lunes, 19 de noviembre de 2012

¿Sirve el tratamiento para rehabilitar a los delincuentes Sexuales?

Este trabajo se ha desarrollado en el marco del Proyecto de Investigación Coordinado (SEJ2005-09170-C04-01) sobre “Delincuencia violenta: Programas de prevención, tratamiento y predicción” (2005-2008) financiado por el Ministerio de Educación.
 
Por, Santiago Redondo Illescas

 
Riesgo de reincidencia y tratamiento de los agresores sexuales
Los agresores sexuales constituyen un reto importante para la criminología aplicada debido a la complejidad de factores de riesgo que confluyen en ellos. Según nuestros conocimientos actuales, los agresores sexuales suelen presentar carencias de tres tipos diferentes aunque interrelacionados: en su comportamiento y preferencias sexuales (lo que resulta obvio), en su conducta social más amplia, y en sus cogniciones (“distorsiones cognitivas”) (Berlin, 2000; Brown, 2005; Echeburúa y Guerricaechevarría, 2000; Marshall, 2001; Redondo, 2002). Así pues, todas estas dificultades deberán ser consideradas en el diseño y aplicación de un programa de tratamiento.
 
Puede afirmarse que en la actualidad se dispone de buenas estrategias psicológicas para el tratamiento de los agresores sexuales, a un nivel de desarrollo técnico comparable al de otros campos de la intervención psicológica (Budrionis y Jongsma, 2003). Sin embargo, desde la perspectiva de la utilización práctica de tales técnicas, la aplicación de tratamientos a los delincuentes sexuales es una actividad limitada a unos pocos países desarrollados y, dentro de ellos, a unos cuantos programas en prisiones, y esporádicamente en la propia comunidad. Ello significa que la proporción de agresores sexuales que recibe tratamiento es muy pequeña en relación con el número de agresores sexuales identificados y, normalmente, encarcelados. Pese a todo, los poderes públicos son cada vez más conscientes de la necesidad de aplicar tratamientos especializados a los delincuentes sexuales y por ello, en los países norteamericanos y europeos, se van introduciendo paulatinamente nuevos programas.
 
Tales programas suelen tener las siguientes características generales:
• Suelen ser programas intensivos de larga duración.
• Incluyen técnicas dirigidas específicamente a las tres áreas problemáticas mencionadas: comportamiento sexual desviado, distorsiones cognitivas y funcionamiento social del sujeto.
• A veces se utilizan, en el contexto global del programa, agentes químicos inhibidores del impulso sexual. Se han utilizado tres medicaciones reductoras del impulso sexual masculino: el acetato de ciproterona, el acetato de medroxiprogesterona y, más modernamente, el agonista análogo de la hormona liberadora de la gonadotropina (GnRH) (Greenberg y Bradford, 1997; Marshall y Redondo, 2002; Rösler y Witztum, 2000).
• En la aplicación suelen intervenir diversos terapeutas (con frecuencia hombre y mujer) que entrenan a los agresores sexuales en habilidades sociales específicas con un doble propósito: 1) que aprendan a inhibir las conductas delictivas, y 2) que aprendan las habilidades de comunicación necesarias para establecer relaciones sexuales adultas y consentidas.
• En general, el tratamiento suele tener carácter voluntario, aunque la eventual participación del sujeto en el mismo suele ser recompensada con beneficios penales y penitenciarios (permisos de salida al exterior, mejora del régimen de vida en prisión, o concesión futura de la libertad condicional).

De acuerdo con diversos estudios evaluativos, la reincidencia de los agresores sexuales es, como grupo, baja, y se estima de en torno al 20% (Lösel, 2002; Prentky, 2003; Quinsey et al., 1995). (El promedio general de la reincidencia de los delincuentes –no específicamente sexuales— es de alrededor del 50%). No obstante, la distribución de la reincidencia es muy heterogénea y oscila entre un número grande de casos de un solo delito conocido (y, por tanto, no reincidentes) y, en el extremo opuesto, unos pocos agresores sexuales seriales, que cometen decenas de delitos a lo largo de sus carreras criminales.
 
En cada caso, el riesgo de reincidencia –y también las posibilidades del tratamiento— van a depender de la tipología de agresor de que se trate y, específicamente, de los factores de riesgo que confluyan en cada sujeto. La investigación más moderna en psicología criminal ha puesto de relieve la existencia tanto de factores de riesgo –aumentan el riesgo— como de factores de protección o resistencia –protegen al individuo, disminuyendo el riesgo de conducta delictiva— (Garrido, 2005). A su vez, unos y otros factores se han categorizado como factores estáticos (o inmodificables) y dinámicos (o modificables mediante intervenciones) (Andrews y Bonta, 2003; Andrews, Zinder, Hoge, Bonta, Gendreau y Cullen, 1990; Gendreau, Little y Goggin, 1996). Los factores de riesgo estáticos suelen ser factores inherentes al sujeto o a su pasado y, por ello, de difícil o imposible alteración, mientras que los factores de riesgo dinámicos consisten en hábitos, valores, cogniciones, bajo estatus académico y social, bajo autocontrol, conflictos interpersonales, etc., todos los cuales pueden modificarse en cierto grado mediante intervenciones apropiadas.

Existen predictores o factores de riesgo específicos de reincidencia sexual, que también pueden ser divididos en predictores estáticos y dinámicos. Los principales son los siguientes (Andrews y Bonta, 2003; Berlin, 2000; Gallagher et al., 1999; Groth, 1979; Quinsey et al., 1995; Maletzky, 1991; Marshall, 2001; Marshall y Barbaree, 1989, 1990; Marshall y Redondo, 2002; Vandiver, 2006) (tabla 1):

 
 
Como puede verse en la tabla anterior, existe un amplio conjunto de factores estáticos de riesgo que, además de la menor edad y de factores de riesgo genéricos, condicionan específicamente la reincidencia de los agresores sexuales (con correlaciones conocidas de entre .13 y .22). Pese a todo, los factores dinámicos juegan también un papel decisivo en dicha reincidencia y constituyen, en todo caso, debido a su modificabilidad, los objetivos oportunos de los programas de tratamiento. Mientras que los factores estáticos se corresponden, en buena medida, con los elementos energizantes o motivadores de las agresiones (excitación, repertorios de conducta desviada, etc.), los factores dinámicos estarían formando parte de dos procesos decisivos en dichas agresiones (Farrington, 1996): 1) confiriendo direccionalidad antisocial al comportamiento, debido a la falta de habilidades para el logro de los objetivos deseados (entablar relaciones comunicativas y sexuales con personas adultas que consienten  en dichas relaciones), y 2) facilitando los procesos desinhibitorios (creencias, distorsiones, falta de empatía, etc.) que precipitan la agresión.
 
El tratamiento de los agresores sexuales mediante el programa “Control de la Agresión Sexual” (SAC), de Garrido y Beneyto (1996)
En España el análisis específico de los delincuentes sexuales y la aplicación de programas con ellos se iniciaron en Cataluña en 1996, a partir de diversas investigaciones previas sobre la materia. La primera de estas investigaciones (Garrido, Redondo, Gil, Torres, Soler, y Beneyto, 1995) estudió una muestra de 29 violadores, autores de 226 delitos de diversas tipologías. La segunda (Garrido, Beneyto, y Gil, 1996) analizó a 33 delincuentes sexuales que habían abusado de menores y eran autores de 116 delitos. Una tercera investigación (Garrido, Gil, Forcadell, Martínez, y Vinuesa, 1998) estudió una muestra de delincuentes sexuales menores de edad con la finalidad de adaptar un programa específico para jóvenes.
 
Como resultado de ello y de acuerdo con las indicaciones generales del tratamiento cognitivo-conductual de los delincuentes (Beech y Mann, 2002; Brown, 2005; Budrionis y Jongsma, 2003; Garrido, 2005; Lipsey y Landerberger, 2006; Marshall y Serran, 2004; McGuire, 2001; Redondo, Sánchez-Meca y Garrido, 2002a, 2002b) se creó el primer programa específico  para delincuentes sexuales adaptado al contexto español y denominado Programa de Control de la Agresión Sexual (SAC) (Garrido y Beneyto, 1996, 1997). La primera aplicación de este programa se llevó a cabo paralelamente en dos centros penitenciarios de la provincia de Barcelona: Quatre Camins y Brians (Roca y Montero, 2000). Este mismo programa, con algunas adaptaciones, se aplica en la actualidad en diversos centros penitenciarios españoles.

En este programa el tratamiento se concibe a partir de dos ejes complementarios (Navarro, 2004). En primer lugar, un eje de evaluación individual de cada sujeto, en el que se formulan hipótesis funcionales acerca de los factores que probablemente mantienen su agresión. En segundo lugar, un eje de intervención grupal a partir de todos aquellos conocimientos, habilidades, cambios cognitivos y emocionales que los agresores sexuales deben asimilar y modificar.

La motivación para el tratamientoSe ha puesto de relieve una serie de correlatos clínicos que se asocian a la motivación de los agresores sexuales para participar en un tratamiento (Andrews y Bonta, 2003; Garrido et al., 1995; Groth, 1979; Quinsey et al., 1995; Maletzky, 1991; Marshall, 2001; Marshall y Barbaree, 1989), que se recogen en la tabla 2 a continuación:
 
 
 
Como puede verse en la tabla anterior, algunos de dichos correlatos (“desagrado con sus acciones delictivas y deseo de cambiar”, “reconoce la existencia de factores relacionados con sus conductas de agresión sexual”, “capaz de controlar su conducta en alguna medida”) hacen referencia a un importante factor de fondo: el grado de conciencia e incomodidad que tiene el sujeto acerca de sus conductas de agresión y, en consecuencia, el grado en que desea o intenta resolver el problema. Se trata, en suma, de la disposición para el cambio de conducta, algo que nos conecta en psicoterapia con la perspectiva de Prochaska y DiClemente acerca de los estadios de cambio (Prochaska y Diclemente, 1992; Prochaska y Prochaska, 1993). Según este modelo, explorado en múltiples problemas adictivos y psicopatológicos, para que el cambio de comportamiento sea viable (y, en consecuencia, para que el tratamiento sea más eficaz) es necesario que el sujeto se encuentre, como mínimo, en un estadio de comtemplación del problema, es decir que haya adquirido conciencia del mismo (que reconozca que tiene un problema) y se haya suscitado en él la inquietud de resolverlo pronto. En el caso de los agresores sexuales, para que el individuo tenga “desagrado con sus acciones delictivas y deseo de cambiar”, es necesario, para comenzar, que reconozca el delito, esto es que salga de los habituales procesos de negación que suelen acompañar a una conducta socialmente vergonzante y de fuerte rechazo como la agresión sexual.

A menudo los delincuentes sexuales tienden a percibirse a sí mismos como personas corrientes, incluso buenas personas, para lo cual minimizan y externalizan los hechos. Para ello, pueden automatizar una serie de procesos de pensamiento en cadena, en los que el sujeto utiliza mecanismos de justificación y se da a sí mismo mensajes como los siguientes (Navarro, 2004):
1. Sobreoptimismo: p.e., “podré resolverlo por mí mismo, sólo fue algo circunstancial”.
2. Resistencia al tratamiento: p.e., “no necesito ningún tratamiento, ya ha pasado mucho tiempo; además, cualquiera puede cometer un error; ya he pagado por ello”.
3. Negación: p.e., “si no necesito tratamiento, ¿para qué pasar un mal trago explicando lo que pasó?”
4. Justificación: p.e., “a nadie le importa mi vida; si lo explico, seguro que lo contarán a personas que me importan y tendré que avergonzarme”.
5. Conclusión: p.e., “que lo explique no servirá para nada; no vale la pena”.
 
El programa objeto de esta investigación requiere a sus participantes, inicialmente o tras un tiempo prudencial de aplicación, el reconocimiento del delito. Ello, además de facilitar el tratamiento, suele tener efectos emocionales beneficiosos para el sujeto. En el marco del tratamiento, el grupo representa en cierto sentido a la sociedad y es saludable que el sujeto pueda hablar de su delito con menor ansiedad y mayor objetividad, aprendiendo a convivir con lo que hizo, y experimentando, en suma, la aceptación del terapeuta y del grupo (Navarro, 2004). Este proceso requiere que el terapeuta estimule, dirija y valore los esfuerzos del sujeto en dirección al reconocimiento del delito, proceso en el que cada individuo tendrá su propio ritmo, sin que éste deba ser forzado.
 
Objetivos y componentes del programa de tratamiento
Este programa es de orientación cognitivo-conductual y en su fase de grupo tiene una duración promedio de 10-12 meses, a razón de 4 sesiones semanales de dos horas. El quinto día de la semana se dedica al seguimiento de cada individuo en entrevista individual y a cuestiones pendientes (revisiones de grado, permisos, etc.). Los objetivos terapéuticos generales del programa son los siguientes (Garrido y Beneyto, 1996):
1. Favorecer un análisis más realista por parte de los sujetos participantes en el mismo acerca de sus actividades delictivas.
2. Mejorar sus capacidades y habilidades de relación personal.
3. Mejorar sus posibilidades de reinserción y de no reincidir.
 
De modo más específico, el programa está estructurado en módulos o ingredientes que se dirigen a los déficit o factores de “necesidad criminogénica” más comunes de los delincuentes sexuales. Incorpora 6 ingredientes, cuyos fundamentos técnicos y objetivos terapéuticos se recogen sucintamente (en tabla 3) (Garrido y Beneyto, 1996; Garrido et al., 1995):
 
 
 
Equipo de tratamiento
El equipo de tratamiento responsable de este programa está formado por psicólogos, juristas criminólogos, educadores y trabajadores sociales. Los terapeutas principales del programa de agresores sexuales son los psicólogos, que efectúan tanto la parte central de la evaluación inicial como la aplicación de las técnicas de tratamiento recogidas en la tabla 3.
 
Formatos y contextos de aplicación del programaEl programa se desarrolla en tres formatos y niveles de intervención:
1. Nivel individual (1 día por semana): para la realización de la evaluación inicial de los sujetos y, a lo largo del desarrollo del programa, para el seguimiento y motivación de cada sujeto, posibles incidencias y aplicación de pruebas psicológicas.
2. Nivel grupal (cuatro días por semana): es el núcleo principal de la intervención, en que se trabaja mediante los módulos psicosociales del programa.
3. Intervención y seguimiento en el exterior: una vez que el sujeto accede nuevamente a la comunidad, primero de modo supervisado (salidas programadas, en grupo o individuales, con acompañamiento de un terapeuta), restringido (permisos de salida de unos días, régimen abierto) o autónomo (libertad condicional y libertad definitiva). En estos seguimientos participan trabajadores sociales y los propios terapeutas del programa, que realizan mensualmente una sesión de seguimiento en el exterior de la prisión, en la que participan tanto liberados condicionales como internos que pueden salir de modo supervisado.
 
Selección de los grupos de tratamiento y evaluación inicial de los sujetos
Los grupos tratados en este programa se componen de un número de sujetos que oscila entre 10 y 15, seleccionados entre los internos del centro condenados por delitos sexuales que cumplan los dos siguientes requisitos (Navarro 2004): 1) que estén en condiciones jurídico-penales de obtener la libertad condicional en el plazo de 3 a 4 años (es decir, que al inicio de programa estén próximos al cumplimiento de las tres cuartas partes de la condena de prisión que cumplen), y 2) que tengan un reconocimiento, aunque sea mínimo o parcial, del delito y una cierta motivación inicial para participar en el programa. Con el propósito de aumentar y mantener dicha motivación puede pactarse y suscribirse entre cada interno y el terapeuta director del grupo un acuerdo conductual. En éste el sujeto se compromete a asistir y participar en las sesiones diarias del programa y el terapeuta, por su parte, se compromete a valorar positivamente dicha participación y esfuerzo en las futuras propuestas de beneficios penitenciarios (posibles permisos, libertad condicional y régimen abierto).
 
Se efectúa una evaluación inicial mediante entrevista semiestructurada y la aplicación de la escala de psicopatía PCL-SV de Hare y de una escala de riesgo de 10 ítems diseñada al efecto (Navarro, 2004). Se incluye como máximo un sujeto con perfil psicopático por grupo (evaluación PCL-SV de Hare, con una puntuación comprendida entre 18 y 24). La razón para adoptar esta medida estriba en facilitar, de este modo, un mejor control por el terapeuta de los posibles intentos de manipulación que puedan efectuar personas con alto nivel de psicopatía, a la vez que al resto del grupo le resulta también más fácil reconocer dichos intentos.

En síntesis, se espera que todas las intervenciones mencionadas (integrantes del Programa de Control de la Agresión Sexual) se traduzcan en mejoras conductuales, cognitivas y emocionales consistentes con los objetivos mencionados y, a la postre, en una reducción del riesgo de cometer nuevos delitos o de la frecuencia y gravedad de los mismos.

¿Sirve este tratamiento para rehabilitar a los delincuentes sexuales?
El “Programa de Control de la Agresión Sexual” se viene aplicando en el Centro Penitenciario Brians desde 1996 hasta la actualidad. Algunos sujetos que fueron tratados ya han cumplido sus condenas de prisión y han salido en libertad. Ello ha permitido desarrollar la evaluación que aquí se presenta, para conocer si el tratamiento logra o no rehabilitar a los delincuentes que fueron tratados.
 
Objetivos e hipótesis de este estudio
Así pues, el objetivo fundamental de esta investigación es evaluar la eficacia del tratamiento descrito de los agresores sexuales, una vez que ha sido tratado un número amplio de sujetos y que ha transcurrido el tiempo suficiente para poder efectuar un seguimiento razonable de su comportamiento en la sociedad. La hipótesis principal de partida es la siguiente: los sujetos que han completado el tratamiento (Grupo de tratamiento) obtendrán resultados significativamente mejores en las variables dependientes evaluadas (menor reincidencia sexual, no sexual y total, y menor gravedad de los delitos que puedan cometer) que los sujetos que no han recibido tratamiento (Grupo de control). Esta primera hipótesis se matiza con una segunda hipótesis complementaria: como muestra la bibliografía especializada (Rice, Harris y Quinsey, 2001) los efectos positivos esperables del tratamiento, que por definición opera sobre la modificación de factores dinámicos de riesgo (hábitos y valores delictivos, distorsiones y justificaciones, falta de empatía, estilo de vida desestructurado, etc.), serán modulados (y probablemente reducidos) a partir de variables estáticas de riesgo, tales como el historial delictivo previo del sujeto, la menor edad, la versatilidad delictiva, el tipo de víctimas a las que agrede o su posible perfil psicopático. Todos estos factores estáticos son inherentes al sujeto o a su pasado, por lo que, aunque tienen un efecto potenciador del riesgo de reincidencia, no pueden ser alterados por la intervención terapéutica. Así pues, se espera encontrar que la eficacia del tratamiento no sea unívoca, sino mayor o menor en función de la menor o mayor presencia en cada sujeto de factores de riesgo estáticos (inalterables).
 
Muestras evaluadas y diseño de investigación
La población total de agresores sexuales que han cumplido condena en el Centro Penitenciario Brians, desde la inauguración de este centro en mayo de 1991 hasta el 31 de diciembre de 2002, es de 346 sujetos, que en conjunto son autores de más de 770 delitos sexuales (con un promedio de 2,23 delitos sexuales por sujeto). También son responsables de más de 630 delitos no sexuales. De esta población total se han extraído y seleccionado los grupos objeto de esta investigación: uno tratado (n = 49) y otro control (n = 74), de los que se ha efectuado un seguimiento (una vez liberados y reintegrados a la comunidad) a lo largo de un periodo promedio de 3 años y 8 meses.
 
Esta investigación es un estudio retrospectivo realizado mediante un diseño de grupo de control no equivalente, es decir no seleccionado al azar. No obstante se han tomado diversas medidas de depuración metodológica para erradicar los sesgos más importantes que podrían amenazar la homogeneidad y equivalencia de los grupos. Como resultado de ello, los grupos pueden considerarse equivalentes.

Para la recogida de los datos se ha creado una plantilla de codificación de variables, que incorpora una estructura de cuatro grandes categorías: A) variable independiente (aplicación vs. no aplicación del tratamiento), B) variables moduladoras (demográficas, de carrera criminal, víctimas, clínicas, etc.), y C) variables criterio o dependientes (distintos parámetros de reincidencia). En total se han analizado 51 variables.
 
Resultados
¿Es eficaz el tratamiento?

Los resultados más importantes de esta investigación, en relación con su principal objetivo son los siguientes (véase la Figura 1): de los 49 sujetos integrantes del grupo de tratamiento han reincidido en delitos sexuales, a lo largo de un periodo de seguimiento de cuatro años, 2 sujetos (4,1%) y en delitos no sexuales 1 sujeto (2,0%), lo que suma una reincidencia total de 3 sujetos (6,1%). Frente a ello, de los 74 integrantes del grupo de control, durante un periodo de
seguimiento de tres años y medio, 13 sujetos (el 18,2%) han reincidido en delitos sexuales y 10 más en delitos no sexuales (13,6%), lo que aúna un total de 23 sujetos reincidentes (el 31,8%). Todas estas diferencias entre los grupos resultan estadísticamente significativas.
 
Estos resultados confirman en esencia la hipótesis principal de esta investigación, a saber: la eficacia del tratamiento cognitivo–conductual aplicado con los agresores sexuales en la prisión de Brians. El tratamiento logra reducir la reincidencia sexual en un 14,1%, que resulta de la diferencia entre la tasa del grupo de control, que es de 18,2%, y la del grupo de tratamiento, que es del 4,1%.
 
 

¿Qué variables modulan la reincidencia sexual?
Se han explorado también las posibles interacciones entre el resultado reincidencia/no-reincidencia sexual y las diversas variables moduladoras consideradas, como posibles factores de riesgo, en el estudio. Del análisis bivariado de la reincidencia sexual (para una muestra total de 123 sujetos, suma de los 49 tratados más los 74 controles), se encontró capacidad explicativa de la reincidencia sexual en 26 variables o factores de riesgo.
 
Los datos obtenidos confirman en buena medida la segunda hipótesis formulada: al analizar las características de los sujetos reincidentes (con independencia de que hayan sido tratados o no) aparecen interacciones con factores de riesgo fundamentalmente estáticos o inmodificables (menor edad al salir en libertad, carreras criminales más prolongadas, mayor número de delitos, víctimas desconocidas, etc.). Así, los sujetos reincidentes, además de haber recibido tratamiento en menor proporción (14,3%), presentan riesgos estáticos diversos que, sin duda, están jugando un papel decisivo en la prolongación de sus carreras criminales (sin o con tratamiento).

Conclusiones
En la figura 2 se representa la distribución de la reincidencia en las muestras de agresores sexuales no tratados: de acuerdo con la investigación internacional alrededor del 80% no reinciden, mientras que acaban reincidiendo en torno a un 20% (Lösel, 2002; Quinsey et al., 1995). ¿Qué sucede, si se aplica un tratamiento como el aquí presentado? Lo que sucede es que en general el tratamiento puede rebajar en 5%–10% la tasa de reincidentes esperables (20%), es decir puede reducirla a la mitad (Beech y Mann, 2002; Hall, 1995; Redondo y Sánchez-Meca, 2003). (Esta reducción de la reincidencia es proporcional a los beneficios del tratamiento en otras tipologías de delincuentes: véase una revisión en Welsh y Farrington, 2006). Pese a todo, resta un porcentaje residual de 10%–15%, de sujetos de alto riesgo, que probablemente van a acabar reincidiendo a pesar de haber participado en el tratamiento. Estos sujetos suelen corresponderse con aquellos que presentan el peor pronóstico en factores estáticos de riesgo, tales como la menor edad y el inicio temprano en la delincuencia.
 
 
 
El modelo de la figura 2 es teórico, y representa lo que los estudios evaluativos suelen encontrar, sin tratamiento y cuando se aplica tratamiento. Los datos obtenidos en este estudio son, en principio, algo más optimistas, ya que el ahorro en reincidencia sexual, como resultado del tratamiento, es del 14,1% (sobre una reincidencia base del grupo control del 18,2%). Así pues, resta una reincidencia residual (sujetos tratados que, pese a todo, reinciden) del 4,1%.
 
En conclusión, los resultados obtenidos sugieren una considerable potencia rehabilitadora del tratamiento cognitivo–conductual aplicado en la prisión de Brians (Barcelona, España). Este estudio claramente prueba, en términos científicos, que la aplicación del tratamiento reduce la tasa de reincidencia de los agresores sexuales tratados, desde una tasa que sería esperable del 18% a una del 4%, para un periodo de seguimiento promedio de casi cuatro años. No obstante, debido a la prolongada potencialidad delictiva de los agresores sexuales, estos resultados iniciales sólo constituyen una primera aproximación evaluativa que deberá ser completada mediante un seguimiento más prolongado de los sujetos que permita evaluar su reincidencia a más largo plazo.

Aunque en este estudio no se han podido evaluar otras variables y factores de protección, es muy probable que, además del tratamiento psicológico aplicado, los sujetos tratados hayan contado con otros factores favorables para su reinserción social, tales como la ayuda de sus familias y unas condiciones laborales y sociales favorables. Casi con toda seguridad el tratamiento aplicado ha promovido cambios personales en los sujetos (en sus habilidades, actitudes, modos de pensamiento y controles emocionales) que han contribuido a la inhibición de la agresión sexual. Sin embargo, estos cambios y mejoras personales también han tenido que contar, para hacerse realidad, con contextos favorables en los que pudieran manifestarse. La evaluación combinada de cambios personales y factores sociales de reinserción constituye un reto de la máxima importancia para la investigación futura en la rehabilitación tanto de los delincuentes sexuales en particular como de los delincuentes en general.

 
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Referencias
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Fuente: Revista Española de Investigación Criminológica
Artículo 6, Número 4 (2006)

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