manifestaciones sociales, políticas, estructurales y económicas internacionales. O sea que la violencia no es matar a alguien o robar a alguien sino que tiene relación con una cantidad de causas patológicas, psicológicas y culturales. El periodista tiene que tener en cuenta este tipo de relación a la hora de informar. De este modo, se puede apuntar a que siempre que el periodista informe intente alguna forma de pedagogía ciudadana y, de alguna manera, promueva la prevención. Es interesante porque si todo periodista hiciera eso, ya sería suficiente.

Hay varios aspectos para tener en cuenta a la hora de informar: respeto a la dignidad humana, la compasión frente al dolor y la invulnerabilidad de la intimidad de las personas, el derecho a ser reconocido como inocente hasta que no se demuestre lo contrario. La persona que comete un delito debe ser llamada con el apelativo que exprese adecuadamente la calidad de su conducta en el proceso: imputado, detenido, etc.

Después, con respecto a la información: estudiar, analizar y lograr investigaciones e informes de fuentes estatales, información proactiva y no reactiva, consultar trabajos producidos por organismos internacionales, obtener una visión histórica frente a todos los problemas.

Para el tema de la titulación, es importante evitar la discriminación y la estigmatización. Yo siempre pongo el siguiente ejemplo: cuando una mujer mata, titulan grande: mujer asesina. Pero si un hombre mata no ponen hombre asesino sino que dan por hecho que el hombre es asesino; en cambio, con la mujer o con el niño es más raro. Ese tipo de discriminación hay que evitarla.

También está el uso de gastadas metáforas que van perdiendo su potencia. Por ejemplo: “Crónica de una muerte anunciada”. Eso ya no puede ser titular. Hay que tratar de no usar tanto ese tipo de recursos. Tampoco usar afirmaciones alarmistas: olas, seriales, espirales, ese tipo de palabras. Con respecto a las imágenes: evitar la saturación, promover otras miradas. La relación de la experiencia indica diversificar géneros. Hay que evitar la truculencia y la morbosidad en las fotos.

En caso de llevar a cabo entrevistas a criminales, lo que debe ser una práctica seccional y aprobada por los directivos del periódico, el diálogo no debe prestarse para la exaltación del crimen ni del criminal, pero tampoco debe promoverse la imputación sin fundamentos. Esto es interesante porque, supuestamente, las entrevistas a los criminales no pagan mucho, pero cuando es con corruptos, la entrevista es exclusiva. Entonces se van a Miami, a Nueva York o a donde sea. Ecuador, por ejemplo, tiene cinco ex presidentes huyendo de la justicia y los periodistas locales van a buscarlos para lograr la entrevista exclusiva. Y uno dice: “pero si es un delincuente ¿cómo lo van a entrevistar en exclusiva?” Pero esas cosas ocurren, un ex presidente que está acusado de corrupción en Ecuador y es orador en Harvard, de la escuela de buen gobierno.

Un segundo elemento que tenemos para enfrentar ese tema son los monitoreos. Yo creo que es importante hacer seguimiento continuo. Detectar cuando se comete un error periodístico, realizar un seguimiento de cómo se vienen cubriendo los distintos temas en los diferentes medios. Obviamente que con esto la gran víctima es la televisión, y es también la más difícil de monitorear porque hay que grabarla todo el día, pero realmente me parece que vale la pena hacer el trabajo.

En tercer lugar, se sugiere el análisis de casos específicos. O sea, analizar un caso y ver qué cosas pasan periodísticamente y qué pasó en seguridad. Este tipo de análisis suele ser muy útil para aprender lo que está ocurriendo. Otro elemento es la formación de periodistas para que manejen mejor ciertos temas. Para eso se sugiere hacer encuentros entre periodistas y fuerzas de seguridad porque, por ejemplo, hay una cantidad de conocimientos técnicos que los periodistas desconocemos. Nosotros no tenemos ni idea de una cantidad de términos y de formas de pensar. Tampoco tenemos mucha información sobre los análisis de los contextos, cómo se puede explicar un contexto social, económico-político, cómo podemos entenderlo. Por ejemplo, yo escucho mucho que la causa de la violencia colombiana es la pobreza. Y esto no es tan cierto, porque hay países muchísimo más pobres y no son tan violentos. No hay una relación tan directa entre pobreza y violencia. Habría que mirar eso más detenidamente, ver qué actores sociales están involucrados en los actos violentos. Poniendo un ejemplo al revés, se dice que el embarazo adolescente, alrededor de los catorce o quince, es un acto de falta de educación. Pero cuando uno investiga, se da cuenta de que todas estas niñas tienen conciencia de que no deben tener hijos a esa edad y que pueden evitarlo usando preservativos. Uno se pregunta por qué tienen niños. Y si indaga un poco más, ve que estas jóvenes no tienen sentido de la vida y que el niño les da orientación para saber por donde empezar. Tan pronto quedan embarazadas piensan: “ahora ya sé por qué luchar, ya tengo para qué salir adelante”. Es una razón completamente distinta. 


Prácticas periodísticas
En el tema de las prácticas periodísticas también hay varios puntos que señalar. En primer lugar, está la ética: proponer al periodista que hay que mejorar en ética. Claro que hay muchas definiciones de ética. Una periodista española dice que la ética es como un jamón serrano, al que uno ha comenzado a quitarle pedacitos hasta dejarlo puro hueso. Por eso es importante tenerlo en cuenta. Hay que tener cuidado, por ejemplo, para no discriminar o estigmatizar en textos y titulares.

Hay que proponer otras aproximaciones al tema de seguridad y convivencia, otras alternativas de cómo se puede cubrir una historia, nuevas formas de cubrir un hecho. Porque no basta con que ustedes vean que lo estamos haciendo mal los periodistas, sino que también es importante que nos propongan otras alternativas. Si desde este fin de semana analizáramos determinado caso, cómo podríamos hacerlo para que el tratamiento de la noticia no lo vuelva un espectáculo.
Vinculado con esto está el tema de la agenda. Hay que mostrar a los periodistas cómo ubicar en la agenda los distintos hechos. ¿Qué significa eso? Ubicar tal crimen dentro de una problemática definida. Siempre se ha dicho que el oficio del periodista consiste en dos cosas: ver la realidad y describirla, comprenderla para explicarla. Si tú ves la realidad, describes lo que pasó, comprendes qué pasó y le asignas un sentido. Pero la dificultad que se percibe hoy es que muchas veces el periodismo no se pone en contacto con la realidad, sino que la recibe por Internet o por teléfono celular. Intenta explicar lo que no alcanza a comprender. Y así es complicado. Se dice que el periodista es el único ignorante al que se le permite aprender en público. Nosotros no sabemos de nada y aprendemos en público. Por lo tanto, si ustedes nos pudieran explicar mejor, ayudarnos a ver cómo ubicamos esto en la agenda, sería muy útil.

Con respecto a la investigación hay que buscar diversidad de fuentes. Para esto puede resultar práctico hacer un listado de fuentes para los periodistas. Cuando tengan que preguntar algo del ámbito policial, estos son las cinco personas que saben del tema, del ámbito de la política son estos, del ámbito de la investigación estos otros. ¿Por qué? Para que tengan un mapa de gente con la que puedan hablar y que los pueda ayudar a explicar la realidad.

Clasificar fuentes, trabajar sobre los sistemas narrativos del crimen y el delito. La  sugerencia número uno es preguntarnos cómo hacemos para contar en otros géneros periodísticos distintos a la noticia, cómo hacemos para ver otras posibilidades narrativas, cómo hacemos para contar a través de la fotografía, pero también del perfil, del reportaje. De esta forma se pueden ir tratando las diferentes versiones del asunto. Es muy importante tener más cuidado en el tratamiento visual y mejorar el recurso del lenguaje. Creo que un grave problema del periodismo latinoamericano actual es que se escribe y se habla muy mal. Antes la gente escribía mejor. Tal vez porque se leía más. Yo recuerdo que leer crónica deportiva en Argentina era un espectáculo literario. Lo mismo crónicas policiales, era otro espectáculo literario. Pero esto ya no ocurre. En Argentina cada vez se escribe peor y es donde mejor se escribe, así que imagínense cómo se escribe en el resto de los países. Otro elemento en el que hay que formar a los periodistas es la lectura de estadísticas. Qué significa una estadística. No es tan fácil, por ejemplo, decir qué es victimización y qué significa que haya cien muertos y que hay un retroceso del veinte por ciento. Qué significan ese tipo de cosas.


Ciudadanía
En cuanto a la participación de la ciudadanía, hay varias ideas que se pueden ir pensando. Por un lado, se puede invitar a la gente para hacer observatorios de medios, con la participación de las ONGs, de los vecinos. Se pueden hacer consejos de lectores para ayudar a indicar cómo se puede cubrir mejor la información. En cierto modo es algo que ya hace Clarín, pero de forma más sencilla: qué le gustó del periódico, qué no le gustó. Pero es algo que se puede desarrollar más. También está el tema de las defensorías del lector, que ya existen. Deberían hacerse debates públicos permanentes para ver qué pasa. Se puede invitar a los periodistas para analizar en público determinado caso y explicar qué se hizo mal o qué se bien, etc.


Fuerzas de Seguridad
Es importante que ustedes, como sujetos de comunicación en sus diferentes fuerzas, desarrollen los criterios que guíen la comunicación, qué es lo que quieren comunicar para vincularse con los periodistas. Hay que tener en cuenta que la primera forma de narración que existe es la cifra, que es una forma de producir noticia. Nosotros le damos a un periodista una cifra, y a partir de eso, generaremos noticia: crecimos, no crecimos, estamos en el mismo nivel. La segunda, es comunicando cómo están las geografías, los mapas de la violencia. Y también está el tema de los tiempos del delito, qué temporalidades tienen, qué tanto delito hay en la mañana, qué tanto al mediodía, qué tanto en la tarde, qué tanto en la noche. Cómo se distribuye eso en el flujo interno. Son todos elementos que hay que saber manejar y ofrecer correctamente al periodismo.

Con respecto a la comunicación con la ciudadanía, es necesario fijar criterios para ver cómo la información va a llegar al ciudadano; con qué estrategias se van a acercar a la comunidad. Porque muchas veces las políticas para ayudarlo a uno a cambiar producen miedo y el miedo es patológico. Una política que promueve evitar el acercamiento con la gente, que uno se mantenga a veinte metros del sospechoso para que no le roben, no es muy bonito. No hace parte realmente de la posibilidad de trabajar ese tipo de cosas. Como reflexión final, podemos decir que la producción del miedo genera lectores y, por lo tanto, resulta buen negocio para el periodismo. Pero la pregunta fundamental que tenemos que hacernos es si eso es responsable. La pregunta de qué sociedad queremos es la clave. ¿Queremos una sociedad enfrentada, miedosa, esquemática, o queremos, simplemente, una sociedad que sea de mejores posibilidades para todos? Muchas gracias.

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