jueves, 8 de noviembre de 2012

Del criminal a la víctima. Una genealogía del semanario policial en la Argentina

Por, Shila Vilker
 
 
Este apartado se divide en dos partes. La primera dedicada a hacer un pequeño recorrido histórico que, aunque no exhaustivo, permitirá establecer diferentes tendencias dentro del género policial. No pretendemos realizar una exhaustiva historia de las revistas policiales, sin embargo, un breve recorrido permitirá establecer diferentes tipos y aclarar la especificidad de aquel que constituye nuestro objeto. Esta publicación, la revista Esto!, así como las otras que aquí se presentan, suponen, justamente, una forma de percibir el mundo, y sobre todo el mundo criminal. Toda una concepción de mundo, una sensibilidad, que se hacen patente en las formas específicas de la elaboración discursiva.

El segundo momento estará destinado a situar, mediante un proceso comparativo, las diferencias entre dos grandes grupos que se han sucedido en los años noventas: uno asociado a la tradición de la prensa amarillista –truculento, sangriento (Esto!)–, otro que podríamos definir como de “investigación y esclarecimiento” (Pistas). Finalmente intentaremos brindar una explicación de los cambios que se han operado en los últimos años. La propuesta es dilucidar las transformaciones que se han producido en la exposición de la criminalidad estableciendo cierta afinidad con determinados procesos socio–políticos.
No pretendemos plantear la cuestión de forma determinista: establecer el antes y el después, la causa y el efecto se hace a veces ininteligible. Descubierto un círculo o una espiral de conexiones recíprocas, cualquier punto podrá entenderse como causa de los sucesivos, porque, cada vez, servirá para ponerlos en perspectiva y para encuadrarlos en una fuga de conceptos.

Un breve recorrido histórico
Nos abocaremos a las revistas que trabajan de forma exclusiva con el policial –de todas formas ya veremos que hay ciertos temas satélites que se encadenan con lo policial, formando un único universo.2
Provisoriamente, denominaremos revistas policiales a todas aquellas que trabajan los temas policiales como uno de sus puntos centrales. Este criterio nos permitirá incluir en la lista publicaciones diversas que van desde Criminología Humana, cuyo perfil es netamente científico, hasta Esto!, truculenta, amarillista. Tras un breve análisis de algunas de las publicaciones más relevantes, nos encontraremos en condiciones de revisar las formas en que los acontecimientos violentos de nuestra sociedad son construidos en diferentes claves de lectura.
Criminología humana es una publicación de finales de siglo xix, nace en 1898, y es la expresión de un policial en clave científico-positivo. Una firma, la de César Lombroso, esclarece el modo en que el crimen va a ser tratado: antropología y sociología criminal son las disciplinas que impregnan la exposición de los hechos delictivos.
Si bien no puede considerarse antecedente de las revistas policiales más truculentas, puesto que son otros sus intereses y su público, se encuentran en ellas los siguientes motivos que serán, algunos, retomados luego por la prensa amarilla:
  • Exposición minuciosa de los hechos, demorada, puesto que tal detenimiento permite comprender adecuadamente tanto al crimen como al criminal;
  • Fotos “escabrosas”: –muy esporádicamente–, cuando así la ciencia lo demande: una cabeza desarraigada del cuerpo por el corte preciso de las ruedas de un tren, que dejó rasgos, contra cualquier creencia, de felicidad en el semblante, última percepción del suicida;
  • Exposición de fenómenos o monstruos: un artículo publicado con el nombre Notas Teratológicas ilustra sobre aquellos seres extraños que da a luz la naturaleza como niños con cerebros extremadamente hinchados; o con un solo ojo; o con carencia de nariz (debemos remarcar que estos seres anormales serán retomados en algunas publicaciones de las más  truculentas como uno de sus componentes más asiduos, como Crónicaparaguaya);
  • Fotografías de las armas homicidas. Por lo general se trata de diversos elementos punzantes mostrados con la sangre reseca pegada aún en sus hojas; siempre esta exhibición incluye un metro en la parte inferior de la fotografía que ilustra los tamaños de las armas en cuestión;
  • Por último, el otro elemento, tal vez el más importante, que debe ser resaltado es la demora sobre las características del sujeto criminal: decimos el más importante porque es sobre los rasgos exteriores de dicho individuo sobre el que se establece el saber antropo-sociológico al que la revista se aboca.
 
Dentro de la corriente del positivismo es donde se puede encuadrar a la publicación Criminología Humana que, entre sus principales intereses, se destaca su preocupación por combatir el delito. Así versa, y citaremos en extenso dada su riqueza, su primer editorial que resulta interesante tanto por su carácter histórico como por asentar una política criminal que parece, por momentos, estar en consonancia con las políticas que se desplegarán un siglo después: “Guerra al delito!”
 
He ahí todo nuestro programa. En él se reasume, transmitido como angustiosa herencia de las generaciones a las generaciones el más formidable problema que haya fatigado y afligido los corazones humanos. Las inteligencias más agudas, las más selectas almas escrutaron a través de los siglos el océano insondable de las psiquis humana (sic). Del trabajo ímprobo quedaron algunas fosforescencias, y contra esta manifestación antisocial de las actividades individuales que se llama delito, todos los estudios del pasado, apenas si consiguieron construir el frágil dique de los códigos penales, donde bate sin detenerse jamás la turbia marea de la criminalidad. (...)
 
Considerar al delito frente a frente, no solo como abstracción jurídica, sino también como hecho real, como expresión patológica de una enfermedad quizás esporádica o bien epidémica y contagiosa cuyas causas, ya se encuentren en el individuo, ya en el ambiente, deben juzgarse no con la aridez metafísica de justiciero, sino con el ojo amante de los estudiosos en la clínica social. No es otro el rumbo científico que entendemos imprimir a esta nueva publicación.
 
En este editorial pueden observarse cuáles son los modos en que lo policial va a ser trabajado, y debemos decir que, efectivamente, se cumple el programa. Pero veámoslo con detenimiento: el texto recubre las características de un manifiesto: todo un programa a cumplir, lo que puede hacerse desde la ciencia para resolver ese formidable problema que tanto aquejó a diferentes generaciones. Eso que aquejó –el delito– es entendido como una manifestación antisocial, de esta forma se concibe el acto criminal como un hecho social, es un problema de la sociedad y no solo un hecho singular o aislado. Pero esta recursividad del problema delictivo no es algo “natural” de lo social, sino que se trata de una patología, un carácter enfermo que debe ser combatido y extirpado. De esta forma, el todo social es considerado como un organismo saludable, pero con pequeños tumores: individuos enfermos o ambientes perniciosos. En este sentido, como sostiene Pavarini3, los criminólogos de entonces no podían no creer en el determinismo social.
 
Los individuos afectados del mal no son, generalmente, un producto social, sino más bien tipos problemáticos de nacimiento, es decir: criminales natos, cuyos rasgos revelan al entendido su anormalidad, su patología. Por otro lado, y a la luz de las fotografías, el cuerpo más apolíneo, o el rostro más europeo cae en la actitud antisocial por el mal ambiente, o por tener un espíritu sensible a las artes –elemento ausente en el criminal nato– que puede, por ejemplo, impregnarse hasta tal punto de la literatura romántica trágica que concluye por asesinar a su amante.
 
Con un estilo completamente diferente, Sherlock Holmes, publicación de la primera década del siglo xx, estará destinada a un público más general: contaba con una tirada realmente significativa: 50.000 ejemplares. Con un precio de venta de 20 centavos, lo mismo que costaba Caras y Caretas, era accesible a muchas familias, y no presentaba las exigencias científicas de la anterior. Sin embargo no se trata del público en general, sino más bien de un sector de la población que se distingue claramente del populacho enardecido que es objeto de desprecio por parte de algunas notas de la revista. Se presenta como revista semanal ilustrada4, sin embargo hablará de crímenes especialmente y dedicará algunas líneas al teatro y al turf. No habrá mirada científica, pero sí literaria. Como su nombre lo indica, la inspiración de tal publicación oscila entre lo literario y lo sangriento. Si su nombre es Sherlock Holmes, y tiene al correspondiente personaje con su pipa enredado entre las letras del nombre; el color del logo, rojo, no deja de reflejar su otra inclinación.
 
La prosa es cuidada, se exponen los hechos de a poco, fragmentariamente, y no resuelve lo sucedido hasta el final de la crónica. Se trata de una exposición que hace honor a su título: primero se crea un ambiente, luego se exponen algunos hechos aislados, que funcionarán como las pistas del enigma, para finalmente resolver el caso. Aquí todo hecho criminal deviene objeto literario. Los títulos a veces suelen ser sugerentes, y ya comienza a observarse la utilización de ciertos vocablos –que por redundancia marcarán al género– como trágico, macabro, salvaje, drama, bárbaro, atroz, etcétera. La presentación de crímenes pasados es otro de los rasgos de esta publicación –por ejemplo con casos que habían sucedido cinco años atrás– y que después formarán parte de las revistas de mismo género. Si aquí funciona como recordatorio, y no necesariamente aparecerá siempre, constituirá casi un apartado obligado tras años de violencia y furia tanto en Pistas como en Esto! Se trata de los apartados Historia del Crimen para la primera, y Leyendas del Hampa e Historias sin final para la segunda.
 
La presencia de estos apartados tiene una doble razón de ser, según nuestra hipótesis. Una razón es de fuerza mayor, y tiene que ver con llenar un espacio fijo que, si no suceden suficientes crímenes en el lapso de un número a otro, quedaría vacío; se trata de las conocidas notas de parrilla. Pero tal vez las verdaderas razones tengan que ver con que nos encontramos ante “relatos puros”: si un caso es lo suficientemente emotivo no importa si sucede en un momento o en otro, la violencia criminal carece de temporalidad. Sobre la atemporalidad del crimen truculento se ha asentado la memoria social del crimen hasta la aparición de la memoriaen- el-marco-de-la-inseguridad. Esta particularidad se suma al hecho de que para algunos de los lectores de policiales ciertos crímenes funcionan como “hitos”. El crimen se vuelve un objeto de culto, que tiende a ser una y otra vez rememorado (en este caso creemos que esto se da más en el lector de Pistas, mientras que la primera característica esbozada suele ser más frecuente en el lector de Esto!).
 
Sherlock Holmes mezclará referentes realistas y ficcionales: tanto cuentos policiales como hechos criminales son los elementos que abundarán en sus páginas. La tapa, siguiendo a Caras y Caretas, tiene un único tema ilustrado con un dibujo, solo que esta vez se trata del momento más tenso del crimen. Un ejemplo: el hombre con el cuchillo ensangrentado en sus manos y la mujer  tirada a sus pies, muerta ya, remojada en sangre. Sin embargo, en su interior solo ocasionalmente aparecen fotos sensacionalistas: tal es el caso de una beba recién nacida degollada por las manos de su propia madre. Lo más común es mostrar el cadáver desde un plano general corto. De esta forma, se ve el muerto, pero no la sangre, requiriendo imaginación para completar os detalles. Sobre todo porque aquí también se hace apelación a los deícticos Así fue encontrado el cadáver. ¿Así cómo?, preguntaríase un lector aggiornado, acostumbrado a fotos de mayor fidelidad. Por otro lado, por el tipo de publicidades que contiene –muebles importados, chocolates y bombones, grandes tiendas, discos, gramófonos, alhajas, dentistas, ginecólogos “especialistas en enfermedades de señoras y partos”– sugiere un lector de relativo poder adquisitivo: o mejor, no creemos que esté destinado a un lector de clase baja. Vienen a reforzar esta apreciación las conexiones y exigencias literarias. Los lectores, a su vez, son invitados a colaborar con sus propios cuentos y dibujos.
 
Salvo en algunos de sus titulares, no observamos apreciaciones morales o censuras, más bien se maneja con un criterio de crónica objetiva, dejando al lector el lugar para extraer sus propias conclusiones y condenas a partir de la exposición minuciosa de los hechos. Aunque no se demora en los detalles más escalofriantes de cómo se cometió el crimen, sí plantea toda la atmósfera: volvamos al caso de la beba degollada. Al interior de esta nota, una de las fotos es la del hotel de inmigrantes, lugar cercano a donde se encontró el pequeño cadáver. Esta fotografía de escena, creemos, ayuda a construir un ambiente proclive a la ficcionalización de los hechos reales más escabrosos. Más adelante, se explica la actuación policial, realizada casi en conjunción con la revista, puesto que uno de sus cronistas se había convertido en la “segunda sombra del sujeto policial”. Luego, la explicación de una madre que se vino de España preñada, mientras su marido estaba en Cuba, para ocultar su desliz: el hijo no era de su marido. Concluyó, finalmente, por ocultar su engaño deshaciéndose de la “evidencia”, la frágil niña. Tanto la revista Ahora como Así de las décadas de 1930 a 1950 y de 1950 a 1970 respectivamente, presentarán en sus páginas y en su tapa crímenes escalofriantes, usando el recurso sensacionalista más difundido en la composición de sus titulares y fotografías. Pero no se trata de publicaciones que trabajen con lo policial de manera exclusiva: tan es así que numerosas tapas ni siquiera tienen presente los hechos criminales. Aquí lo criminal está integrado al mundo de la vida, es una faceta más de lo social, de la “actualidad”: en este sentido, la violencia forma parte del entramado de la vida cotidiana, no solo en lo que hace a la violencia policial, sino también en el plano político. Se trata de una época en la cual la línea que divide la cotidianidad de la violencia no está trazada por la legalidad jurídica y por lo tanto no la criminaliza. La violencia no constituye un delito sino una expresión más de la vida social.
 
En la revista Ahora, la nota policial adquirirá las gradaciones propias de las publicaciones policiales más amarillas. Grandes titulares catástrofes, fotos de los hechos salvajes e inclusive trucajes fotográficos cuya composición es totalmente sensacionalista. Pero lo que debemos resaltar, sobre todo, es el hecho de que la nota policial de casos ignotos corre pareja, inclusive disputándose espacios en tapa y en el interior con las noticias sobre Franco o Hitler, con otras de índole social, o de información general.
 
La publicación Así –nuevamente otro deíctico y su consiguiente fuerza expresiva adquirida por el relleno particular de cada número– incorporará en su repertorio de temas a la farándula como un elemento obligado. Sobre todo se trata de “desnudar” –en un sentido literal para las mujeres escasas de ropa de la contratapa, y en un sentido figurado para las estrellas– la intimidad. Podemos ver, así, el prontuario de Leonardo Favio, su vida de miseria y su época de delincuente. Hasta enterarnos, podemos, de su falta de arrepentimiento.
 
Los títulos son también sensacionalistas, gruesos trazos para tortura y muerte en un asilo de ancianos. Por último, nos interesa destacar el subtítulo de la publicación: el mundo y la luna en sus manos. No se trata solo de que el horóscopo como consumo popular ocupe también su lugar, sino de que el mundo se vuelve objeto (de aprehensión manual y astrológica). Pero veamos qué sucede con otras tres publicaciones de la misma época. Ocurrió tanto como Careo y Hechos en el mundo –las dos primeras de la década del sesenta, la otra del setenta– también proponen al mundo en su presentación: el subtítulo de Ocurrió es aquí y en el mundo. La otra se enfrenta a un careo con el rostro del mundo. La última, por su puesto, su mismo título lo tiene presente. Al respecto nos interesa destacar que todas pretenden o bien tener al mundo como objeto, o bien enfrentarlo. Si por un lado se presenta una relación con el mundo, por el otro, la predilección por las notas policiales –dominante en las tres publicaciones, aunque haya presencia de otro tipo de noticias, por ejemplo internacionales o farándula–, la conjunción final es la construcción de un mundo violento. El mundo se vuelve hostil, un mundo de muertes y masacres. El espacio para la tranquilidad ha quedado fuera: cada caso particular ingresa en un imaginario de violencia, donde el mismo tiene un funcionamiento de muestra. Muestras de un mundo cada vez más desquiciado. La sumatoria de estas pequeñas explosiones de violencia  operan como totalidad.
 
En esta construcción macabra del mundo colaboran las notas sobre crímenes y criminales, sensacionalismo, titulares catástrofe, censura moral, construcción de un sujeto criminal monstruoso, en algunos casos, como en Ocurrió, tildado directamente de lombrosiano –aquí puede verse la incidencia de Criminología: semejante construcción de la figura del criminal suele ser algo habitual en las revistas policiales que retoman la tradición de la prensa amarilla–. Siempre se trata de un sujeto que puede ser considerado como monstruo humano. Es justamente esta doble condición del sujeto criminal lo que permite la construcción escandalosa de su figura. Por otro lado, debe destacarse que el corte, o la distinción, que se establece entre dicho sujeto y el lector, o la persona “normal”, es abrupta: los unos a un lado de la barrera, los otros traspasándola. Esta distinción será recurrente en las diversas publicaciones aquí mentadas. Sin embargo, el tópico del mal final para el malo, el triunfo de los buenos y la condena social sobre el “monstruo”, aparecerá con vigor en Ocurrió, donde al criminal le espera un largo destino tras las rejas. En este caso nos encontramos con una mirada de sorpresa. Se insiste: “Ocurrió”. Podría agregarse: aunque usted no lo crea. 
 
La transición de los años noventas: entre un policial pasional y otro significanteDurante la década del noventa, en el género de las revistas policiales pueden distinguirse dos tipos: uno asociado a la tradición de la prensa amarillista: truculento, sangriento –Esto!– (Crónica paraguaya sigue el mismo registro, pero es mucho más radicalizada)–; otro que podríamos definir como de “investigación y esclarecimiento”: Pistas. Esta publicación rompe con el horizonte de expectativas del policial más tradicional e incorpora la dimensión jurídica e investigativa al hecho policial, se presenta desde un lugar serio y a través de sus páginas puede verse un intento por conciliar el policial con los “altos temas” de la sociedad -política, justicia, legalidad, etc.– a la vez que un intento por conceptualizar al delito desde ciertos lugares legitimados del saber. Esto!, cuyo nacimiento data de febrero de 1986 y que ha suspendido su edición en marzo de 1994, reanudando nuevamente su tirada en junio de 1996, para dejar de publicarse, finalmente en mayo de 1998, se presenta como una revista típicamente policial, o mejor, se trata del policial por excelencia: sus páginas solo son recorridas por actos aberrantes, cuchillos cuyos itinerarios son azarosamente sombríos, incestos, violaciones, cuerpos descuartizados, etcétera. Recogerá diversos elementos de las publicaciones tratadas anteriormente, pero sobre todo hay que buscar la clave de su diseño y la modalidad de trabajar lo policial en las raíces de la prensa amarilla, y más específicamente en Crónica: no debemos olvidar que se trataba de la misma editorial. Aquí, nuevamente el sujeto criminal será construido como monstruo humano y los relatos de los crímenes serán minuciosos. Lógica del detalle del momento más sangriento del crimen que se extiende y recrea la atmósfera donde el crimen es producido, que ayuda a la ficcionalización del acto.

Debemos resaltar que no se trata de cualquier delito. Desde ya, los delitos menores quedan fuera de este registro criminal, se trata más bien de bestialidades. El crimen, al igual que el sujeto criminal, debe traspasar los límites no solo penales, sino también, como ya dijimos, morales y “naturales”. En este sentido, nunca se manifiestan crímenes que no sean lo suficientemente excesivos como para escandalizar. Ahora bien, estos hechos estarán siempre acompañados por una censura muy fuerte por parte del periodista, de los testigos o de la familia de la víctima. Sin embargo, ésta nunca será lo suficientemente fuerte como para dejar de exponer los hechos, que siguen siendo exhibidos frontalmente.

En el caso de Esto!, lo que prima es la descripción minuciosa del hecho, que siempre es presentado como aberrante. Se despoja a los hechos de toda regularidad: se presentan los casos como singulares, y en tanto que tales, irracionales, porque no son subsumibles en ninguna lógica de legibilidad, ni comprensibles en el marco de la previsibilidad. Para ser previsibles, deberían ser calculables, pero –como se verá– se trata siempre de hechos pasionales, impulsivos que, o bien obedecen al instinto no coaccionado, o bien obedecen al sujeto enfermo, aberrante, un sujeto que no puede ser tildado de humano.

Lo irracional aparece como el hilo que recorre los diferentes aspectos del hecho policial. En este sentido, la ausencia de móviles y la falta de interés por averiguar si los hay, es una arista constitutiva de este tipo de policial. Es que no interesan los móviles: lo importante es mostrar el hecho, empalagarse de violencia, gozar con esa conducta anómala que realiza el sujeto criminal. Si no hubiera goce, el texto no se esforzaría por demorarse en los detalles más escabrosos.

Pistas, en cambio, representa en muchos aspectos un mundo racional, o por lo menos humano, no bestial. Pretende presentarse como el lugar que desvela lo que las instituciones ocultan: de ahí el trabajo fuertemente investigativo. Construye un mundo donde unos pocos son corruptos –los que están asociados con el poder– y los más, el sujeto universal ser-argentino, es claro y transparente. De todas formas, ya veremos que este sujeto, asociado con la “ciudadanía”, involucra a los sectores medios de la población: los pobres son otra categoría que no forman parte de la ciudadanía y que se debaten entre la honestidad y la precariedad de su situación. En cuanto al tratamiento del crimen, si bien Pistas se inscribe en el género policial, el aspecto que trabaja no se limita al mero hecho. El hecho es lo que pasó, lo que interesa ahora es por qué y cómo, para quién y en qué situación.

Pistas se distingue de manera llamativa de todas las anteriormente expuestas, aunque retome algunos recursos: ejemplificando, presentación de casos pasados, por lo general grandes y famosos crímenes, utilización del boceto o la ilustración para representar la escena del crimen tal como sucedía en Sherlock Holmes. La distinción fundamental estriba en que, si bien se trata de una revista exclusivamente policial, selecciona para su publicación o bien hechos delictivos asociados a lo político o bien cuadros sociales, es decir, trabaja con retratos sociales en una sociedad cambiante que se vuelve cada vez más violenta; trabaja, en este sentido, con el imaginario de la clase media argentina. Estos cuadros situacionales evitan demorarse en la singularidad de cada acto criminal en particular: más bien advierten sobre el hecho de que el mundo criminal no es algo lejano, sino un mundo paralelo que acecha y con el que el ciudadano medio se enfrenta día a día. De esta forma la figura del criminal no es ya un monstruo, sino un corrupto o un ser deshonesto, opuesto al ciudadano; el hecho criminal es ahora el que transgrede el marco jurídico, pero nunca se trata de hechos inmorales o monstruosos. La lectura de los hechos es fría y distante de lo pasional. En el caso de los hechos que rozan lo político, intenta llegar hasta el fondo del “misterio” que se oculta tras el crimen, descubriendo los modos en que el sujeto criminal actúa, los cómplices, los móviles. Siempre se presupone un móvil: se encara el hecho policial desde la racionalidad, no dejando espacio para el acto espontáneo, pasional, no calculado o calculable. Debemos agregar una última constatación. El origen de Esto! se encuentra asociado a dos grandes casos policiales: el de los hermanos Shocklender y el de la desaparición de la doctora Giubileo. Sin embargo su característica más sobresaliente es el hecho de trabajar con casos ignotos. De igual forma, la revista Pistas también nace asociada a un gran tema policial que toca a la sociedad toda: se trata del caso Cabezas. Podemos postular que son los grandes hechos policiales los que estimulan el lanzamiento de este tipo de publicaciones y, además, sustentan sus primeros pasos. En el caso de Esto! prácticamente en la totalidad del primer año de vida se encuentran referencias a los casos mencionados, aunque no necesariamente en el privilegiado lugar de tapa, reservado para el o los crímenes de la semana.

Con Pistas sucede algo semejante: el caso Cabezas continuó recorriendo durante un tiempo considerable sus páginas, aunque transformado como Cabezas-Yabrán. Estos grandes casos, al conmocionar al país, garantizan una gran cantidad de lectores que permiten el posicionamiento de las revistas. No postulamos que estos medios viven de estos casos, pero sí que se lanzan al mercado cuando el policial está en boca de todos, cuando el drama de la muerte conmueve masivamente.

Transición y consolidación democráticas. Violencia y ley en Esto! y Pistas
Hemos descrito brevemente las dos publicaciones más importantes que se sucedieron en los años noventas. Ahora nos dedicaremos a establecer algunas hipótesis acerca de tal transición, la que se abre en el pasaje de una cobertura del delito a otra.

El crimen es algo presente en la sociedad de manera singular, es decir, no es un acontecimiento de todos los días, he ahí su gran margen de noticiabilidad. 5 Pero el mundo criminal no necesariamente permanece invariable a lo largo del tiempo, ni es visto con los mismos ojos. En este sentido, nos hacemos eco de lo afirmado por Mendelevich: En general el ciclo de una revista se cierra al modificarse el contexto social que le dio origen. Cambian los gustos, pasan las modas.6

La violencia que el crimen entraña y el conocimiento de su existencia estructuran diferentes percepciones. Las revistas aquí analizadas dan muestra de los diferentes itinerarios seguidos, precisamente, en la percepción de este mundo criminal. De ahí la riqueza que este espacio social de amenaza a la legalidad ha dado a la cultura masiva. Es un lugar de especulaciones y, a la vez, es un lugar especular. Permite pensar a la sociedad, a la vez que la muestra en su lugar más secreto e íntimo, en este sentido, muestra las vísceras de lo social, aquello que permanece oculto pero a la vez vívido en un mundo de civilidad. Pues bien, podemos marcar la muerte de Esto! y el nacimiento de Pistas como un cambio en los valores hegemónicos que se juegan en torno a la criminalidad. El primer tipo de publicaciones construye el hecho policial como aberrante (subrayando la atrocidad del crimen) más que como ilegal, y aparece en tanto que desvío de lo natural más que por ser policial: no se trata solo de delito. Es necesario que el crimen tenga ingredientes de monstruosidad para aparecer: de ahí el detalle minucioso que no solo describe las formas en que lo aberrante es producido sino que además resalta la singularidad del hecho. De igual forma es tratado el cuerpo del sujeto criminal: un monstruo. En suma, se trata de inventarios de bestialidades semanales, donde lo monstruoso es tanto el acto como el sujeto criminal alejados de cualquier régimen de legibilidad racional.

Pero Pistas planteará la serie criminal a partir de ciertos valores de clase media, que han pasado a ser hegemónicos en la Argentina de 1990, tras instaurarse en la opinión pública, a su vez por el accionar de diversos medios, que aun proponiendo sus propias agendas no dejaban de reflejar ciertos malestares y preocupaciones de orden colectivo.7 El peso decisivo lo tienen la ley y la justicia, que nunca son cuestionadas en sí mismas, sino en su aplicación corrupta. Así, Pistas se presenta como una publicación que realiza un doble movimiento: por un lado estaba preocupada por el devenir de las instituciones democráticas (tal es el caso de toda la reflexión en torno a la posibilidad de un cambio en el Código Penal, o el nuevo accionar de la policía a partir del Código de Convivencia y la derogación de los Edictos); pero por el otro, se comportaba y asumía para sí el lugar sustituto de esas instituciones, de lo que no lograban hacer. Puede citarse una nota, Hágalo Ud. mismo, en la que se ofrecen recomendaciones para que vivan más seguros los propietarios. En este estado de cosas, la pregunta pertinente sería: ¿qué pasa si la justicia se vuelve eficiente?, ¿qué mejor investigación que la de la justicia?, ¿no se tornaría aburrida la información cuando se nos muestra todo de manera transparente? No habría posibilidad ya de jugar con la sospecha, de desentrañar lo que ya aparece descubierto. En un estado de cosas semejante solo le queda al policial mostrar el hecho crudo y, como bien sabemos, esto es imposible.

Pistas trabajará sobre todo en base a la investigación periodística que despliega una serie de dispositivos formales propios del informe judicial: entrevistas, careos, denuncias, reuniones, reproducción de documentos, confrontación de testimonios y pedidos de aclaraciones. En esa serie hay que er un reclamo de justicia y, aun, la imposición de una cierta concepción  de la justicia. Evidentemente, es notable la presencia del reclamo por un mejor funcionamiento de diversas instituciones. Pero el movimiento es paradojal: por un lado existe el reclamo, lo que presupone que estas instituciones siguen siendo legitimadas, pero por el otro, como dijimos, hay una cierta usurpación de roles. Así, el medio oscilaba, en una situación ambigua, entre el reclamo y el descrédito. Por supuesto que el descrédito nunca llegó a ser radical, pues esto supondría desconfiar de la institución democrática toda; recelo imposible, cuando el fondo político de tales reclamos no deja de estar encuadrado dentro del juego democrático.

Lo que hará Pistas es dar por sentado esa criminalidad no ya como hecho singular, sino como un problema social, de ahí que lo que se vuelve importante no es describir la singularidad del mundo del delito sino plantear la cuestión desde el que ve afectada su propiedad. Puede afirmarse, en fin, que es desde un régimen de signos significante a partir de donde esta publicación encara aquello que pone en cuestión el marco de legalidad. En cambio, las publicaciones más amarillistas trabajan con un régimen pasional, es decir, con una relación con el afuera que se expresa más bien como emoción que como idea8, con un signo tensor9 más que con un signo significante. Pero no se crea que por este cambio se han abandonado radicalmente los componentes que solemos llamar amarillistas. En su lugar, es posible pensar un sensacionalismo de otra índole, más acorde al nuevo producto, Pistas. Pues bien, cuando los nombres son resaltados en negritas, nos encontramos con una modalidad novedosa de amarillismo. Esto permite pasar una rápida ojeada a la página y enterarse de los involucrados, que son, en muchas oportunidades, personajes públicos. En este sentido no debemos olvidarnos que aquí ya no se trabaja con una criminalidad cuyos actores son ignotos.

Este cambio en la forma de percibir el delito no es ajeno a ciertos cambios político-sociales. De esta forma, coincidimos parcialmente con Ernst Mandel, quien afirma que La evolución de la literatura policíaca refleja la historia misma del crimen10. El autor establece, así, una relación determinista entre los senderos seguidos por las publicaciones masivas y las formas de violencia específicas de cada momento. Esta forma de pensar a los medios como un reflejo le lleva a explicar, en los siguientes términos, la aparición de las publicaciones masivas de corte sensacionalista: La etapa de madurez del crimen organizado trajo consigo mal agüero para la literatura policíaca de salón […] esta conciencia masiva salió a la superficie por primera vez en las famosas revistas sensacionalistas, cuyo auge fue más o menos simultáneo al del crimen organizado.

Preferiríamos establecer ciertos reparos a la hora de establecer una continuidad semejante. Si tal vez este análisis es pertinente para el caso allí tratado, nosotros pretendemos preguntarnos por qué se da tal elaboración y no otra cualquiera. Por qué en un momento específico es posible una determinada construcción discursiva –construcción que no es meramente un reflejo– a partir de un tipo de criminalidad que sí puede pensarse como un dato objetivo y al que puede trazársele un recorrido histórico. Creemos, en cambio, que es posible demarcar el recorrido no solo de las formas que asume la criminalidad en diferentes momentos sino las diversas formas específicas que adoptan las conceptualizaciones y el tipo de emotividad que se pone en juego alrededor del mundo criminal –que por supuesto no es ajeno al primer recorrido mentado–: luego de Cabezas, ¿quién puede reírse de un cadáver?

El auge de Esto!, con una tirada de 80.000 ejemplares que se agotó en su primera edición, durante el proceso de transición democrática, es la expresión de una violencia caótica, desorganizada. Y no es casual que surja tras el fin de una forma de violencia muy diferente: vertical, organizada desde el Estado. Pero más tarde, una vez afianzada la democracia, la violencia tiende a ser tematizada a través de las instituciones del Estado de derecho. Si bien es persistente la crítica a las mismas y la queja por una justicia que no satisface las demandas sociales, el mismo hecho de estos reclamos fue indicio de una nueva legalidad en la cual se subsumía el procesamiento social de la violencia.

La transición democrática había liberado un ámbito difuso, que oscilaba entre la ausencia de derecho y una legalidad débil, en la cual los hechos violentos no anulados desde el autoritarismo de Estado tampoco fueron asimilados a una racionalidad formal y una justicia jurídica. En ese contexto, la violencia podía ser aún objeto de goce estético, y producir una reacción colectiva de índole singular: ya no se trataba de una violencia que amenazaba los pilares del Occidente cristiano y socavaba los cimientos de la sociedad argentina, pero tampoco se estaba aún ante esa otra amenaza a la sociedad: la de una infracción de las leyes y una marginalidad jurídica. Entre estas dos normativas, se liberaron transitoriamente ámbitos de procesamiento social de la violencia no sometidos ni a la autoridad dictatorial ni a la Ley, sino a una sensibilidad de época en la cual lo atroz ya no pertenecía al terror pero aún no se encauzaba hacia una racionalidad formal y desapasionada. Hemos dicho después de Cabezas. Es que, en algún punto, el crimen de Cabezas implicó un fuerte quiebre en lo social y sobre todo en lo que hace a la forma de pensar el crimen. Efectivamente, es un fuerte cambio de sensibilidad lo que se produce cuando la víctima adquiere un nombre propio, es decir, a partir del proceso de humanización de la misma. Este proceso no es completamente novedoso, ya venía insinuándose muy suavemente como una tendencia desde el caso de Jimena Hernández, y había cobrado una fuerza renovada e inusual a partir del caso de María Soledad (vemos que nisiquiera es necesario el apellido, Morales) pero su fuerza definitiva advino con Cabezas. Ya no son criminales, sino víctimas, lo que se recordará. Éstas, juntamente con su nombre propio, recuperan una profesión, una familia, todo un lastre que los hace abandonar su condición de objeto sanguinolento para devenir sujeto. Sujeto masacrado: lo cual hiere profundamente cualquier sensibilidad humanista. Pues se trata de una vida perdida ahora –cuya inocencia jamás se pone en duda– y no de la centralidad de la muerte atroz que, por su puesto, nadie la desea pero que, si está, puede ser objeto de ficción y hasta de goce.

Ahora bien, estos diversos modos de concebir la criminalidad y la violencia cotidiana dejarán como una de sus consecuencias, no solo el cambio de estatuto de la víctima, posible mediante otra elaboración discursiva, sino que también el cambio del discurso en su totalidad: pasaje de un discurso de gran intensidad a otro de tipo más neutro. Como afirma Foucault: Llegará un día en que todo este disparate habrá desaparecido. […] El discurso que se formará entonces ya no poseerá la vieja teatralidad artificial y torpe, sinoque se desplegará mediante un lenguaje que pretenderá ser el de la observación y el de la neutralidad. Lo banal será analizado siguiendo el código, al tiempo gris y eficaz, de la administración, del periodismo y de la ciencia...11 En aquel momento de transición, en que la “inseguridad” comenzaba a ser tematizada, los crímenes “salvajes”, “bárbaros”, habían quedado opacados, puesto que no habían desaparecido. De manera semejante a lo que sostiene Foucault respecto de los cambios operados en el discurso del poder de la época clásica, no importaba tanto el detalle del crimen ni la vida oscura del criminal en la transición de Esto! a Pistas: se había pasado de la exposición de los hechos y de la confesión al lento proceso del descubrimiento; del momento del suplicio a la fase de investigación; del enfrentamiento físico con el poder a la lucha intelectual entre el criminal y el investigador. En este nuevo género, que planteaba Pistas no había ya ni héroes populares ni grandes ejecuciones; se podía ser perverso, pero inteligente, y de ser castigado no había que sufrir: en definitiva, como sentencia Foucault, que el pueblo se despoje del viejo orgullo de sus crímenes. Las nuevas publicaciones, entonces, eran acordes a una nueva sensibilidad de época en la que el marco democrático consolidado venía a ser la referencia a la hora de pensar el mundo criminal y de violencia. Se anulaba una forma de concebir el crimen que tenía hondas raíces en la cultura popular y que se caracterizaba, justamente, por una ambivalencia constitutiva entre el orgullo y el desprecio, entre la sonrisa y el asco, entre el disfrute y el rechazo. Lo que advendrá después será la percepción exacerbada de la previsibilidad del crimen.

 
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Notas
1 El presente texto forma parte del libro “Truculencia - La prensa policial entre el terrorismo de estado y la inseguridad”, para más información sobre el mismo ver la sección de reseñas bibliográficas.
2 Por lo general se trata de todo lo que adquiera ribetes sensacionalistas como: lados oscuros de grandes personalidades, farándula, mujeres ligeras de ropas o desnudas, etcétera.
3 Pavarini, Massimo, “Control y Dominación”. Siglo XXI editores, México, 1998.
4 Semejante a la presentación que, décadas más tarde, tendrá Crónica paraguaya: fotos y hechos de la semana, cuando en realidad, tanto una como otra son solo de crímenes y algunos pequeños aditivos que varían según los casos..
5 El caso Penjerek, de 1963, es un ejemplo de cómo Crónica, que estaba tambaleándose pasó a vender alrededor de 1.000.000 de ejemplares. Hechos como éste, o el crimen pasional de las 113 puñaladas –cometido por un novio celoso y llevado a cabo con cuchillos típicos de cocina–, que disputó las tapas de los diferentes diarios nacionales a los temas que tradicionalmente se han considerado serios, muestran hasta qué punto el policial más singular y truculento ocupa un lugar de relevancia en nuestra sociedad.
6 Mandelevich, Pablo: “Las revistas”, en: “Crónicas del periodismo”, Centro Editor de América Latina, Bs. As., 1986.
7 Inclusive Pistas, nº 25, intenta establecer las correlaciones entre medios y opinión pública en una nota titulada Operaciones de Prensa.
8 Deleuze, Gilles; Guattari, Felix: “Mil mesetas.  Capitalismo y esquizofrenia”. Pre-textos,Valencia, 1997.
9 Lyotard, Jean-François: “Economía libidinal”, Fondo de cultura económica, Buenos Aires, 1990.
10 Mandel, Ernst, “Sociología de la novela negra”, en: Link, Daniel (comp.), “El juego de los cautos”, La Marca, Buenos Aires, 1992.
11 Foucault, Michel: “La vida de los hombres infames”, Altamira, La Plata, 1996.

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