miércoles, 26 de septiembre de 2012

Nora Dalmasso: ¿el crimen perfecto o una Investigación imperfecta?

A partir de ese día, más de 23 cuerpos y 4000 fojas tratan de poner en claro que pasó esa noche lluviosa en la casa de Villa Golf, quién entró al barrio cerrado y mató a una de las mujeres mas bellas y conocidas de la Ciudad, esposa del traumatólogo Marcelo Macarrón e hija de importantes comerciantes que manejan servicios sociales y fúnebres. Nora tenía dos hijos adolescentes, Facundo y Valentina. La noche del asesinato Nora se había quedado sola en su casa: su esposo estaba jugando un torneo de golf en Punta del Este con un grupo de amigos, su hijo mayor estaba en Córdoba Capital donde estudia Derecho preparando exámenes, y su hija menor haciendo una pasantía en Estados Unidos.

Pero mas allá del enigma de su muerte, el caso Nora Dalmasso fue para muchos el paradigma de lo que no de se debe hacer en una escena del crimen. Además, la sociedad se impregnó de términos que hasta allí desconocía, vio muchas veces como una prensa descarnada sumaba morbo al dolor de una familia, hablaba todo un pueblo con total de aparecer en algún lado (hasta una prostituta que quería ser famosa inventó historias) y como nunca un crimen pareció depender mas la Ciencia que de una investigación judicial y policial.

¿Quién mató a Norita? hasta esa pregunta se instaló en la calle usando el diminutivo con el que la llamaban a la víctima su familia y las amigas que la noche horas antes del crimen habían cenado con ella en un restó de Río Cuarto, con la curiosidad de que cuando las mujeres llegaron al lugar le habían dicho que alguien había cancelado sus reservas aunque igual pudieron quedarse. Eso que parecía un detalle ínfimo alguna vez podría haber sido una pista a investigar pero de eso no se supo nada mas.

Las rarezas del “Caso Norita”, uno de los mas consumidos -si se permite el término-- para los lectores de policiales junto al asesinato de María Marta Garcia Belsunce, suma el ingrediente de que los protagonistas son gente acomodada, que vive en un barrio cerrado, no se trata de un asesinato con violencia, donde además esos familiares de buen pasar también sospechosos. La sociedad se metió así por el ojo de la cerradura de una familia de alta sociedad y vio su vida justamente con ingredientes casi novelescos, aparecieron historias de infidelidades de ambas partes, la homosexualidad del hijo mayor de la familia, las sospechas políticas y hasta los presuntos móviles económicos que pudieron derivar en el asesinato. El móvil se buscó antes que al asesino. Pero del asesino de Norita, de su nombre y apellido para llevarlo a prisión, nada.

El caso fue casi una novela en capítulos cada vez mas atrapante en el medio de la incertidumbre de los padres y hermano de Nora que esperaban una respuesta sobre el autor del crimen y no sobre las historias personales de Nora y su entorno. Pero claro cuando ocurre un asesinato de estas características, puertas adentro, en una casa vacía, sin cámaras de seguridad, sin testigos directos, la víctima , su modo de vida, sus relaciones íntimas y sociales también están bajo la lupa. Y allí apareció una presunta larga lista de amantes de la mujer. Y de larga esa lista no tenia nada. Como pocas veces se habló de “hipoxifilia” que Nora había sido asesinada por un amante que queriendo excitarla le apretó el cuello con sensación de asfixia, hasta dejarla desvanecida y después matarla quizá sin intención, o si. Mas tarde se descubriría a través del teléfono celular y mensajes recibidos que Dalmasso tenía un amante: era un vecino, un amigo de su esposo que esa noche fue el último en enviarle un mensaje de texto a Nora un rato antes de que el asesino entrara a su casa sin forzar puertas ni ventanas y la estrangulara.

Todo daba a entender que alguien sabía de la existencia de Nora sola en su casa; un conocido   un ladrón que haya entrado justo cuando ella guardaba su auto o un psicópata que la interceptó. Quien fuera tenía la ventaja que esa noche las cámaras de vigilancia de entrada al barrio no grababan.

¿Alguien lo sabía? Por todo eso, los primeros sospechosos fueron los que tenían algunos de esos datos.

Cuando Nora murió estaba haciendo arreglos en su casa , trabajaban allí albañiles y jardineros. La policía puso sus ojos en ellos, los que habían sabían de sus movimientos, rutinas y hasta se atrevieron a espiar a la mujer mientras disfrutaba de su pileta y tomaba sol en su gran parque. Dos albañiles fueron arrestados, uno fue el mas sospechoso: Gastón Zárate. De él, pocos se acuerdan su nombre porque en realidad paso a ser “El perejil”, ya que los vecinos hicieron una marcha pidiendo su liberación porque creían que solo era un chivo expiatorio. Fue el único detenido en la causa y también hace pocos meses el primer sobreseído por el fiscal Javier Di Santo, que lleva adelante esta investigación desde el primer día.

El otro sospechoso que sacudió toda la causa fue Facundo Macarrón, el hijo mayor de Nora. En su declaración testimonial dejaba dudas al fiscal sobre con quién había estado y en los horarios que había ido a estudiar y salir con amigos. Y el fiscal pensó que podría haber tenido tiempo para ir de Córdoba capital a Villa Golf matar a su madre y regresar. ¿El móvil? Celos, molestias por su homosexualidad confirmada por su tías o vaya saber que otra cosa que pensaron los investigadores.

Hoy Facundo sigue imputado, a diferencia de “El perejil” por abuso sexual seguido de homicidio.

Esta fue otra de las rarezas del caso: dos imputados del mismo delito aunque con pequeñas diferencias, ya que a Zárate se le sumó el robo (presuntamente un celular) y al hijo de la víctima una figura permitida en el código cordobés, que es el de “sospecha leve”.
El cuerpo de Nora como en cualquiera de estos casos puede hablar, premisa de los forenses. Aquí también los especialistas trataron de leer ese cuerpo golpeado, desnudo, sin alhajas. De ese cuerpo se extrajo lo que se pudo y se sacó material genético de sábanas y su propio cuerpo. Los primeros testimonios, las sospechas de las relaciones extramatrimoniales, los problemas familiares y hasta sospechas políticas-económicas (rol de testaferros de dirigentes) no conducían a mucho. Por eso, desde principio a este caso se lo vio inmiscuido con la Ciencia. Era el milagro que despejaría las sospechas. Pero claro tenía quizás lo más insólito del caso: una escena del crimen contaminada por cerca de 27 personas. Lo mas llamativo, hasta un cura fue contaminante. Era el padre confesor de la familia, Felizia quien vio el cuerpo desnudo de Nora y un policía inexperto le dijo que no se horrorizaba, que lo iba a tapar. Y allí nomás las muestras de ADN volaron. Pruebas que hubieran sido fundamentales se esfumaron en segundo. El asesino ya corría con otra ventaja.

De todas formas un primer estudio de material genético que se pudo levantar comprobaba que un “halotipo Y, el linaje Macarrón” estaba en ese lugar. No era disparatado: los Macarrón viven allí, padre e hijo, en principio. También estaba el papá del doctor, que vive también en Rio Cuarto. Pero en Córdoba no se pudo determinar más que eso.

Allí sobrevino para el fiscal Di Santo una esperanza superadora a su criterio, que era que el FBI hiciera esos estudios y desenmascare el código genético para tener al supuesto asesino. Claro que como la escena estaba contaminada todos los que pasaron por ella debieron sacarse sangre desde el fiscal, el cura, el vecino, el policía y más.

Luego de mas de dos años de espera, el informe tan esperado del FBI sobre el caso Nora Dalmasso llego al país en marzo pasado. Pero el escrito lejos de sacar a la causa de la parálisis y descifrar la incógnita dio la sensación de volver a fojas cero. Desde el Centro de ciencias Forenses de la Universidad Central de la Florida se especificó que en el laboratorio se detectaron rastros de los Macarron y de dos personas más, epro ninguno era de los contaminantes. Lo de Macarrón era previsible: el marido admitió varias veces que el dia anterior al viaje a Uruguay había mantenido relaciones sexuales con su mujer y es lógico que su semen perdure allí. Recién ahora el fiscal pidió a especialistas datos de cuanto tiempo sobrevive el semen de un hombre dentro del cuerpo de la mujer.

Y a pesar de que su hijo Facundo sigue sospechado e imputado en la causa, ahora el marido Marcelo Macarrón volvió a estar bajo la lupa de la Justicia, ya que se sospecha que haya tenido tiempo para ir a Punta del Este, volver, cometer el crimen y regresar para ganar su torneo de Golf. Así la esperanza de que el FBI le ponga nombre y apellido al asesino se desvaneció rápidamente. Y ahora recién a cuatro años y medio, todo está como al principio, y recién ahora se está volviendo a analizar los movimientos del esposo, y vuelve a tomar declaración a los amigos que puedan certificar que de Uruguay no se movió.

Todo lo ocurrido demuestra que Nora es un caso emblemático de muchas cosas: de cómo no dejar que una escena del crimen se contamine, de preservar la escena como era herramienta fundamental, de cuán importantes son las primeras horas en un crimen, en la investigación, en la insistencia de ampliar declaraciones, de no dejar pasar ni sospechas ni tiempo. Tiempo que pasa, verdad que huye, aseguran los investigadores.

¿Quien mató a Norita? A casi cinco años todavía no hay respuesta y las pocas expectativas en que el microscopio del FBI estampara un nombre y torciera el destino de impunidad que el caso parecía tener por investigaciones deficientes o “light”, también se desvanecieron.

Nora Dalmasso fue el crimen perfecto o una investigación imperfecta?

 
Por Liliana Carusso
Fuente: Revista Forense Latina

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